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YoonGi se paró frente a la secadora dentro del lavadero de la escuela. Él estaba completando la idea de deslumbrar a la belleza de JiMin. Su encantador ángel. 

La única razón por la que él estaba en ese lugar, era por que ambos estaban en la escuela.

Pasando la mano por los mechones de su cabellera, intentó respirar tan normal como pudo. Había decidido en ese momento que lo llevaría a casa y lo marcaría allí.

Antes se hallaba mentalizado de que nunca habría otra forma de saciar al demonio dentro de él y de repente aparecía esa oportunidad. Apretó sus manos en puños, sintiendo el fuego crecer en su interior al recordar lo que le habían hecho a su pequeño. En su mente no cabía la idea del por qué lo odiaban y molestaban tanto, pero si de algo estaba seguro, era de que serían castigados por lo que le habían ocasionado.

El mejor tipo de castigo a sus ojos; las haría esclavas para todos en la escuela hasta que rogaran por su perdón.

Ya podía imaginar las expresiones de rostros miserables, lo que lo hizo reír oscuramente. No podía esperar para ver la reacción que harían cuando les dijera eso. 

Cuando su ángel estaba enojado, él estaba enojado, y no había forma de evitar ese hecho. Ambos estaban vinculados de alguna manera, dejándose el menor someter por su mayor. Joder, era imposible.

En sus días de niño, él ya lo habría hecho suyo. No tenerlo en su poder lentamente lo estaba volviendo loco. Solo pensaba en lo que quería hacer cuando llegaran a casa y ahora estaba poniendo a trabajar a su mente a toda maquina. 

Dios bueno, ¡oh, poderoso! Si acaso era posible, él quería tenerlo ahí. Ahora.

Suspiró cuando la secadora emitió un pitido y le dijo que la ropa del interior estaba seca. Se inclinó hasta el nivel de la puerta de la secadora abriéndola, sacó las telas y las llevó a la plancha amplia extendiéndolas para terminar el secado con calor. 

Cuando terminó, recogió la ropa de nuevo dejando desolada aquella sala de lavandería. Volvió a las instalaciones de maestros en la que JiMin aún se encontraba desnudo. Al abrir la puerta desde el exterior metió su mano y le entregó la ropa, sin entrar al lugar. Lo que menos quería era asustar al menor.

Felizmente JiMin tomó el uniforme, ya seco, rozando los suaves dedos de su maestro. Se sonrojó por el contacto.

- Te esperaré aquí para que te vistas y yo personalmente te veré en casa. ¿Comprendes, JiMin? -El Sr. Min le expresó en voz alta de improviso, dejándolo confundido en medio de sus pensamientos.

- E-Entiendo, señor-r -Tartamudeó un poco sorprendido por las palabras que había soltado su maestro. El Sr. Min cerró la puerta en respuesta y le dio la oportunidad de que se cambiara.

JiMin se preguntó si a los maestros se les tenía permitido llevar a los estudiantes a casa. 

Dentro del baño, saltó al tocador para vestirse. Se deslizó dentro de sus boxers  y pantalón, abotonándolo y subiendo el cierre con los dedos algo temblorosos. Luego la camiseta blanca, ya seca, fue puesta en su torso y decorada con el blazer, se agachó para poner sus medias y zapatos hasta estar completamente vestido. Se observó en el espejo asegurándose de que todo estuviera en su sitio mientras peinaba su cabello aun húmedo hacia abajo aplastandolo.

Se quejó con molestia. Con suerte no terminaría enfermo por juegos absurdos de personas infantiles.

Al salir del baño, notó que el Sr. Min esperaba pacientemente a que terminara de vestirse. YoonGi estaba de pie junto a la puerta del baño, recostado en esta, con la mirada fija en el piso observando sus zapatos perfectamente pulidos.

The teacher【 YM 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora