06 de abril de 2016, París, Francia

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Nada puede ser igual después de este día. Mis pasos me dirigen a los jardines de Luxemburgo. Un brillo esmeralda contamina mi visión: el pasto y los arboles adornan las fuentes y el palacio. Me quedo de piedra en un edén que le otorga nueva vida a la ciudad. Quiero ser una estatua más y permanecer en eternidad; quizás un día pases por aquí y te sientes a mi lado, bajo el cobijo de mi sombra. Salgo de ese diminuto paraíso sólo para dirigirme al inframundo. Debajo de la ciudad de los milagros yace un submundo donde imperan las sombras y la muerte. Desciendo incontables peldaños y el ambiente se vuelve sombrío y húmedo. Los corredores se encuentran adornados con detalles de fémures, clavículas y cráneos. Millares de restos humanos, víctimas de la revolución, me contemplan con sonrisas burlonas. Incluso los puedo escuchar. Susurran verdades incómodas: "No puedes vivir en la fantasía", "Tu tiempo en esta ciudad ya se acabó", "Ya deja de mentir, s'il vous plait", "Aquí no hay colores, sólo blanco y negro", "Des yeux qui font baisser les miens, un rire qui se perd sur sa bouche, voilà le portrait sans retouche, de l'homme auquel j'appartiens", "Un mexicano no tiene nada que hacer aquí", "Forastero de mierda", "Ella no va a venir ni la volverás a ver", "Una flor no tiene nada que hacer en un páramo desértico", "Regresa a arreglar tu desastre", "Deja ya de mentir", "Todo es un truco". Entre más avanzo, más escandalo hacen. Salgo de la necrópolis para renacer en luz y esperanza. La pesadumbre y el miedo han quedado sepultados junto con todos esos cráneos parlanchines, y esa es la única forma en que puedo abrazar el deseo de vivir: decayendo, tocar fondo, ver la muerte a los ojos y declararle la guerra, la revolución del cuerpo y el alma. Y sí, tenía que estar en lo más bajo de la ciudad más bella del mundo para conseguir el impulso necesario. Luego de haberme encontrado con la vida verde de los jardines, me encontré rozándole los labios a la muerte verde de cráneos enmohecidos. Y ahora las ganas de decírtelo todo ya son urgentes. Mi pluma somete al papel y, aunque no hablo francés, te escribo algo que quizás no tenga coherencia en su forma, pero sí en su fondo:

Yeux Parisiens

ll était une fois dans un chalet de nuit,

tout en passant dans les ombres et les étoiles,

un regard qui est tombé entre la brume sombre,

l'eclairage dans l'ambre lueur, feu parisien.

Danser au rythme des vampires et des anges déchus,

votre miel de cheveux sont tombés sur ma peu,

en secoutant tous les pores et toutes les cellules.

Vous étiez une étincelle qui se déplaçait dans l'obscurité,

une fleur de plus en plus de la mort.

Par une nuit froide de faux printemps,

remplit la chaleur de mon âme en sourdine.

Et ainsi, nos yeux se rencontrérent au milieu de l'agonie retentit dans les haut-parleurs.

Je souris et poliment retourné le geste,

par l'inertie ou de courtoisie, j'ai tué à ce moment-la.

Je ne pensais jamais être à Paris la nuit,

mais il était irréel vivre dans tes yeux, ces yeux parisiens que ne dovient jamais fermé,

pas alors que la mémoire est consommée lentement, impersonnel,

un feu étranger, comme moi: je suis un être de l'extérieur qui sont venus admirer cette ville des miracles.

La misiva es enviada y me quedo a la expectativa de una respuesta. Sé que prometí no molestarte, pero no me puedo ir sin volverte a mirar, sin poderte decir la verdad más dura. Luego de un par de horas respondes: "Puedo verte por la tarde. Sería buena idea ir a cenar". Cerrado. Me marcho a casa para alistarme, pues hoy será una noche especial. Y quedamos en la entrada del Hotel de Ville, donde ya te veo aguardando por mí: tú, la dalia de la noche, hermosa por distinguirte entre el variopinto jardín. Quiero robarte un beso, pero tus ojos me gritan que no es el momento. En esta ocasión impera el silencio y sólo puedo percibir tu taconeo. Y es en la Square du Vert-Galant donde nos detenemos. Sentados a las orillas del Sena te tomo por la mano. Tus ojos de color desconocido me escrutan. Y sólo yo hablé:

―No quiero ser un mal recuerdo para ti. Perdón si soné insistente, pero, de verdad, quería confesarte lo siguiente: estoy arrepentido, sí... Vivo con la filosofía de no arrepentirme de nada, non, rien de rien. Me arrepiento de esta farsa, de no haberme atrevido a hablarte esa noche y que me descubrieras como en realidad soy. Me entristece tener que pactar con la mentira y crearme todo tipo de historias y melodramas para poder coincidir contigo aunque sea en las sombras de la fantasía, misma de la que soy orfebre. Tuve que escribir esta historia con tal de no perder la cordura, aunque sé que suena a contradicción. Perdóname, por favor, pues sé que si un día lees esto, si logras traducirlo al francés, te molestarás muchísimo y desearás borrarme de la faz de la tierra. Para que París fuera París necesitaba de ti, pues a todo el mundo le he contado que París no era París, sino que París eras tú. Y nunca fuiste ni serás, pues, de nosotros dos, el único real fui yo. La necesidad que tuve de amalgamar toda esta Sucursal del Cielo en la Tierra, Capital del Mundo, y Futuro Puerto de Mar, en una persona que fuera mi propia flama eterna y mi color desconocido, fue más grande que la propia certidumbre. Y en tus ojos descubrí que nunca pude descifrar de qué estaba hecho ese color tan enigmático, tan mítico, pero, por encima de todo, tan determinante. Estas son las últimas líneas que leerás sobre ti, pues una dalia es sólo una flor que nace de la jícama, y las jícamas son raíces. Y mis raíces emergieron de la tierra mexicana, donde las nopaleras habitan en comunión con el ocelote y el quetzal. Soy sólo un escritor, y siempre habrá verdad en todo lo que digo"

Me encuentro a solas en un restaurante donde nadie habla mi idioma. Caminé por horas en Montmarte, intentando encontrar el valor para abordar a alguien, pero al final terminé solo y abrumado. ¿Qué hago aquí? Sin ti y sin haber logrado mi cometido: encontrarme en soledad. Aquí estoy, desafiando a mi propia historia, disfrutando de mi última noche en mi mundo de maravilla. Y si de algo tengo certeza, es que sí pisé las calles de París, porque París siempre será París... No puede ser otra cosa.

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El color desconocidoWhere stories live. Discover now