Eclipsa, la sabía.

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12. Eclipsa, la sabía.

La siguiente vez que Marco se escapó de un evento fue tres días antes de la Gran Decisión Real que cada día parecía ganarle terreno.

Paró, por alguna razón, en la torre de Eclipsa.

—Vaya. —La suave voz de la mujer le puso los pelos de punta. — El chico bailarín esta aquí.

—¡No era un baile!

Eclipsa soltó una risita cantarina, estaba frente a una mesa destartalada con un juego de té y dos tacitas dispuestas con pan de menta.

—Siéntate, te esperaba.

Marco se acercó con cautela arrastrando el traje con capa que le habían hecho vestir para la ocasión.

—¿Cómo sabias que venía?—Era imposible no mantenerse reticente. Eclipsa se encogió de hombros.

—Bueno, la Luna me lo dijo. —Y la declaración habría sonado como una locura si Marco ya no estuviera habituado a ellas.—¿Té?

—En realidad, no me gusta mucho. —Aún así lo recibió, más por educación que por otra cosa.

—Entonces, chocolate. —Eclipsa resolvió al sentarse en la mesita junto a Marco, cuando éste volvió su mirada a la taza que sostenía, se sorprendió con encontrar chocolate en vez del té de Anís. —, no es que me queje, odio el té. Sólo que para estas situaciones parece tan apropiado... ahora cariño, dime, ¿qué es lo que te agobia?

Por un momento, nada salió de sus labios. Estaba intrigado con las extrañas maneras de Eclipsa, de como lograba saberlo todo con su actitud calmada e infantil sonrisa.

Pero fue sólo un momento, decidió que si se desahogaría, por lo menos lo haría con alguien que (a su parecer), sabía guardar inquietudes con relativa calma. De sus labios desbordaron las dudas y la preocupación, el sentimiento de pérdida que experimentaba al pensar sobre los resultados que generaría su decisión sobre la amistad de Star o Tom, cómo haría para tomar una decisión tan importante y cómo dejar desplazado a uno de sus amigos.

Eclipsa no lo interrumpió, tomando de su chocolate, apoyada sobre la mesa con sus grandes ojos atentos en él.

—¿Amas a uno de ellos? Y no hablo de amistad, Marco, hablo de amor. —Le preguntó una vez, con la finalidad de desahogarse, Marco asintió con reticencia. Eclipsa le regaló una sentida sonrisa de empatía.—¿Sabes que me casé con un monstruo?

Marco volvió a asentir.

—Ya sabes, no es exactamente adecuado que Mewmanos y monstruos intimen, pero él tenía algo fascinante, era interesante, locuaz y divertido... me enamoré, decidí que el Reino y la corona no valían más que mi felicidad. Determiné que si ellos no me aceptarían tal y como era, no valdrían la pena. Entonces, Marco, ¿vale en verdad una amistad que sea capaz de romperse por algo tan nimio?

Finalmente, lo tuvo claro.

—No.

Rosas en llamasWhere stories live. Discover now