Los muros están pintados de un suave color ocre a excepción de uno. La pared a mi izquierda es un mural lleno de color que a simple vista no parece ser más que una silueta femenina, pero si se analiza el tiempo suficiente uno puedo ver más allá de eso.

Hecho una mirada al muchacho que atropellé y me pongo de pie para acercarme hasta el muro. Ya a unos pocos centímetros de distancia ladeo la cabeza y recorro con la mirada los gruesos y finos trazos de un pincel, los puntos llenos y las curvas de cada forma: la pared parece ser blanca a lo lejos, pero de cerca se puede apreciar el relieve de las palabras en otro idioma. Como foco de atención aparece el perfil y torso de una mujer, el cual está hecho y relleno en su totalidad con pequeñas flores que reconozco como las denominadas mugunghwa.

No intentes pronunciarlo.

La flor nacional de Corea del Sur es una combinación de blanco y tonos rosados y rojizos junto con destellos de un pálido amarillo. Centenares de esas flores fueron pintadas para darle forma a la mujer que es plasmada en este muro, mujer cuyas facciones fueron hechas con curvas verdes de los que simulan ser tallos y hasta se vislumbran pequeños detalles en negro.

Me atrevo a recorrer con mis dedos los símbolos y su prominencia e inútilmente intento descifrar lo que dice. Apenas puedo lidiar con mi propio idioma y ya quiero traducir coreano.

 Casi puedo escuchar a mi hermano diciendo típico de ti, parásito. 

Pienso que probablemente Akira vive con sus padres y la familia quiso plasmar algo de su país en su hogar en una forma de sentirse más a gusto o tal vez más conectados.

—Simbólico, introspectivo y sutil—clasifico en tres adjetivos en voz alta, asintiendo en dirección a la pared. Este mural tiene mi aprobación, lo cual en términos artísticos no vale nada dado que apenas puedo recordar los colores primarios.

Me gusta apreciar el arte, ¿pero crearlo? Imposible. Soy del tipo que dibuja los cuerpos de las personas con palos y círculos para representar las cabezas, obviamente esto va acompañado por dos puntos que se interpretan como los ojos y una curva para la sonrisa. ¿Ropa? Van desnudos o las chicas con solamente una falda hecha con un triángulo.

 Soy del tipo que dibuja nudistas.

—¿Por qué?—inquiere una voz a mis espaldas.

—Simbólico porque representa algo—señalo cruzándome de brazos y escudriñando la pared. —Algo que es propio de un país, de una cultura y su tradición. La flor de un lugar puede ser un reflejo del mismo—sigo entretenida. —Es introspectivo porque al mirarlo se desencadena una reflexión interna sobre qué es lo que significa y a su vez es sutil porque no es algo llamativo, sino más bien delicado e ingenioso. Uno tiene que mirarlo por varios minutos para captar la esencia de lo que verdaderamente es—explico sonriendo ante el trabajo. —¡Además esta cosa es preciosa! Me lo tatuaría en una nalga si conociera al artista—comienzo a reír.

Entonces la risa cesa.

La sonrisa se desvanece.

Y me doy vuelta al percatarme de la persona que acaba de hablarme.

—¡Lo siento tanto!—me apresuro a decir por vigésima vez, pero esta vez el muchacho que atropellé puede oírme dado que ya no está inconsciente.

¿Cuánto tiempo estuve mirando la pared como si hubiera reencarnado en un florero?

El llamado Blake está ahora sentado frotándose la nuca con cansancio y cerrando los ojos con pesadez.

—Perdón—digo una vez más mientras me aproximo rápidamente a él y coloco mi cabello tras mis orejas. La culpa me carcome de adentro hacia afuera. —Estaba distraída porque miré por el espejo retrovisor y vi el terrario de Gloria vacío, entonces me di vuelta por un segundo para ver dónde estaba y terminé arrollándote—explico con rapidez tomando lugar a su lado. —Fue mi culpa, soy una mala conductura. Lamento tu contusión de primer grad...—mis palabras se desvanecen en cuanto levanta la vista y me mira por primera vez.

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