04 de abril de 2016, París, Francia

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―Bonjour, Gabriel...

―Bonjour, Dahlia.

―Conozco un café muy cerca de aquí. ¿Quieres que vayamos?

Le sonrío y me dispongo a seguirla hacia cualquier destino que sus intenciones indiquen. Ahora que la contemplo a plenitud, cubierta por la luz del sol, pierdo toda capacidad para mantenerme coherente: el color de sus ojos me transporta a mi niñez, cuando cada verano visitaba la playa y recorría la península que se formaba en ella, como un arcoíris que, recostado, tomaba el sol junto con los turistas. Y al final del camino, donde la playa se terminaba y el mar se encontraba con el río, el color que nacía entre el abrazo de las dos aguas, era el mismo color que el que hoy me deslumbra a través de los ojos de mi flor parisina.

―¿Te pasa algo?

―No, nada en absoluto.

No me preocupo en recordar las calles ni los puntos que vamos recorriendo, pues mi atención absoluta la posee ella. Mirar su cabello moviéndose con el viento, sus gruesos tacones negros bajo sus torneadas pantorrillas y la forma en que sujeta su bolso, es igual o mejor que contemplar París. Nos detenemos frente a un negocio pequeño en medio de dos umbrales de abigarrada decoración. Escogemos una mesa en la diminuta terraza y ella se encarga de hablarle al mesero, pues no tiene caso que yo intente hablar en mi pobre francés. Me pregunta qué es lo que deseo tomar y yo le indico que quiero lo que ella pida. Dahlia ordena un par de expresos cortados y un par de croques monsieur. De su bolso extrae un cigarrillo y, con la mano enguantada me ofrece uno.

―¿Viniste a turistear?

―Algo así... Larga historia, pero, en realidad me hacía mucha ilusión venir a tu ciudad. Desde siempre tuve esa inquietud y hasta ahora pude cumplir este sueño.

―Es una ciudad maravillosa, es verdad. Nunca he ido a otro lado, pero creo que París nunca se queda sin turistas. Hasta en los meses más fríos vienen.

―Y yo creía que esta primavera estaba siendo gélida.

―Ya está haciendo un poco de calor...

―Para mí es una falsa primavera. En México tendría que dormir sin ropa en estas fechas.

Se ríe por primera vez y descubro una sonrisa perfecta. Carajo, ¿cómo puedo estar aquí y ahora? ¿Qué me trajo hasta este momento perfecto?

―Con el café y la comida se te quitará el frío.

―Pues ya se me está quitando...

―¿Y qué has visto?

―Todo lo que se tiene que ver en París: la torre, el arco, el Louvre, la ópera, el Moulin, Notre Dame, Orsay...

―Eso es poco. No sé cuál sea esa larga historia que te trajo hasta aquí, pero a mi parecer, tu viaje está siendo muy turístico.

―Eso se podría arreglar si un local me llevara a algún sitio especial, ¿no crees?

Comemos los sándwiches y me levanto a cubrir nuestra consumición. Dahlia hace el típico ademán, pero me adelanto y decido tener ese detalle. No me agradece ni me recrimina. Abandonamos el lugar y me pide que la siga de nuevo.

―Te llevaré a un lugar que me gusta mucho.

"Llévame a donde te plazca. Sería tu sombra si me lo pidieras"

El color desconocidoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum