Con eso se me fueron las ganas de tener un ave carroñera.

—¡Preston, discúlpate con esta china antes de que te mande de una patada en el trasero a la iglesia! —Bill está tan furibundo que me reservo la correción de que en realidad Mei Ling es coreana.

—Pero... —insiste él.

—¡Preston! —advierte el coach.

—De acuerdo, de acuerdo —se apresura a decir levantando sus manos en señal de rendición—. Lamento haberte tratado así, como la zorra que er... —Un grito cargado de horror se oye desde el segundo piso antes de que Akira baje corriendo las escaleras con una furiosa Ingrid tras ella.

 Lo curioso de todo esto es que la rubia tiene un chihuahua en manos.

—¡Por Jesús y la Fashion Week! ¡Les pedí que cuidaran del señor Louis Vuitton por un mes y ahora me encuentro con que dejó preñada a la pulgosa y arcaica perra de Shane Wasaik! —grita con indignación mientras Akira se apresura a ocultarse tras Elvis, lo cual no dura mucho dado que el chico la toma del brazo y la pone al frente, utilizándola como escudo humano—. ¡Y encima lo hicieron engordar! ¿Qué le dieron de comer? —inquiere elevando al chihuahua en el aire e inspeccionándolo con el ceño fruncido—. ¡Era una estilizada banana y ahora parece una toronja!

Recuerdo que el día en que llegué a Owecity había dos perros procreando en la vereda. Reconozco al can de Ingrid Hoffman como uno de ellos, y luego había un Beagle...

—¿Le puso al perro Louis Vuitton? ¿Como la marca francesa de ropa que se fundó en 1854? —pregunto en un susurro hacia el pelinegro de lindos globos oculares.

—Así es. —Suspira—. No te mudaste con las personas más cuerdas del mundo —añade, y le lanzo una mirada que hace que sus ojos adquieran un brillo lleno de gracia—. No es que tú estés muy cuerda tampoco.

Le sonrío, pero esa sonrisa se desvanece poco a poco al notar que Bill Shepard tiene sus ojos clavados en nosotros.
Uno pensaría que está exagerando, y en mayor medida siempre lo hace, pero la realidad es que él no confía en los chicos de mi edad, y mucho menos en mi juicio para escogerlos. 

Al principio, cuando empecé a salir con mi mejor amigo, Bill se mostró disgustado por el simple hecho de que Adam llevaba el apellido Hyland. Sin embargo, en el fondo sabía que le parecía un buen muchacho, cosa que no se puede decir del sujeto con el que estuve años más tarde.

De él.

Dos años atrás...

Me apresuro a entrar a Blair's place en cuanto la lluvia se intensifica. No tendría que haber salido por un paseo, pero honestamente no podía quedarme en casa con Bill, Kansas y mi hermano merodeando a mi alrededor. No cuando sé que están esperando que me desmorone al recordar que, un día como hoy, mi madre murió.

Dejo el paraguas a un lado y comienzo a desabotonarme el abrigo mientras me adentro en el pequeño lugar de estilo vintage. Solamente hay tres o cuatro clientes, el usual olor a café recién hecho y Harry, el tan familiar mesero que limpia la barra mientras canta en voz baja.

—¿Cuando vas a anotarte en algún programa de talentos? —inquiero llamando su atención.

—El día que tu padre deje de pedir pasta cada vez que viene o deje de exigir que le ponga el canal de deportes —replica echando el trapo en su hombro—. Siéntate, voy a vaciar el maldito lugar para saciar tu kilométrico estómago, pero antes debo entregar un pedido. —Hace una mueca.

—¿Problemas con algún cliente? —me entrometo al observar su expresión. Me dejo caer en el taburete giratorio y echo una mirada sobre mi hombro, siendo testigo de que solamente hay una pareja de ancianos en una esquina y un chico solitario al fondo del lugar—. Porque hoy, para tu suerte, estoy de humor para dejar inconsciente a alguien —me ofrezco a liberarlo de clientes groseros de la única forma que conozco.

Extra pointWhere stories live. Discover now