Capítulo XVI

447 41 1
                                    

«Desnudar almendras con los dedos,
enjaular a un grillo solo por llorar...»

— ¿Qué has hecho, Yulia?

Era la pregunta más dolorosa que Nikolai Plisetsky había tenido que hacerle a su hija, luego de verla entrar aquella mañana a su despacho, cerrando la puerta con tanta delicadeza que no parecía que estuviera conteniendo la rabia con fuerza, esa rabia que era tal que Nikolai podía incluso olfatearla. Y a pesar de ese sentimiento rotundamente negativo, el viejo Plisetsky lograba vislumbrar algo distinto en ella, algo que también se podía oler en el aire. Radiante, maravillosa y más bella de lo que nunca antes fue.

— ¿Qué te has hecho, hija mía?

Él lo sabía, estaba en los carnívoros el poseer esa facultad e percibir ciertos cambios solo con el sentido del olfato.

Ya se le hacía muy extraño el escucharla tocar con tanta pasión el piano del salón. Yulia se presentaba ante él con una furia desgarradora por dentro y al mismo tiempo con aquel aroma dulzón que invadía todo a su alrededor.

— Me enamoré, padre.

— ¡Pero estas casada, Yulia Plisetskaya!

Nikolai se pone en pie, abandona la enorme silla orejona tras su escritorio para darle alcance y sujetarla por los hombros. — ¡Y enlazada ni más ni menos! — evidencia acariciando con la yema de los dedos la cicatriz que tras el cuello de Yulia dejó el marcaje que su yerno hiciera años atrás. Se encuentra en la base de la nuca y el largo cabello dorado la cubre perfectamente, pues su hija rara vez utiliza peinados recogidos.

— ¿Y de qué ha servido, papá?

Yulia no quiere escuchar los repentinos reproches de su padre, tuvo que retroceder un par de pasos, porque esta vez no quería contacto físico, ese día menos que ningún otro. Ella siguió hablando, sin reparar en la mirada de dolor que le dedicaban.

— ¿De qué sirvió que un pura sangre me marcara, si al final un mestizo es quien ha logrado engendrar un cachorro conmigo? — recriminó, un extraño ardor le lastimaba los ojos, signo claro de que estaba a punto de romper en llanto. — Y esta vez ni siquiera han necesitado marcarme para conseguirlo.

Decían que más sabía el diablo por viejo que por diablo y Nikolai sabía de qué iba la cosa. Era una lástima que su pequeña Yulia hubiera caído de esa manera en una trampa por demás obvia.

— Ha sido uno de los experimentos de los Popovich ¿cierto? — lo pregunta, pero en realidad sabe que se trata de una afirmación. — ¡Sabía que no debías involucrarte con ninguno de ellos! — No suele levantarle la voz, pero en verdad no se cree que sangre de su sangre sea tan idiota, no así. — Son mentirosos, embusteros y oportunistas. ¡Seguramente te conmovió esperando de le salvaras, Yulia Plisetskaya! ¡Te ha mentido!

— ¡Estabamos destinados, padre!

Eso pone a Nikolai en alerta. Se dice que cada persona siente de manera diferente el proceso de enlazamiento, que ninguno es igual a otro y tanto puede dejarte una sensación satisfactoria como una bastante amarga. Sin embargo, también se cuenta que el encontrar a tu pareja destinada, no es solo casi un milagro, sino algo que simplemente se sabe y esta seguro de que Yulia no sería capaz de mentir al respecto. Ningún carnívoro sería capaz de hacerlo... a no ser que se tratase de uno de esos engendros.

— Las parejas destinadas son un mito. — se atreve a contradecirla, porque es mejor que darle la oportunidad de convencerle. — En estos tiempos ya no se sabe si son un mito o un milagro. Tú no puedes estar destinada con uno de esos.

War of Hearts (Cancelada)Where stories live. Discover now