CAPÍTULO 27: DE MI MUERTE

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—Jacob, esa noche entró desesperado al departamento. Su mirada denotaba tristeza. Pero lo ignoramos porque pensamos que sabía de tu salida con Ronnie. La cual ahora confirmo, fue falsa.

Frunzo el ceño.

—Pero...—trago saliva.

Me tomo mi tiempo para hablar.

—Jacob se tomó muy en serio su venganza, lo que no entiendo es... ¿Qué función cumplo yo? Es decir, el culpable de lo que le sucedió a su padre, no fue el mío. Ni yo.

—Te entiendo, cariño. Tiene que haber algo más, le informaré a Ronnie y a los agentes.

—Chicos, es hora de irnos —anuncia Alicia.

La luz del sol amenaza con desaparecer en cualquier instante y no está bien que estemos aquí. Todavía no sé quién quiere hacerme daño.

—Vamos.

Sujeto la mano de Elián, sacudo la arena que hay en mi ropa, y con ella se va la poca fe que tenía en Jacob. Ya no creo en él. No pienso hacerlo, jamás.

🌅

—Nada nuevo —informo a Elián mientras hago zapping en la televisión— ¿Sabes adónde fue Vanessa?

Niega.

Luce un poco frustrado. Desde que llegamos no sabemos nada de ella, no responde el teléfono y ningún agente nos ha podido informar acerca de su paradero.

—Bien, se quedará allí —me rindo, no hay nada nuevo en la TV.

Dejo el control remoto sobre las sábanas. Y el televisor queda en un canal de noticias.

—¿Qué más recuerdas? Perdona, no quiero que pienses que estoy obsesionado, ni nada por el estilo. Pero entre más información puedas ofrecer, mejor.

Elián ha estado en ese modo: frustración. Desde que llegamos de la playa. A mí también me frustra ésta situación, pero no me puedo desesperar. Debo saber identificar la realidad de la ficción. Y puede que la mayoría de los recuerdos sean falsos.

La puerta suena de manera insistente.

Más de lo que me espero. Elián suspira desesperado y se pone de pie para abrir. Tal vez Vanessa olvidó sus llaves y se puso a tomar como loca. 

—¿Dónde están todos? —es Ronnie. Está muy acelerado.

—¿Quiénes? —permanezco arropada entre las sábanas.

—Vanessa, Alicia...

—¿Qué? Alicia supongo que en su habitación.

—Tienen que vestirse ahora. Nos vamos en cuarenta minutos.

—Espera, ¿Qué? —Elián se planta frente a Ronnie y lo observa con gravedad.

Me siento de golpe en la cama. Sin importar que vea mi pijama de Hello Kitty.

—¿Qué está pasando?

—Ocurrió un...—toma aire y retoma la palabra— Hubo un atentado ésta tarde, en las instalaciones de AFE West Haven.

No sé en qué momento me puse de pie, mi cuerpo está repleto de adrenalina. Sostengo mi cabello y lo halo.

—¿Están todos bien? ¿Qué pasó con mi familia?

Las lágrimas están emergiendo por mis ojos sin parar. No creo que pueda parar de llorar.

—¡Maldita sea, Ronnie! ¡HABLA AHORA!

Tres agentes de la DEA hacen presencia ante tal escena, supongo que por si las cosas se ponen turbias.

Corro por la habitación buscando mi ropa. Consigo un vestido corto azul de botones, con unas zapatillas Jordan retro, ni siquiera combina. Entro al baño y me deshago de la pijama. Como puedo, armo mi maleta, sin importar si hay ropa limpia. Sucia. Si los zapatos pueden ensuciar algo.

—Estoy lista.

Pero el preparar mi maleta, es más símbolo de una reacción nerviosa.

—Cariño, tienes que calmarte —Elián me sostiene por los hombros. Está neutro.

Todavía no sabemos quiénes son los responsables de un acto tan atroz...—doy vuelta hasta el televisor y hurgo entre las sábanas para tomar el control remoto, subo el volumen al máximo— Lo que sí sabemos, es que hasta los momentos, van quince muertos, todos empleados de dicha empresa. Las demás personas están heridas, y han sido trasladadas al hospital de West Haven. Seguiremos informando en minutos.

Informa la periodista.

—Mis padres... Ronnie, mis padres. Dime que están bien.

Apenas y puedo hablar. No he podido parar de sollozar.

—No sabemos nada de ellos, desde ésta mañana. El atentado fue hace doce horas.

—¡¿Qué?! ¿Y no me dijiste? Se supone que me ibas a decir todo...

—No tenía autorización de tus médicos.

—¿De mis médicos? —lo enfrento— Me vale un cacahuate lo que piensen mis médicos, son mis padres, Ronnie. Maldita sea. Son mi familia—. Sorbo de mi nariz —Vámonos ya.

—Todavía no consigo a Alicia, ni a Nicoll y ni a Vanessa.

—Ellos pueden tomar un vuelo cuando se les plazca.

Ruedo mi maleta hasta el pasillo de las habitaciones. Hay una cantidad considerable de personas observando el espectáculo. Aunque creo que muchas no entienden, porque hablan solo español.

Me subo hasta el ascensor sin importar quién esté conmigo. Ya veo que esos agentes de la DEA no sirven para nada. Mi corazón late tan fuerte. Siento taquicardia.

¡Maldita sea!

Grito. Me observo en el espejo. Pero veo mi imagen distorsionada, a causa de las lágrimas. Afortunadamente estoy sola en el ascensor. De lo contrario pensarían que estoy loca.

Las puertas del ascensor se abren y quedo en el Lobby del hotel. Me acerco hasta la joven que nos ingresó para marcar mi salida y dejar todo pago.

—Señorita Taylor...

—Tenga, cobre todos los gastos de estos días y si no se pueden retirar los cargos por los demás que solicitamos días, cobrelos también, no importa que no estemos aquí para disfrutar de ellos—. Sostengo mi frente— Necesito saber, ¿Qué posibilidades hay de que me consiga un chófer?

—Lo siento—, dice mientras pasa la tarjeta por el punto de pago —la solicitud de chóferes se debe hacer con tres horas de anticipación.

—Descuide, yo la llevo.

Me doy vuelta y me consigo con esa despreciable voz.

—¿Jacob?

—Después de todo, siempre fui tú chófer.

NO FUE UN CRIMEN- EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora