Prólogo

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«El tiempo ha pintado las calles del mismo color y tú te
defiendes del hambre con una sonrisa y amor»

—Hay cosas que no debieron de haber sido olvidadas por las personas y que finalmente se perdieron. Es preocupante que gran parte de nuestra historia sea hoy día una leyenda, un mito dentro del cual ya no existen registros oficiales acerca del establecimiento de la división de especies. Hace demasiado tiempo, tanto como para ser recordado por la memoria de nadie, que aparecieron los primeros carnívoros entre la población, mitad humanos... mitad salvajes, pero completamente culpables de que la población, como se conocía hasta entonces, quedase dramáticamente mermada.

Por lo menos una vez a la semana Nikolai Plisetsky acostumbraba llevar a su adorado nieto a la enorme biblioteca de su hogar para darle a conocer un poco más acerca de lo que era la historia del mundo actual. En estos tiempos de guerra y conflicto político, cultura y conocimiento era lo que más necesitaban los niños.

— El planeta es tierra de nadie. Los carnívoros, descendientes de los lobos o alguna otra variante de esos mismos canideos, llegaron para arrasar con todo, con nuestros animales, con ellos mismos y también con nosotros. Ágiles, astutos y peligrosos por su incapacidad para controlar sus instintos más primitivos.

El pequeño Yuratchka había comenzado su formación con agrado y orgullo desde muy temprana edad, tal y como se estilaba dentro de las familias híbridas mejor acomodadas, especialmente en una como lo era la de los Plisetsky, una en la que los Alfa pura sangre no abundaban, pero llevaban la delantera a diferencia del resto que pecaba con su mestizaje. No era de extrañar que a penas cursando el jardín de niños Yura lograse leer e intentara comprender lo mejor posible esa clase de textos.

Abuelito, no termino de entender si este libro nos está elogiando o insultando.

No te distraigas de la lectura, Yuratchka.

Seguro que lo ha escrito algún beta resentido... masculló con desdén el niño antes de volver a centrar su mirada en las líneas del grueso volumen que, en efecto, tenía por autor a un hombre que hacía más de doscientos años no había poseído ninguna variante genética que lo pudiera catalogar como algo más que un simple humano.

Nikolai entonces dejó de lado las anotaciones que largo rato llevaba realizando en su valiosa agenda de trabajo, para así cruzarse de brazos y vigilar al más joven de los Plisetsky y su lectura en voz alta. Ni él entendía cómo era que a sus tiernos 5 años tuviera ya la capacidad de realizar comentarios desdeñosos de ese tamaño a propios y extraños. Debía corregirle, pues era en el chico en quien tenían todas sus esperanzas puestas, era evidente que él sí poseería la voz una vez llegara a la adultez, ni más ni menos que por el tipo de sangre que corría por sus venas. El mundo cambiaría con la presencia de líderes como el que se estaba preparando sobre esa mesa atestada de libros.

— La mala fortuna del mundo comenzó cuando los continentes y países le restaron importancia sus nombres, sus límites quedaron en el olvido en muchos casos y el inflexible oscurantismo que "los de arriba" estipularon nos mantuvo a los humanos sin las herramientas necesarias para poder salir en nuestra defensa. Garras y dientes no serían suficientes frente a la pólvora, el fuego y otros combustibles.

¿Qué ha ocurrido con la tecnología, con las armas y los vehículos? ¿Quién decidió que era viable prescindir de ellos para una mejor convivencia? ¿A dónde han ido a parar todos esos avances que podrían haber sido nuestra salvación? ¿Desde cuándo se volvieron armas peligrosas que ahora solo la élite puede utilizar?  ¿Podremos rescatar todo eso para nosotros algún día? No. Esos fueron los efectos de la llegada de los carnívoros, los efectos de que entre nosotros hubieran líderes de una especie ajena y que poseían un poder aún mayor que el de sus salvajes caracteristicas fenotípicas: La voz.

War of Hearts (Cancelada)Where stories live. Discover now