―Bueno, al menos ahora sabes que es el recato, así que no todo está perdido para ti.

Dándole la espalda, le otorgaba el tiempo para irse en silencio y con un poco de dignidad, mientras el volvía al encuentro de sus dos niñas. Mas, cuando el joven quiso acercarse a ellas, Muerte nuevamente hablo.

―¡Largo! Si vuelves a aparecer en mí presencia no seré tan compasivo ―indicó con tal frialdad que los dioses lo vieron incrédulos y temerosos― Oh y algo más... Si llego a enterarme que quisiste repetir este jueguito idiota, créeme que bajaré al Nim y personalmente abriré la temporada de caza de lobos.

Observando aquella mirada fiera y carente de piedad, el joven retrocedió con la cabeza gacha, desfragmentándose lo más seguro al Nim, con el rabo entre las piernas.

Todo estaba en silencio, lo único que podía sentirse en la estancia eran los pasos de Muerte al avanzar con la cabeza algo gacha y los ojos cerrados. Al posicionarse frente a vida, lentamente abrió sus párpados para verlo, consiguiendo que un escalofrió recorriera al benefactor, al no poder deducir que se escondía detrás de esa iris ámbar.

―¿Qué? ―preguntó frío y a la defensiva, causado que la tristeza se alojara en aquellos bellos soles. Sintiéndose un poco mal por ser el que lo provocara.

―Me disculpo, por mí comportamiento anterior... soy sensible con temas relacionados a ellos ―dijo en una pequeña reverencia, para luego señalar a su amigo y niñas a un lado de él.

―Yo diría que sensible es poco. Casi le sacas la cabeza a ese pobre diablo.

Locura aún seguía un poco shoqueado, pero recomponiéndose rápido, vio como el alto solo le regalaba una sonrisa ligera mientras volvía a ponerse de pie.

―Si, por un momento pensé que tendríamos que sepultar los restos cuando terminaras de consumirlos.

Comentó Venganza con una sonrisa dulce. Ella sabía muy bien a que limites podía llegar Muerte por proteger a los que amaba y eso que había mostrado hace un momento, solo era la punta del iceberg.

―Bueno, lo siento. Entonces ¿Falta alguien más o empezamos la reunión?

El juez habló con calma y una dulce expresión, dejando a los dioses de piedra, excepto por Vanidad, Guerra y Amor, que junto a los pecados lo veían con sonrisas nerviosas en sus rostros, mientras Tiempo, Avaricia, Pereza y Venganza lo veían con una sonrisa dulce. Estos últimos, amaban con todo y cambios de humor a su juez de dulce.

"¿ES BIPOLAR O QUÉ?" fue el pensamiento de todos los dioses, el cual fue respondido para su sorpresa.

―Sep, también está loco como una cabra y es un maldito sádico enfermo cuando se lo propone, pero el resto del tiempo es un pan de miel, excepto cuando anda de stalker.

Ingresando por la puerta, un joven hombre de unos 25 años se abría paso por el gran salón, con porte relajado y mirada altiva. Sus cabellos eran rosas y su piel morena, con bellos ojos magentas y abundantes pestañas. Portaba un cubre boca que le colgaba de una oreja, dejando ver sus delgados labios sexys, los cuales contaban con algunas perforaciones. Vestía una musculosa azul oscuro y unos pantalones negros sueltos, con botas de estilo militar y una mirada afilada y seductora.

―Ira/hermano ―dijeron tanto Guerra como Venganza, para ir con su hermano mayor y abrazarlo. Hacia tanto que no se reunían los tres.

―Hola pequeños. Guerra, me alegra verte bien ―Saludó con una sonrisa a lo que el otro contesto.

―Bueno, me ayudaron bastante ―comentó dirigiendo su vista a Muerte y luego a su bella dama, a la cual hizo señas para que se acercara.

―Vanidad, él es mi hermano mayor Ira. Ira ella es mi chica especial, Vanidad.

Una Juguetona MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora