- ¿Qué es lo que pasa? - preguntó.

- Nos vamos de viaje a la Isla de la Diversión, donde todos los días son fiesta y no hay colegios ni profesores. ¿Te quieres venir?

- ¡Venga, vamos!

Entonces, apareció el Hada Azul.

- ¿No me prometiste ir al colegio? –preguntó.

- Sí - mintió Pinocho. - Ya he estado allí.

Y, de repente, empezaron a crecerle unas orejas de burro. Pinocho se dio cuenta de que le habían crecido por mentir y se arrepintió de verdad. Se fue al colegio y luego a casa, pero Gepeto había ido a buscarle a la playa con tan mala suerte que, al meterse en el agua, se lo había tragado una ballena.

- ¡Iré a salvarle! - exclamó Pinocho.

Se fue a la playa y esperó a que se lo tragara la ballena. Dentro vio a Gepeto, que le abrazó muy fuerte.

-Tendremos que salir de aquí, así que encenderemos un fuego para que la ballena abra la boca.

Así lo hicieron y salieron nadando muy deprisa hacia la orilla. El papá del muñeco no paraba de abrazarle. De repente, apareció el Hada Azul, que convirtió el sueño de Gepeto en realidad, ya que tocó a Pinocho y lo convirtió en un niño de verdad."

Al terminar de leer aquella vieja historia que había pasado por tantos escritores que había perdido su historia original, Emily se había quedado profundamente dormida, para Emi esa historia significaba su propia historia, si bien ella no era de madera, ni le crecía la nariz ni orejas de burro cuando mentía; había sido engañada muchas veces hasta convertirse en un pseudo humano, a la espera de que llegará un hada azul y le transformará en una persona de verdad; aunque estaba claro que eso jamás pasaría y eso entristecía su corazón.

Cerró el libro para colocarlo con cuidado en el estante, no sabía que detrás de ella se encontraba Max mirando la escena, sabía a la perfección que ese libro ocasionaba dos reacciones completamente diferentes en sus personas más amadas; por una parte la simple idea de que un muñeco pudiera convertirse en una persona de verdad creaba una gran ilusión en Emily, por su parte Emi sentía que el corazón se le partía porque tomaba el rol del muñeco, nunca veía nada más alejado de aquella escena, un muñeco que había sido movido por los hilos del destino, en espera que un hada inexistente llegará a ella para poder volverla una mujer de verdad, sin darse cuenta de que ya lo era, simplemente necesitaba mirarse al espejo.

Tenía mucho tiempo pensando con detenimiento qué era lo que iba a hacer, y si bien le causaba un enorme terror saber el resultado de su determinación, debía de hacerlo, se lo debía. En la mesita de noche, debajo del libro que ella solía leer antes de dormir un sobre y dentro de él muchas palabras que habían salido de su corazón y que había llevado mucho tiempo poder expresarlas con cuidado sobre el papel. Su corazón se desbordaba en emociones diversas, deseaba sorprenderla, deseaba ver esos ojos brillar con ilusión, como hace mucho tiempo no los veía brillar; por otra parte sentía un miedo horrible invadirle cada fibra de su cuerpo, la adoraba tanto, que esperaba se quedará aún después de recibir aquello, aún después de saber la verdad, esperaba de todo corazón que sus sentimientos fueran mutuos.

No aguanto más, se acercó a ella, abrazándola por la espalda, ese calor, esperaba no desapareciera nunca de su lado, le hacía falta como el mismo respirar. No sabía cuándo Emi se había vuelto un soporte para su propia existencia, pero de una cosa estaba seguro, si Emi no estuviera a su lado, se volvería loco o moriría de la tristeza, como un ganso, esos animales emplumados que escogían una pareja de por vida y cuando su pareja moría ellos también lo hacían.

Mi querido jugueteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora