Capítulo 47. No nos rendiremos

19.9K 2.2K 68
                                    

—Clo, ¿qué pasa? —preguntó Nicole que acababa de llegar junto a María.

—Nicky, hay que irse. Los repudiados no tardarán en llegar.

Dicho y hecho. Una gran estampida se vino hacia ellas. Todos trataban de huir desesperados. Las paredes temblaban y los muebles caían al suelo creando estragos.

Nicole se giró hacia María, Óscar estaba en el lago y era él único capaz de hacer algo.

—¡Corre, ve a por Óscar! —le ordenó.

María se negó. No pensaba dejarla ahí.

—Ven conmigo —le suplicó.

Nicole sabía que era imposible. Ella no podría salir de ahí con vida. Todos la conocían y sabían que era una Domadora y una Jaquinot. Para los repudiados era muy valiosa, no la dejarían escapar. En cambio, nadie sabía el poder de la joven Ignis. Para ellos no era una amenaza y quizás con suerte sí que pudiese salir del recinto.

—¡Vete ya! —le ordenó.

Si esperaba más no sería capaz de lograrlo. María la miró angustiada, no quería dejarla ahí, pero sabía que no había otra opción así que echó a correr hacia el lago.

Pocos minutos después las puertas del Morsteen se cerraron. Nadie más podría salir de ahí. Una fuerte risa inundó todo el pasillo. El dueño de aquella risa era el repudiado de antes, el de la conexión con el estirge.

Avanzaba despacio, pero con firmes pasos e iba mirando a todos los alumnos que lo observaban aterrorizados. Veinte hombres y mujeres más le acompañaban.

Caminó hasta quedarse frente a Nicole y Claudia que estaban cogidas de la mano. Clo aún miraba a Bea dolida, que se situaba al lado del hombre. No entendía cómo podía haber sido capaz de semejante atrocidad.

—Qué tierno. Juntas hasta la muerte... Vuestros padres estarían orgullosos —dijo entre risas el repudiado.

—¡Deja ir al resto! No los necesitas —exclamó Nicole sin titubear.

—Vaya, qué valiente la pequeña Jaquinot —su voz era una mezcla entre burla y admiración —. ¿Y quién me va a obligar?

Nicole soltó la mano de Clo, si era necesario ella misma lo obligaría, pero su amiga, que la conocía como a una hermana, la agarró fuerte. No era el momento. Tenían que esperar y aprovechar cuando tuviesen la más mínima oportunidad. ¿Cuándo se había vuelto Claudia tan sensata?

Poco a poco todos los alumnos que no habían podido escapar se fueron posicionando detrás de las jóvenes Domadoras. No es que fuesen amigos suyos, pero creían que eran las únicas que podrían defenderlos.

Nicole se giró y miró la cara de los presentes. Tenían tanto miedo... Había personas de todas las edades, niños que nunca habían tenido un combate, que ni siquiera lo habían presenciado, y algunos más mayores que tampoco habían sido entrenados para aquello. Sabía que no tenía porqué, pero se sentía responsable de ellos.

—¡Muy bien, buscad a todos los Domadores que haya aquí y separadlos! Si los tenemos controlados no habrá problemas —se giró hacia Bea—. ¡Ve con ellos e indícales quiénes lo son!

Los repudiados comenzaron a recorrer las instalaciones en busca de los Domadores. En pocos minutos tenían a los trece jóvenes separados del resto. Claudia y Nicky se miraron, no había ni rastro de Nate, ni de Bruno. Nathaniel seguiría en el lago, ¿pero Bruno?

—Bien, seamos claros. No quiero tonterías, a la mínima os mato y problema solucionado, ¿está claro? —exclamó el líder de forma amenazante.

Los Domadores miraron a Nicole y los otros dos chicos de último curso. Ellos se suponía que eran los más preparados para estos casos, sin embargo ninguno sabía muy bien qué era lo que había que hacer. Lo importante en ese momento era ganar tiempo hasta que María llegase a donde Óscar y, una vez ahí, él tramase un plan de rescate.

—Ahora me acompañaréis al despacho de la directora sin oponer resistencia, ¿verdad? —dijo con una falsa sonrisa de amabilidad.

Caminaron hacia el pequeño despacho todos juntos, pero sin mediar palabra. Al repudiado se le veía ansioso por llegar.

Una vez dentro comenzó a buscar desesperado algo, pero no lo encontró. Después de varios minutos en el que lo puso todo patas arriba para no lograr encontrar lo que buscaba estalló.

—¿Dónde está? —chilló mirando a los chicos.

Ellos le iban a ayudar a conseguir eso que tanto ansiaba o los mataría. Ellos tenían que saber dónde estaba. Debían saberlo o todo habría sido para nada...

Los jóvenes domadores se miraron entre ellos, no tenían idea alguna de qué era lo que estaba buscando. Y aunque lo hubiesen sabido, nunca se lo hubiesen dicho. Habían sido entrenados para soportar cualquier tipo de tortura y no confesar nunca.


Domadores  | #1 | (En Amazon)Where stories live. Discover now