ventiuno;

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— ¿Seguro que esto esta bien? —El rubio aún le daba la espalda a la chica, avergonzado de algo que ni él mismo sabía.

— ¿Nunca has dormido en la misma habitación que una chica? —Bufó ella, arrojándole con todas sus fuerzas el cojín con la mala suerte que no llegó a alcanzarlo.

Kaminari miró por encima del hombro en búsqueda de la chica que había decidido levantarse y pelear con los cables de la máquina de oxígeno que tanto le había sorprendido al entrar. Ella se había justificado con que no lo necesitaba y que lo único que era necesario es que él estuviera cerca por si algún problema nocturno surgía, pero él no llegaba a procesar la última parte.

Él se sentiría más cómodo durmiendo en el sofá o en algún otro lado, pero Jirou había insistido en sacar la cama que se encontraba debajo de la suya y que durmiera ahí, por comodidad de ambos, pero él no estaba cómodo, sólo preocupado por si hacía algo que pudiera alterar el sueño de su amiga.

— ¿Tienes que ponerte eso para dormir?  —Kaminari se atrevió a girarse como si fuera algo prohibido y preguntando algo que ya sabía.

—No, ahora que estoy tomando las pastillas no es necesaria a menos que me ahogue en mitad de la noche.

—Eso no me consuela mucho. —El rubio soltó una risa nerviosa, rascándose la mejilla.

—No pasará —murmuró levantándose lentamente de la cama—. Debería tomarme la medicación.

—Dime donde están y voy yo.

Él se adelantó, usando ese tiempo que a Jirou le había costado levantarse de la cama para adelantarse y casi abandonar la sala. Ella se encogió de hombros, sentándose de nuevo.

— En la cocina, al lado de un vaso vacío. Son tres cajas.

— ¡¿Tres?! —Ella asintió dejándose caer poco a poco en el colchón.

Escuchó los pasos fuertes de Kaminari corriendo por los pasillos para tardar lo mínimo en coger las cosas. Ella soltó un su suspiro, sintiéndose cada vez más débil cuando debería ser lo contrario. Los ojos comenzaban a llorarle de nuevo, sin control alguno y lo odiaba con toda su alma. Ella nunca había sido así, pero su situación le había convertido en una autentica llorona.

—Ya estoy. —Canturreó él, sentándose en el colchón de enfrente.

Jirou vaciló antes de volver a sentarse. El chico solo le miraba sujetando las cajas y el vaso como podía. Murmuró un gracias, cogiendo las cajas.

—Son muchas, ¿no? —Él le observaba fijamente mientras sacaba una pastilla de cada caja.

—Antes eran más, pero no puedo volver de repente a todas. —Dejó las cajas a un lado y agarró el vaso con la mano libre.

Él decidió volver a tumbarse y darle la espalda como antes, haciendo que ella ladeara la cabeza confundida. Dejó las cosas en la mesilla e imitó la acción de él, pero sin dirigir la mirada hacia la pared.

Estiró el brazo, intentando alcanzar su camiseta sin éxito. Estaba tan lejos y era tan inalcanzable para ella en todos los aspectos de su vida que le dolía. Sentía que él sólo estaba junto a ella por pena y nada más que eso, algo que odiaba con toda su alma, pero no podía odiar a Kaminari, le era imposible.

— ¿Sucede algo, Jirou? No has apagado la luz.

Ella reprimió un grito cuando le vio girarse, agarrando la sábana, tapándose completamente y dándole la espalda. Kaminari le miró extrañado antes de abalanzarse con cuidado sobre ella, sin llegar a tocarle por si le dañaba. Él sonreía mientras ella solo ocultaba el rojo de sus mejillas con la sábana.

—Ya son las doce, ¿no? ¡Feliz cumpleaños!

Jirou se quedó sorprendida sin saber como reaccionar. Se limitó a comprobar si la hora era correcta antes de asentir numerosas veces.

— ¿Quieres hacer algo especial? —Ella frunció el ceño confundida—. Por tu cumpleaños, alguna cosa.

Ladeó la cabeza, desviando la mirada y sonrojándose de sólo imaginarse diciéndoselo.

—Jirou. —Acabó tumbándose a su lado ya que sus fuerzas no daban para más.

—Es un poco egoísta. —Soltó en un hilo de voz.

—Dímelo y veremos si lo es.

Ella balbuceó algo imposible de entender antes de soltar lo que pensaba, sin dudarlo mucho más.

—Quiero estar contigo todo lo que me quede aquí, Kaminari —murmuró sin poder mirarle.

Dichas palabras pillaron por desprevenido al rubio, sonrojándose y queriendo evitar el tema, pero no podía, era Jirou quién se lo pedía y se había dado cuenta de que por ella haría cualquier cosa.

— ¿Eso son muchos años? —dijo él sin poder quitar la sonrisa del rostro.

—Espero —musitó girando su rostro, dando con la brillante mirada del chico.

Ella sonrió haciendo al rubio el hombre más feliz del mundo, pues él también esperaba estar años junto a ella.

De acero inolvidable; KamijirouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora