—He escuchado que tienes nueva mercancía para mí.

—Hablas de Seth, yo solo soy el canal hacia ella.

—Seguro, pero quien la va a revisar es Katia.

Unos tacones se acercan a nosotros.

—¿Puedo sacarle la bolsa? —pregunta aquella mujer, llamada Katia.

—Creo que debemos irnos a un lugar más privado para que hagas eso.

—¿Por qué? ¿Acaso tiene alguna deformidad en su rostro? Sabes que ese tipo de mercancía la utilizamos en otros lugares, no aquí —escucho como le reclama aquella voz masculina a Abel.

—No, solo para que la revisión sea un poco más detallada.

—Está bien, vamos Ángel, no veo el problema con lo que está pidiendo el chico, además hagámosle el favor por los viejos tiempos.

El hombre se demora en responder pero me imagino que ha asentido con la cabeza porque sin decir nada más, Abel me guía por otro pasillo, allí se escucha como pequeños susurros todo lo que está pasando en el exterior.

La mujer con tacones abre una puerta y Abel me acompaña a entrar dentro de la habitación, a penas pongo un pie dentro de ella, Abel me quita la bolsa de mi cabeza. Pero antes de que vea todo me susurra al oído "No te pasará nada" quizás inaudible para ellos pero a mí me queda más que claro su apoyo que tengo en este lugar.

La habitación es mediana, en ella se encuentra un escritorio y algunos libreros, frente a mí se encuentra aquel hombre, de estatura mediana con cabello increíblemente oscuro al igual que sus ojos, su vestimenta es abrigada aunque el lugar este a temperatura normal, a su derecha se encuentra Katia, ella es alta, con cabello rubio, ojos de color café y una piel demasiado blanca.

—Abel, sí que has vuelto con buena mercancía —dice el hombre mientras se acerca a mí y me mira descaradamente.

Abel se percata de mi incomodidad.

—¿Katia, la revisas? —pregunta mientras mira a Ángel. Él solo se limita a reírse por la actitud que Abel está tomando conmigo.

—Claro —dice ella indiferente.

—¿Es latina? —pregunta Katia.

Abel solo asiente con la cabeza y yo no respondo a nada porque creo que no tengo ni voz, ni voto en esto, bueno desde hace días que he dejado mi humanidad y libertad de lado.

—¿Cómo te llamas? —me pregunta, mientras me hace girar en mis talones.

—Kelsey.

—Creo que te he visto en algún lado, ¿Eras parte de este estilo de vida?

Abel no me deja responder eso, así que él contesta antes de que yo lo haga.

—Pensé que no debías hacerle esas preguntas a la mercancía, a lo que vamos Katia.

—Está bien —dice enojada— Una última pregunta, ¿Tienes familia árabe?

—¿A qué viene eso?

—Tiene unos rasgos muy característicos de dos lugares del mundo no es completamente latina, así que Ángel te saldrá muy cara esta chica.

—No la vamos a vender.

—¿Entonces? —pregunta Ángel— ¿Será de compañía?

—Tampoco, queremos que trabaje como las chicas modelos de aquí.

Katia se ríe.

—¿Qué estas pagando, pequeña? —pregunta Katia— Abel, nunca ha sido así con ninguna chica, me imagino que debe ser algo así como un capricho de Seth. ¿Qué dices, Ángel? ¿Nos la quedamos?

Aquel hombre me queda viendo de manera extraña y suspira.

—Ha sido un día cansado, lo que menos quiero es pelear por comprar a esta chica así que espero el mismo porcentaje de siempre, Abel, mira sus medidas y hazla una modelo.

Dicho esto Katia asiente y me abre el enterizo dejándome en ropa interior. Y me hace girar, como si buscará algo.

—No tiene la señal, Abel. Nosotros no hacemos tantas excepciones, pero necesita tenerla.

El hombre se molesta un poco.

—Arreglen eso ustedes, tengo muchas que hacer y esta mercancía me ha dejado un poco decepcionado.

Ángel se va de la habitación y siento la tensión en el ambiente.

—¿Cómo arreglaremos esto, Abel?

—¿Es necesario que tenga el tatuaje?

—¿De qué tatuaje hablas? La mercancía debe tener una cicatriz hecha por el dueño, recuérdalo, debe estar marcada. Así que Seth me dijo que iba a trabajar desde hoy por ende la haremos en unos momentos.

—No te atrevas.

—¿Cómo dices?

—Que no puedes tocar a la mercancía, yo lo haré, pero lo haré mañana, hoy puede trabajar sin que sea necesario hacerle eso.

Katia se peina el cabello.

—Solo porque en un momento fueron buenos clientes, además de que fuiste más que un amigo —dice insinuándoselo, pero Abel no dice nada.

—Dejaré para que la alistes, más vale que no le pase nada, Katia.

Abel se va de mi lado y Katia comienza a traerme ropa negra muy ajustada, pero antes de ello me pone un corsé muy apretado, hasta tal punto que duele.

—Lo siento pero estás un poco más del peso requerido en este lugar.

Dicho eso me aprieta aún el corsé. Nunca he usado uno pero el dolor que siento es indescriptible, aunque no sé si compararlo con la señal que me harán en la noche, solo con escucharlo me ha causado escalofríos, tengo miedo de cuanto debo soportar en este lugar.

—Abel me comento que cantabas. Así que comenzaremos con eso, hoy solo cantarás. Pero solo por hoy.    


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¡Hola pequeños/as!

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¡Nos leemos pronto!

EthanWhere stories live. Discover now