Capítulo 2. Domadores

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María repasaba al detalle su nueva habitación, no podía creerse lo amplia que era. Ni siquiera el salón de su casa era así de grande. A la derecha de la puerta estaba su cama con una mesilla de madera a cada lado. Después, un pequeño espejo junto a un corcho donde poder colgar las fotos de su familia y amigos. Más a la izquierda una estantería, un espacioso armario, varios cuadros, anuncios de la institución y una puerta que llevaba a un sencillo baño. ¡No podía contener su alegría!

Comenzó a deshacer la maleta y a ordenar sus cosas. Una vez terminó, levantó la vista hacia el calendario que estaba colgado en la puerta. Hasta el lunes no empezarían las clases, tenía dos días para familiarizarse con las instalaciones y para hacer amigos, ¿por qué no? Ella siempre había sido una chica muy sociable, aunque, a excepción de su madre, nunca se había tenido que relacionar con gente con poderes. A decir verdad, aún seguía sin creerse que ella los tuviese, o los fuese a tener, porque seguía sin sentir nada.

Salió de la habitación a toda prisa con la mala suerte de que nada más abrir la puerta chocó con la segunda joven que había dado el discurso. Aquella rubia con cara de pocos amigos que había hecho la "amable dedicatoria".

—Yo, lo siento —tartamudeó María.

Claudia la miró furiosa, pero justo cuando iba a hablar la directora apareció.

—Señorita Calonge, ¿por qué no muestra a María nuestras instalaciones? Y sea amable.

Un momento, ¿cómo sabía la directora su nombre? No recordaba haberla visto antes. Bueno, eso no importaba ahora, lo importante era no cabrear más a esa chica, no tenía pintas de tener mucha paciencia y, por como se había comportado antes, estaba claro que no había que tenerla de enemiga.

María se apresuró a decir que no hacía falta, pero la mujer de aspecto sobrio y algo terrorífico no quiso escucharla. Desde cerca se podía ver que realmente no era tan mayor como parecía. Sin embargo, la cicatriz en el lado derecho de su rostro, la ropa oscura, el pelo recogido y su rostro serio, la hacían envejecer.

—Muy bien, esto es el pasillo, si sigues recto hay clases y si quieres saber algo más preguntas —le explicó Claudia una vez la directora se había marchado.

Después comenzó a andar, pero a los dos pasos se giró.

—Pero no me preguntes a mí, ¿está claro?

Rápidamente María asintió con la cabeza y se quedó ahí inmóvil mientras la veía irse poco a poco. Todo le daba vueltas, menuda primera impresión, ¿serían así todos?

—No le hagas mucho caso —escuchó una voz a su espalda—. Por cierto, soy Beatriz, pero llámame Bea —dijo la joven pelirroja avanzando hacia ella y tendiéndole la mano.

Beatriz era algo más bajita que ella, y eso ya era decir. Su cabellera rizada que apenas le llegaba a los hombros y su rostro claro lleno de pecas le hacían parecer mucho más joven de lo que era en realidad.

—Encantada, yo soy María —se presentó tímidamente colocándose uno de sus dorados mechones detrás de la oreja.

—Sí, lo sé. Aquí todos hablan de ti. Eres la anormalidad.

La naturalidad con la que la chica se refirió a ella con este término extrañó a María. Desde luego no era la forma más agradable para nombrarla, pero sobre todo ¿cómo que todos hablaban de ella? Por un segundo se sintió como un bicho raro.

—Venga, no te quedes ahí parada, vamos a tomar algo. Y no te preocupes por Claudia, es una Domadora y se cree superior a todos los demás por ello. Todo su grupito es así. Lo mejor que puedes hacer es no acercarte a ninguno de ellos —dijo entre suspiros.

—¿Domadora?, ¿qué es eso? —preguntó María algo confusa.

¿Sería algún tipo de nombre de esos tan cursis que se ponen los grupos de amigos? La verdad es que daba un poco de mal rollo.

Beatriz la miró algo extrañada.

—¿Nadie te ha explicado los grupos en los que está dividido el Morsteen? —preguntó, y al ver la cara de la joven le quedó bastante clara su negativa—. Aquí hay diferentes grupos según tus habilidades. 

¿Tipos de habilidades? Ella pensaba que todos tenían los mismos poderes. Claro que algunos serían mejores que otros, pero su madre jamás le había hablado de que hubiese diferentes, y lo peor de todo era que ella no tenía ni idea de cuál era la suya.

Al ver la cara de confusión de la chica, Beatriz comenzó a darle una breve explicación.

—A ver, el Morsteen está formado por diferentes grupos. Están los que, como yo, controlamos la vegetación y los pequeños animales que pisan la tierra. Nos llaman Natura. Después están los que dominan el viento y sus aves. También los que someten el agua a su voluntad y a los peces, y, por último, los Domadores. Su magia es algo diferente.

María iba asimilando poco a poco toda la información. Tenía sentido, parecía que cada grupo controlaba un elemento. Sin embargo, no le quedaba muy claro qué era eso de Domadores. ¿Tendría que ver con el elemento que faltaba? No podía quedarse con la duda así que le pidió que prosiguiese.

—Nuestra magia es algo natural, algo pacífico. La suya es magia de combate. Controlan un poco de todo, pero no como nosotros. A ellos se les enseña a usarla en ataques, son como los soldados del régimen. Además, controlan animales extraordinarios. Los mejores incluso pueden llegar a conectar con dragones.

No entendió muy bien lo que significaba eso de "conectar", pero en ese momento eso no le importaba demasiado.

—¿Dragones?, ¿alguno de los alumnos es capaz de eso? —preguntó sin poder reprimir su asombro.

Beatriz negó con la cabeza.

—Es magia muy avanzada. Ni siquiera los profesores son capaces, aunque—Hizo una pequeña pausa—, la directora sí, pero es muy peligroso, muchos han muerto intentándolo —añadió encogiéndose de hombros.

Esa frase le hizo recordar la cicatriz que había estado observando antes en el rostro de la directora. Seguramente sería de una pelea con un dragón. Podía sonar algo temeroso, pero ella solo sentía una indescriptible felicidad.

—Bueno, dejemos de hablar de esos engreídos. ¿Te apetece tomar algo?

María asintió y juntas comenzaron a caminar hacia la cafetería.

Domadores  | #1 | (En Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora