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Picaporte hallo sin trabajo en el piso segundo el cuarto que le estaba destinado. Le convino.
Encima de la chimenea había un reloj eléctrico sincronizado con el que tenía Phileas Fogg en su dormitorio, y de esta manera ambos aparatos marcaban el mismo segundo en igual momento.
"No me disgusta, no me disgusta", decía para si Picaporte . Advirtió además en su cuarto una nota colocada encima del reloj. Era el programa del servicio diario. Comprendía-desde las ocho de la mañana, hora reglamentaria en que se levantaba Phileas Fogg, hasta las once y media, en que dejaba su casa para ir almorzar al Reform-Club- todas las minuciosidades del servicio: el té y los picatostes, a las ocho y veintitrés; el agua caliente para afeitarse, a las nueve y treinta y siete, y el peinado a las diez menos veinte, etcétera. A continuación, desde las once y media de la mañana hasta las doce de la noche-instante en que se acostaba el metódico gentleman-, todo estaba anotado, previsto, regularizado.
En cuanto al guardarropa del señor, estaba perfectamente  arreglado y maravillosamente catalogado. Cada pantalón, levita o chaleco tenía su número de orden, reproducido en un libro de entrada y salida, que indicaba la fecha en que, según la estación, cada prenda debía ser llevada; reglamentación que se hacía extensiva hasta el calzado.
Después de haber examinado la casa detenidamente, Picaporte se frotó las manos, su cara redonda se ensanchó, y repitió con alegría:
-¡No me disgusta! ¡Ya di con lo que me conviene! Nos entenderemos perfectamente mister Fogg y yo. ¡Un hombre casero y arreglado!¡ una verdadera máquina! No me desagrada servir a una máquina.
Phileas Fogg había dejado su casa de Saville-row  a las once y media, y después de haber colocado quinientas setenta y seis el izquierdo delante del derecho, llegó al Reform-Club, pasó inmediatamente al comedor.
Tomó asiento en la mesa habitual dispuesta ya para él. Su almuerzo se componía, como era su costumbre, de un pescado cocido sazonado por una radish souce de primera calidad, de un rosbeaf escarlata salpicado de condimentos mushroom,* de una tarta rellena de ruibarbo y grosellas verdes, y de un pedazo de chester, rociado todo pir algunas tazas de ese excelente té, que especialmente se cosecha para el servicio del Reform-Club.

La vuelta al mundo en 80 diasWhere stories live. Discover now