23. Desaparecidos

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Diciembre 9.

Luces fosforescentes de todo color por las paredes y en cada persona que mirasen a su paso, una canción de los ochentas reproduciéndose en un alto volumen, risas, choques de copas en todas direcciones... felicidad. La gente disfrutaba de una buena velada, todos tenían una sonrisa genuina en el rostro.

— ¡No lo sé!

Se escuchó un gritillo entre la multitud.

— ¿¡Pero cómo es que no lo sabes!? —Una voz masculina le reclama—, lo hemos hablado, tú me has dicho que lo nuestro continua, pero no lo siento como tal, algo está ocurriendo contigo, vamos a cumplir dos meses, ¡Dos meses! Y esto se está yendo al carajo por tu culpa, ¿Qué pasa contigo, ya no confías en mí?

Mirarlo a la cara debió ser lo mejor, sin embargo la vergüenza le impedía hacerlo, mirarlo al rostro le recordaría la traición que ha cometido. Prefirió no mirarle, ignorar sus acusaciones.

—De verdad que estoy bien, no sé a qué viene que me eches la culpa de todo —trató se excusarse, agregando—: no es como si fueras el novio cariñoso del año.

Para sorpresa de los presentes en la mesa en el que se encontraban disfrutando de la noche, asintió derrotado, y frunciendo sus labios, se puso de pie, tomó su mochila debajo de la mesa y con la intención de marcharse, le sentenció:

—Escucha bien, cuando me llegue a enterar que tienes a alguien más, esto se acaba. No sé qué es lo que te tengas, pero tu indiferencia conmigo me está desesperando. —Y sin más, se alejó hecho una ira.

Con la pena de ser el centro de las miradas de los novios de sus amigas, se puso de pie con la excusa de ir al baño, comentando que en un momento volvía, una de ellas decidió seguirle, estaba al tanto de su reciente comportamiento con su novio, solo ella conocía un secreto que desaprobaba, pero aun así trataba de entenderla.

[...]

—Me va a odiar, me aborrecerá cuando sepa lo que le he hecho —se lamentó—, él cree que soy alguien seria, con principios, ¡virgen, por todos los cielos! Pero... todo estaba tan bien, era todo tal cual pensaba, hasta que apareció José.

Cegada por los coqueteos de un hombre de veintinueve años, a quien se entregó sin objeciones, decidida y porque no, con un poco de vergüenza, aun así no quitaba el hecho de que había cometido un error. El haberse entregado a un hombre que no fuese su novio no le hacía verse como la mejor persona del mundo. Se sentía un completo desastre.

—El cuerpo habló por ti aquella tarde. —Trató de justificarla, abrazándola, apretándola a ella para mostrarle su completo apoyo, acunando su barbilla en su hombro— Viene siendo hora que ustedes dos terminen aquí o en serio no podrás vivir con ello si siguen juntos. ¿No lo has visto? Parece como si ya sospechara, vale más que se lo confirmes y termines todo ahí, de igual forma terminará odiándote de una u otra forma.

— ¿Y qué? Simplemente digo que lo lamento que le he sido infiel y no puedo seguir con él, ¿Y para qué? Ganarme su desprecio. Me va más decirle que esto no va funcionar y asunto arreglado —se atrevió a comentarle a gritos, mientras los ojos continuaban inundándoseles de lágrimas—. Yo lo siento, ya no sé ni lo que digo, supongo es mejor si le digo la verdad de una buena vez.

—Lo que decidas, estará bien. Sólo plantéatelo ya no alargar más esto. Después de salir de aquí, piénsatelo estando libre de alcohol, que esta cosa comúnmente nos hace hacer tonterías. —trató de animarle.

De verdad deseaba olvidar al menos por hoy lo ocurrido, ¡por Dios! Hoy merecía disfrutar de una agradable fiesta, su aún novio no podía jorobarle su reunión de amigas, además no deseaba que sus amigas se centraran en ella en vez de disfrutar la compañía de sus novios, a excepción de Susana, al parecer Elijah útilmente se encontraba poco dispuesto para pasar tiempo con ella, o al menos así le ha parecido esta última semana.

—cambiemos un poco de tema, ¿quieres? —Ofreció Delia— ¿Cómo va todo con Elijah?, hoy no lo hemos visto por aquí.

—Creo que ya no me quiere ese —le confesó con un tono de voz triste—. Últimamente me ignora demasiado, o sólo me dice que está muy ocupado para pasar tiempo conmigo, de verdad que trato de entender a Elijah, pero sencillamente no puedo.

—no digas eso. —Le reprendió.

La sacó a tirones del baño pero sin lastimarla, le animó a disfrutar de la fiesta así como lo haría después de lo sucedido con Roberto, a ella tampoco le afectaría estar distanciada con Elijah.

Así fue como entre bebidas y música, Susana comenzaba a ponerse ebria, bailaba, reía, y lo mejor de todo y la razón por la que la trajeron sus amigas; disfrutada de una maravillosa noche que pareciera haberle hecho olvidar que estaba triste por el cómo se comportada Elijah.

Todo aquello sin imaginar que era el centro de atención de una sola persona...

Desde un punto oscuro del establecimiento, es observada por una figura masculina muy conocida para ella, lucía más atractivo que en otras ocasiones en las que se habían encontrado y charlado, parecía hacerse cortado un poco el cabello, traía una camisa color tinto aunque no se distinguía por las luces mezcladas que se movían, fácilmente se confundían por un color oscuro, lo que le destacaban en aquella ocasión eran los pantalones de vestir ajustados que traía puestos, parecía haberse escapado de una fiesta de gala al parecer, a diferencia del resto de las personas que venían vestidos de manera informal pero sin aquel toque de elegancia.

Cuando tuvo oportunidad de verla un poco alejada de quienes supuso eran muy amigos suyos, se acercó sigilosamente, había reconocido solo a tres p quizás cuatro caras conocidas sin embargo los dos hombres presentes no le resultaban familiares.

Con gran facilidad se hizo de tomarla por la cintura y pegarse demasiado a ella, pegó su nariz en su oreja y respiró provocándole un cosquilleo en el oído, soltando una risilla.

— ¿Puedes adivinar quién está detrás de ti, Susana? —el olor a alcohol le llegó al olfato, pero se encontraba fuera de sus sentidos como para darse cuenta que ambos estaban completamente ebrios.

—Sí.

— ¿Cómo me llamo? —le pidió ahora. Viendo que ahora estaban siendo el centro de atención de los amigos de Susana. Él no parecía estar preocupado de ello, de hecho, estaban tardándose en darse cuenta que ya la tenía consigo.

— ¡Juan! —chilló feliz.

—Exacto dulzura.

Hecha un coraje fue Leslie quien se acercó a ello, sin que nadie más lo hiciera.

— ¿Qué es lo que pretendes? —Le increpó Leslie molesta por su presencia, ésta noche Juan no parecía estar bien o al menos eso lo percibió, esperaba estar equivocada.

— ¿De qué me estás hablando? —se hizo el tonto, oh por supuesto que sabía lo que hacía, había venido por ella, estaba al tanto de los problemas que tenía con su antiguo amigo, sabía dónde encontrarla y que no estaría con Elijah, así como también los planes que tenía con ella y él juntos.

Nadie los jorobaría.

—No te hagas, ¿Acaso la has seguido? —le acusó, cruzándose de brazos. Esto estaba mal para ella, no marchaba conforme lo planeado, el ver aquí a Juan y su amiga muy animaba con él no le hacia el favor de no complicar más la escena.

—Por supuesto que no, por quien jodidos me tomas, ella misma me ha dicho que está aquí y que viniera por ella, ¿Cuál es el pedo? —esta vez su tono cambió por completo, ahora lucia molesto.

Se giró sobre sus talones prometiendo que llamaría a Elijah para que llegara lo más pronto posible, y ambos no se marcharían, no cuando Elijah tenía el plan de casarse hoy mismo con ella aunque fuera un momento en que Susana no recordara del todo, y es que ella no aceptaría un matrimonio siendo tan joven.

Sin embargo les bastó un descuido para que ocurriera lo que más temían.

Ambos habían desaparecido.    


Los encantos de Elijah #wellen19Donde viven las historias. Descúbrelo ahora