Mi querido juguete

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Jaqueline estaba en contra de todo, reclamaba, chillaba y hacía berrinches de manera alarmante, Max, siempre caballero, nunca colocó una mano encima de su esposa, hasta que esta, finalmente aceptó firmar aquellos papeles de divorcio, liberando una parte del alma de Max, la misma que clamaba con desesperación ver una vez más a Emi, sentir el calor de su cuerpo, estar siempre con ella, besar esos pequeños labios que siempre temblaban con el mínimo contacto, eso le daba gracia y hacía sonreír. Simplemente la amaba.

No pensaba que las cosas hubieran cambiado de tal forma, al principio Emi estaba renuente a sus caricias, si bien aún no consumaba nada en la cama puesto que Emi se ponía realmente nerviosa y en ocasiones comenzaba a llorar, se conformaba por el momento en sostenerla entre sus brazos y descansar, con aquel embriagante aroma que la chica ofrecía, porque ya era una chica, había dejado de ser su niña y se reprimía mentalmente por eso.

Observó a aquel hombre pequeño, encogido sobre su asiento, con la cabeza gacha, mirando sin reparó el cuello de la blusa de Emi, observaba sus curvas, esas que solo le pertenecían a él; veía con atención como su vista se paseaba por la anatomía de Emi sin reparo, hasta terminar sobre sus labios, mismos que se movían sin que ella pudiera evitarlo cuando tomaba dictado; estaba embelesado en aquel precioso color caramelo que brillaba por el labial que se había colocado, las pestañas de Emi eran lo bastante largas para destacar por debajo de sus gafas, mismas que desconocía cuándo había empezado a usar pero que se le verían extremadamente bien a su persona. Sintió ira al mirarle de esa manera tan descarada, podía ser quizás que aquella fachada de mojigatería había sido solo una tapadera para descubrir la forma de cerrar un trato, no lo pensó mucho tiempo para saber que así era; ese hombre había sido un enviado por parte de su hermano, pero no le daría el gusto a Diego de verlo enojado.

- Es por esta razón que si ambos ponemos de nuestra parte, será extremadamente gratificante para ambos. Además, solo por ser socio de mi hermano, le añadiré un 5 % extra. ¿Qué dice? ¿Trato hecho? – pronunció Max, sabía que aquel hombre no le había prestado atención, carraspeo un poco la garganta para llamar su atención, lo que consiguió a duras penas. Extendió su mano para estrecharla con la del contrario, sabía que no había escuchado la mitad de las cosas por pensar en quién sabe cuántas barbaridades con la pequeña Emi, pero no cedería, el placer te tocar a Emi era solo cosa suya.

- Eh, ah, sí, sí, ¿Dónde firmo? – estaba ansioso y podía verse en su tono de voz, sus manos sudorosas y la forma en la que pasaba saliva con dificultad.

- Aquí y aquí, ponga sus iniciales en esta línea y su huella por favor en el espacio en blanco. – Emi había sacado la esponja con tinta, colocó cerca del hombre, quien sin dudarlo y de forma rápida hizo todo lo que Max había señalado, ahora que los tratos habían terminado, era el momento gratificante para el cliente.

Cuando Emi estaba cerrando el estuche de la esponja entintada aquel hombre le tomó por la muñeca, Emi se asustó, ese hombre lo había visto en alguna parte, pero no estaba segura de eso, esa mirada lasciva le recordaba a algo que pasó cuando trabajaba bajó las órdenes de Diego y por esa razón de daba escalofríos estar en la oficina de Max por mucho tiempo. Observó al hombre, se relamía los labios de forma grotesca, ¿Cómo alguien tan pequeño podía tener semejante fuerza?

- ¿Podría soltarme, señor? – dijo intentando ser cortés, esperaba que esa petición fuera bastante para persuadirlo de hacer cualquier cosa que tuviera en mente.

- Señor Max... - dijo mientras sonreía, su mirada se afilaba bajo sus lentes. – Sé de buena fuente que esta mujer es un Pet, ahora que las negociaciones han terminado, ¿Puedo...? – no terminó la frase, Emi sintió un escalofrío recorrerle sin piedad la espalda, una pregunta se formó en su mente, ¿Volvería a ocurrir? Era probable, después de todo solo era un juguete.

Mi querido jugueteWhere stories live. Discover now