Una persona impecable

Magsimula sa umpisa
                                    

- Deja de decir tonterías, mejor por qué no piensas qué darme en mi cumpleaños, quiero que hagas esa torta de la vez pasada. Ya sé que padre no se la comió, pero yo sí y Diego también, Katia también probó un pedazo, eres muy buena en eso.

- Gracias... ¿Vas a querer algo más? ¿Qué quieres que te regale? Sé hacer muchas cosas, no han pasado 4 años en vano. – mostró una sonrisa autosuficiente, si bien era una fachada lograba que Babilas sonriera.

La relación de Babilas y Emi había mejorado al punto de que cada uno se veía como hermanos que se amaban, aunque para los extraños y aquellos que no conocieran la relación que los mantenía juntos eran simplemente una pareja saliendo juntos; había incluso rumores de que Emi y Babilas dormían en el mismo cuarto, si bien eso no era mentira, no tenían esa clase de relación, era simplemente que Emi no estaba acostumbrada a dormir sola, se sentía extraña y cuando lo hacía comenzaba a llorar entre sueños y sus sueños se volvían pesadillas, aterradoras pesadillas donde veía la muerte de Max; cosa que no deseaba ver, esa era la razón de que durmiera en cuarto de Babilas, en la misma cama y a veces, teniendo contacto con un cálido abrazo.

Para Babilas no había duda de que Emi había madurado en muchas formas, a pesar de que la familia Ferrer le llevaba al límite, con tareas y deberes que tenía que hacer si deseaba siquiera estar cerca de Max en el futuro; unos meses después de que Max se marchará al extranjero, Emi fue llevada con la cocinera, sería su ayudante en las horas en que debían preparar la comida. La amable señora mayor que era la cocinera le enseñó todos los trucos disponibles que tenía en su inventario; a pesar de eso Emi se interesó bastante por la repostería pues había notado que hacer esas pequeñas obras de arte que se podían consumir, lograban despejar su mente de la tristeza de tener que estar lejos de Max; por ello había pedido a los señores Ferrer que la inscribieran a un curso de repostería, aunque no estaba segura de cómo pagar los gastos que esto conllevaba; milagrosamente accedieron y durante un año a la edad de 13 y principios de sus 14 años ya sabía hacer grandes obras de arte con todo tipo de postres, los señores Ferrer sonrieron ante ella por primera vez.

Ese mismo año, la señora Michelle había tomado gusto por la música clásica, sin embargo, los instrumentos como el piano, el violín o la flauta dulce estaban peleados con ella; por tanto, mandó a llamar a Emi que durante seis meses tuvo clases particulares en la casa grande para aprender a tocar los tres instrumentos favoritos de Michelle; así lo hizo, contenta de poder presenciar la sonrisa de una mujer tan maravillosa como la señora Ferrer; el señor Laurence también estaba encantado con los progresos que tenía la niña en ámbitos caseros, pero no era suficiente para él, Emi no podría ganarse la vida de aquella manera, los postres y la música solo eran pasatiempos y debía tener los pies en la tierra y hacer las cosas necesarias para ser productivo en el mundo.

En la escuela mando a llamar al director pidiendo que fuera más estricto con ellos dos, a Babilas le dieron cursos de contaduría y administración de empresas mientras que a Emi le impuso un curso de mecanografía para llegar a ser una buena secretaria. Así fue que recibió su cumpleaños número 15, entre hojas de dictado que rápidamente tipiaba en la máquina de escribir con los ojos cerrados y cada error de ortografía le costaba un golpe con una regla de madera sobre las manos.

Parecería que era un abuso el que los señores Ferrer ejercían sobre los pequeños solo porque su señor no se encontraba cerca, pero lejos de lo que todos esperaban, los señores Ferrer solo deseaban ver que no estuvieran mortificados por su hijo, ellos también se estaban entreteniendo mirando cómo se esforzaban para poder cumplir con sus expectativas. Lejos de todas las tareas que le habían puesto a hacer a los pequeños ya que a Babilas le habían mandado aprender a arreglar automóviles como pasatiempo, también debían arreglárselas para dejar la casa limpia, si bien Katia y algunas otras personas les ayudaban en los quehaceres del hogar había cosas que solo ellos dos tenían permitido hacer, la servidumbre solo se encargaba del aseo de los pasillos y cuartos comunes, sin embargo, las habitaciones tenían que arreglarlas ellos; también para que esa casa no tuviera caos, habían mandado a Diego a que se encargará de todo. Si bien Diego no se encontraba todo el tiempo en la casa por cuestiones de negocio, procuraba estar tres días a la semana en casa cuando menos.

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