II (2) - CAPÍTULO

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Al regresar a casa tengo dos opciones.

1. Tomar el transporte.

2.Regresar caminando

Y sinceramente no pretendo caminar prácticamente una hora hacia casa. En auto son quince minutos, qué se espera de ir a pies.

Claro... lo que pasa es que mis padres piensan que aún no como hacerme cargo de las cosas materiales importantes.

Soy considerada una niña aún, y no es así. Cumpliré 18 años en un mes y aún no se como cuidar las cosas según ellos... ¿bien no?.

Suspiro mientras camino, en serio necesito manipular a mamá para obtener un auto.

-¡Susan!.- gritan mi nombre a distancia.

Protejo mis ojos del sol con la mano sobre la frente.

Es Roger.

-¡Hola!.- Saludos abrazándole, él es mi salvación.

Me aprieta en su pecho y sonríe.

Huele realmente bien.

-Ven, te llevo a casa.- entrelaza una de sus manos en la mia y me encamina a su auto.

-No podría decir que no a esa propuesta. 

Nos adentramos en el primer desvío.

-¿Cómo has estado?.- pregunta sin mirarme.

-Bien... ya sabes aburrida de la rutina, todos los días es lo mismo, entre levantarme, peinarme y lidiar con Matt no sé qué es peor.- Mantengo la mirada en la carretera

-Tienes una vida muy estresante.- echa a reír.- No quiero saber cuando seas cien por ciento adulta.

La diferencia no debe ser tanta.

- Y... ¿qué tal la universidad?.- Volteo a mirarle.- me dijo Matt que estás a unos meses de graduarte.

-Sí, listo para ejercer.- hace un corto silencio.- y dar todo a una niña que se merece absolutamente todo.

Nos miramos unos segundos, puedo asegurar que sentí aquella corta frase en el fondo de mi estómago.

Roger por lo general es el amigo más tierno que ha tenido Matt en toda su vida.

Roger es alto, la misma estatura que Matt.

Él tiene ojos cafés muy claros, es de tez blanca y cabello negro, y no falta decir que también va al gimnasio con mi hermano. Diría yo, el chico que toda chica quisiera.

Los últimos días al mirarlo solo tomaba esa risita tonta de dientes perfectos y yo solo podría responder con una sonrisa de labios cerrados.

Al darme cuenta que ya estábamos en casa le di las gracias y me despedí con un beso en su mejilla, imaginándome que se iría a su destino. Pero no fue así, bajó del auto y cargó mi maleta hasta la entrada.

- ¿Pasa algo? creía que te irías.- digo extrañada.

- No pasa nada.- Me mira.- casualmente vendría a tu casa y pasé por tu secundaria a ver si te encontrabas.

- Está bien...- llegamos a la entrada.- Eres afortunado, te he regalado un beso.

Una pequeña mirada acompañada de un levante de ceja llega a mí.

- Nunca está de más un beso sin razón.- Abre la puerta de casa y entra completamente.

Siendo que he recibido dos indirectas en menos de cinco minutos, es eso, o estoy empezando a ver cosas donde no las hay.

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