Mi doncella recién llegada sacudió la cabeza mientras la perrita se acercaba a nosotras con intención de saludarnos y recibir nuestras caricias; Bathsheba la cogió en brazos de manera distraída, acariciándola por detrás de las orejas. Su mirada, sin embargo, estaba clavada en su hermana.

Briseida no parecía traer buenas noticias del exterior.

—Han llegado tres demonios más —anunció con tono lúgubre.

Bathsheba me lanzó una rápida mirada antes de devolverla a su hermana, Briseida estaba cabizbaja por habernos dado tan malas noticias. Mi corazón encogió de tamaño al escuchar que Barnabas no sería el único invitado que campara a sus anchas en el castillo; tampoco estaba segura de cómo serían los recién llegados. Y no sentía las mínimas ganas de conocerlos.

—Tantos demonios llamarían la atención —me atreví a decir—. En la aldea, quiero decir.

—El castillo está bien protegido para que nadie fuera de la aldea sepa lo que ocurre en su interior —me aseguró Bathsheba—. Ninguno de los demonios podrá salir de aquí, si es eso lo que te preocupa.

Lo cierto es que no había pensado en que la Maestra hubiera estado atrayendo a demonios hasta allí para atacar la aldea, para sembrar el caos del mismo modo que sucedió en el pasado; el Señor de los Demonios ya había logrado aplastar la revolución que se produjo con la llegada de las criaturas que habían intentado reducir a cenizas nuestro reino, pero la Maestra... Nayan había advertido a Setan sobre las consecuencias que tendría sus negativas a seguir sus órdenes. ¿Y si la Maestra había estado planeando un nuevo ataque para intentar castigar a su pupilo? Era evidente que los aldeanos odiábamos al Señor de los Demonios por lo que significaba para nosotros. ¿Y si la Maestra decidía usar en su beneficio ese odio para crear una nueva sublevación, para acrecentar ese odio hacia Setan y hacerle perder el poco control que mantenía sobre el reino?

Bathsheba me había asegurado que nadie saldría del castillo pero... pero no confiaba en el control que mantenía la Maestra, la verdadera dueña de todo aquello. El Señor de los Demonios había resultado ser un mero títere, detalle que nadie sabía fuera de aquellos muros de piedra.

Todos veían la amenaza que suponía Setan.

Pero no sabían que había alguien peor: una mujer de rostro dulce y que parecía estar hecha de luz pero que, en realidad, guardaba en su interior maldad. Una fachada bien perfeccionada; una trampa para los pobres incautos que confiaban en su rostro y su sonrisa.

Mis doncellas confundieron mi silencio con miedo hacia los recién llegados, ante la amenaza que representaban para mí. Barnabas había sido capaz de apreciar que había algo extraño en mí, algo que lograba atraer la atención del resto de demonios... bien porque me veían como una amenaza, bien porque sentían curiosidad por saber qué era yo.

Bathsheba se inclinó sobre la mesa para darme una palmadita en el dorso de la mano, intentando consolarme. Haciéndome saber que se encontraba a mi lado, apoyándome... y protegiéndome.

—Ellos están lejos de aquí, Eir —me dijo, sonando demasiado segura—. El amo se habrá encargado de instalarlos en las plantas más altas del ala prohibida.

Estaba convencida de que el Señor de los Demonios no se habría arriesgado a que pudiera haber otro encuentro como el que tuvimos con Barnabas. Sin embargo, la Maestra empujaba a que los hubiera, mediante la inestimable ayuda de las dos gemelas, que parecían estar encantadas sembrando la discordia en el interior del castillo.

Asentí, dándole la razón a mi doncella.


«Ven a verme a las almenas.»

Queen of ShadowsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora