El sonido de pasos por el torreón era intermitente, así como los susurros y risas. Veinte habitaciones componían aquella torre, todas deshabitadas la mayoría del tiempo, visitadas frecuentemente por una entidad curiosa. Su caja de juegos era grande y divertida por el momento, aun así no duraría demasiado y eso sus encargados lo sabían muy bien.
Cielo o abismo ¿A dónde iría aquel ser?
Frente de aquella habitación no había guardia, hacía tiempo que se habían vuelto innecesarios. La pequeña bestia que vivía en el torreón no necesitaba nada más que una reacción lenta del adversario para destruir lo que se le pusiera enfrente y lamentablemente, para el enemigo, nadie poseía un nivel de reacción tan sensible como para protegerse o detener el ataque. Claro que, existen excepciones.
Abriendo la puerta de caoba oscura, se podía observar como un infante veía hipnotizado las luces esparcidas por su habitación, que lentamente cambiaban su color y una irritante música provenía de ellas.
―Salve, domine ―dijo con su tierna voz al levantarse.
Un calor agradable se extendió por el cuerpo del invitado al saberse más impórtate que las insulsas luces.
Vestido únicamente con una blanca túnica, larga hasta sus rodillas, un par de bellas alas emergieron del pequeño ente para elevarlo ante a su señor. Al estar frente a frente, la representación del miedo y la destrucción lo tomó entre sus brazos, con una delicadeza nunca antes vista.
―¿Qué es todo esto? ―preguntó viendo a su alrededor, tratando de no verse asqueado por la explosión de luces y sonidos chillones.
―Donum mihi
(Un regalo para mí.)
―¿Quién? ―preguntó sin expresión, sin embargo la tensión repentina en sus brazos llevó al menudo cuerpo a acariciar sus negros cabellos, como una forma de trasmitirle calma hasta que respondiera.
―Tempus.
Entrecerrando los ojos, su ceño se arrugo notablement, logrando que el pequeño ser entre sus brazos rodeara su cuello con sus delicados y cortos brazos.
―Me disculpo ―susurró en la lengua que su señor usualmente platicaba, pero a él no le gustaba demasiado, prácticamente sacudiendo lo cimientos de la habitación―. Sí el haber aceptado este regalo os causa algún mal lo devolveré inmediatamente.
Negando levemente con su cabeza, la representación de la destrucción apretó el cuerpo entre sus brazos en una muda aceptación. Los niños necesitaban juguetes que les gustasen. Su niño merecía juguetes a su altura que lo hicieran sonreír, aunque estos fueran entregados por un niño estúpido al servicio de tu enemigo. Quizás él también tuviera que comenzar a regalar cosas hermosas a su niño.
―Aun no me saludas, pequeño ―murmuro cerca del oído del menor, a lo que éste se separó un poco, viéndose claramente avergonzado. Y aunque el color rojo adornara tan bien la tierna piel clara, que el motivo de su vergüenza le fuera desconocido le molestaba.―oww si… Tiempo me dijo que lo que hacía no estaba bien, que era un acto muy mmmm ¿Vulgar? Para un bebé como yo.
―¿Te dijo también algo así como que solo puede hacerse con personas de extrema confianza? ―aunque intentara escucharse frío, la ironía era algo que en esa situación no podía pasar desapercibida.
―¿Usted estaba espiándonos? ―consultó luego de un pequeño silencio, achicando los ojitos de manera desconfiada, logrando sacarle una risa al mayor.

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Una Juguetona Muerte
FanfictionMuerte es un dios amable y sensible, con ojos tristes de hermoso color ámbar, así como tierno y virginal, incapaz de hablar de sexo o hacer insinuaciones de lo mismo... ¿cierto? Esa es la idea que tienen todos los dioses de Ithis, pero será un invi...