veinte;

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Kaminari volvió a intentar preguntarle sobre si estaba bien que cancelara sus planes por estar con él, pero ya sabía la respuesta, claro que la sabía.

Jirou sólo se dedicaba a mandarle miradas fulminantes cada vez que él intentaba decir el nombre de Yaoyorozu o viceversa.

Sus amigas se llevaron un chasco tremendo que él llevaba arrastrando toda la mañana, pues el niño nuevo, además de conseguir que su amiga volviera a ser sociable, había secuestrado a la chica, aunque mejor dicho sería que ella le había obligado a secuestrarle.

La de cabellos morados parecía mejor, no al cien por cien, pero ya pasaba el veinte por ciento de principios de curso. Kaminari se sentía un triunfador por sólo ver como desaparecían esas ojeras y como su piel parecía menos pálida, aunque el azul de sus labios aún quedaba.

Él no había preguntado por eso, nadie lo había hecho y, aunque la curiosidad le matara, no debía hacerlo. Sólo sentía la absurda necesidad de tocar esos finos labios para ver si ese azul desaparecía como si fuera un pintalabios cualquiera.

Mientras él se centraba en ese misero detalle, la chica dejaba caer la mirada a las manos de Kaminari. Unas manos grandes y cálidas que sentía tan y tan lejanas cuando lo único que quería era cogerlas y notar ese calor que a veces añoraba, porque su propio cuerpo no era capaz de proporcionarlo.

Al mismo tiempo se sentía valiente y aterrorizada. Quería alcanzarlas pero no sabía como iba a reaccionar el chico. ¿Y si le llamaba cualquier cosa? ¿Y si quería alejarse de él? Además, estando en público podía pasar vergüenza y verse obligado a hacerlo por no dejarle mal.

Ella misma se golpeó las mejillas con ambas manos sacándose de su trance y al rubio del suyo.

— ¿Su-Sucede algo, Jirou? —Se atrevió él a preguntar.

—V-Vayamos a casa ya, p-por favor —murmuró apretando las manos en un puño y andando rápido, sabiendo que luego eso le pasaría factura.

Jirou sabía que se estaba volviendo loca, que las pastillas le habían bajado las defensas y que por eso actuaba así entre otras cosas en la lista de chorradas monumentales que estaba inventando para justificarse de que Kaminari no le hacía sentir algo especial, que eran culpa de terceros.

Quería engañarse por el bien de ambos, pero ya era tarde.

De acero inolvidable; KamijirouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora