Capítulo 12

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Kelsey's POV

Me quito con una toalla desmaquillante todo lo que llevo en el rostro, al menos debo ocuparme en algo mientras él se demora. Ángel no ha venido a insinuarse hoy, así que me relajo. Arrojo el artículo de higiene en el bote de basura, un estruendo me hace saltar del lugar. María José con las mismas cuatro chicas entran al lugar.

—Vemos que el jefe te está prefiriendo —escupe María José.

¿De qué están hablando? ¿Creen que preferir es sinónimo de abusar? Están locas.

—No sé de que hablas.

—Oh, ¿Te harás la víctima?

Las cuatro chicas se acercan a mí y me empujan hasta quedar en el centro de ellas.

—¿Qué quieres María José? ¿No tienes suficiente miseria en tu vida para que tengas que buscar la atención de él?

Veo como el enojo crece en su mirada, chasquea la lengua y me mira con desprecio.

—No puedo creer lo altanera que puedes llegar a ser Kelsey. Átenla a la silla —ordena.

Trato de escapar pero dos de ellas me hacen caer de trasero en un asiento, las dos que sobran me amarran a la silla con una velocidad impresionante, no importa todo el esfuerzo que haga, ellas me ganan en mayoría. En menos de dos minutos tengo los brazos atados a la parte trasera del asiento y las piernas a cada una de la patas del mismo.

—¡Déjame en paz, estúpida! —grito desesperada— ¡Ayuda!

Recibo una bofetada de respuesta, María José me ha vuelto a pegar.

—¿No lo entiendes? Llegaste aquí para que sufras, y lo harás hasta el último de tus días.

Una sonrisa malvada se queda plasmada en su rostro.

—Corten las mangas de ese vestido.

La rubia más alta hace lo que le piden. Maldito sea el día en que todas ellas sean rubias.

—Debes sufrir, Kelsey. Él no te trajo aquí de vacaciones —dice en mi oído. Sé de quien habla, Seth.

¿Ella sabe lo que estoy pasando?

María José hace una señal a las otras chicas y sin decir nada más, ellas comienzan a golpearme con unas varillas que la cabeza del grupo les ofrece. ¿En qué momento ella tenía eso en sus manos?

Golpes. No puedo ver todo el dolor que me causan en mis muslos, estomago, costillas, brazos y otros lugares, tengo los ojos cerrados por el dolor que ellas causan en mí. Siento que me voy a desmayar. Los golpes cada vez son más fuertes. Grito desenfrenadamente en busca de ayuda, forcejeo mis manos en la cuerda, pero solo consigo lastimarlas más, porque se encuentran en el mismo lugar que mis anteriores cadenas. Siento sangre correr por mis muñecas, abro los ojos, pero mi campo de visión es casi nulo, veo sombras.

Los golpes han parado y una persona está en la puerta. María José y las demás salen del lugar después de escuchar un grito, suspiro de alivio.

—Ayuda, por favor —le suplico a la persona que tengo frente a mí.

—Estoy aquí, pequeña. Prometí cuidarte y lo haré.

Él me suelta de las cuerdas que tengo en cada extremidad, mi visión se va empeorando y suelto un quejido. Él me abraza, me estrecha contra su pecho. Su aroma me hizo reconocerlo, recordarlo, volverlo a sentir y no saben lo feliz que me siento al tenerlo otra vez conmigo.





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