-Bueno...-

-En serio, yo también tengo un hijo y una esposa y sé que voy a volver, no sería tan tonto de morir- sonrió.

Cuando volví, Judit ya había vuelto al hielo al hielo y Jack se había metido sin patines y se iba resbalando todo el rato, aunque me sacaba unos diez años siempre estaba haciendo bromas, digamos que era un niño grande. Me recordaba a mí hacía unos años.

Antes de irnos, Judit se resbaló y la agarré antes de que se cayera e Irene aprovechó para sacar una foto, salíamos los 3 riendo, como en la foto de Alba, un efímero viaje en el tiempo.

-Esta foto es nuestra- dije quitándosela.

-¡Eeh!- exclamó riendo.

Cuando llegamos, pusimos las dos fotografías juntas en el comedor, me fijé en ellas, ahora sí que parecía que no hubiese pasado el tiempo.

-Me hubiera gustado conocerla- mencionó Irene.

-De hecho...- interrumpí a Judit.

-Sí, os habrías llevado bien, aunque creo que la hubieras enfadado más de una vez- le dije riendo.

El día siguiente transcurrió alegremente hasta el día de la misión. Irene me pidió de ir pero le dije que no, ella comprendió entonces el peligro de lo que íbamos a llevar a cabo y no rechistó. Irene era de carácter rebelde pero desde luego tenía dos dedos de frente.

Por la mañana, cogí mi fusil M4 con los mismos accesorios que aquel día, el revólver, el casco con los prismáticos y visión nocturna, unas cuantas provisiones, granadas, brújula, un mapa de Moscú y el viejo machete con el que lo hice, el cual guardaba y utilizaba como supuesto medio para mantener viva en cierta manera el recuerdo de mi hija. Llevaba la chapa identificadora y la pulsera que me regaló Alba, entonces cuando bajé me encontré con los abrigos puestos a Irene y a Judit.

-Te acompañaremos hasta la base- dijo Judit.

Me sorprendió mucho que fuera, por mucho que fuera una misión arriesgada en muy limitadas ocasiones me había acompañado a la base.

-¿Estás segura?- le pregunté.

-Segurísima-

Entonces vi como Irene me quería dar algo que tenía entre las manos.

-No me habías dicho que fue por tu cumpleaños pero por suerte mamá me lo chivó, sé que te gusta la pulsera que te hizo Alba, por eso te he hecho esta-

La verdad es que no sabía que decirle. Se acercó a mí y me extendió el brazo. Estaba hecha con unos metales, no tenía la más remota idea de cuáles ni qué les había hecho para que brillara tanto. Irene cogió la pulsera y la cerró entrelazando la que me hizo Alba.

-Así cuando estés lejos te acordarás de nosotras dos, si se pierden perderás las dos, nos tendremos la una a la otra... ¿Entiendes?-

-Entiendo Irene, me gusta mucho en serio, gracias- le dije abrazándola.

Esta vez no fuimos en el Humvee, le dije que marchara a la base sin mí ya que iríamos en el viejo y ya casi destartalado Citroën. Como si de una solemne marcha se tratase, ninguno de los tres nos atrevimos a hablar en todo el viaje.

Las fui mirando todo el corto trayecto a través del retrovisor, pensé en que esa sería mi última misión, pensé.

Llegamos a la base y el helicóptero estaba a punto de despegar, por primera vez sentía como lo dejaba todo atrás de nuevo, no quería subir al helicóptero y dejarlas solas pero no tenía otra opción.

Primero me dirigí hacia Irene, mirándole a los ojos, unos ojos que pese a que no era tan intensos como los de su madre dejaban entrever la inseguridad que tenía en esos momentos. 

V-Virus #TBNAwards18Where stories live. Discover now