Capitulo 23: Descubriendo.

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Capítulo 23: Descubriendo.


Rochel llegó tarde al apartamento, como las doce rayando. Después del concierto, o mejor dicho, antes de que se acabara, Ollie la llevó a cenar a un restaurant.

La dejó frente al edificio y esperó que ingresara al lobbie. Se fue finalmente cuando ella ya había entrado.

Rochel abrió la puerta, y trancó en seguida. Fue directamente a la habitación, y se lanzó en la cama, con todo y la ropa que llevaba puesta, y sin quitar la sabana que estaba tendida.

Cuando volvió a abrir los ojos, eran las siete en punto de la mañana de un miércoles laborable.

—Ya cuadraste Rochel —se dijo así misma mientras se levantaba. Estaba tan agotada que se había despertado en la misma posición que durmió.

Hizo su rutina de la mañana el triple de rápido que lo que se supone lo debía hacer. Se saltó el café, y el peinarse. Por lo que mientras bajaba las escaleras era que se amarraba el cabello con un pincho.

Aun no sabía si la regla de cero maquillaje había sido abolida por completo, pero la verdad es que estando con Erín, no veía mucho a las otras empleadas, y ellas tampoco veían a ellas dos.

Pero usaban. Esas capitaleñas, ese nuevo cuerpo de empleadas, no eran tan dóciles en cuantos a básicos derechos, sabían que no podía prohibirles usar maquillaje así radicalmente.

Jorge le tenía un taxi todas las mañanas a Rochel, para que no fuera en transporte público al trabajo ningún día. Esa mañana su viejo chofer, un tipo como de sesenta años, con canas, y una barba bien cuidada se encontraba afuera bebiéndose un café en un pequeño vaso plástico.

Se había nublado de la nada, pese a ser verano. Era una de las ventajas del trópico.

—Buen día señor Díaz.

—¿Y entonces? —Preguntó, bebiéndose de golpe el poco que quedaba del café que Ro añoraba, y le abrió la puerta—. Hoy le cogió el sueño.

—Más o menos. —Se lamentó, subiéndose al vehículo.

Llegó a la empresa pasada de las ocho, si salía tarde de su hogar, el tráfico era más pesado.

Cuando ingresó, ya todo estaba en pleno apogeo. Subió en el ascensor hasta el piso de la oficina de Erín, y casi corrió a su estación que todavía estaba cerrada. Encendió su computadora de mesa y luego exhaló.

Llamó a la oficina de Erín para avisarle que había llegado. Ella le respondió pidiéndole que pasara de inmediato.

Rochel, nerviosa, se pasó la mano por el cabello y se miró en el reflejo de su celular.

Entró y se encontró con la sorpresa de que los padres de Erín estaban allí.

—Buenos días, Ro. —Erín le sonrió, la pareja de esposos no se había dado la vuelta aun para verle—. El sábado en la noche haremos el lanzamiento de la campaña publicitaria para gestionar la venta de las propiedades. Esa noche es que planeamos vender, por lo menos, —Miraba unos papeles que estaban encima de su escritorio—, el treinta o cincuenta por ciento de las propiedades, lo que es un gran reto, porque apenas se han empezado a construir. Quiero que te encargues de, por favor anota...

Rochel casi entró en pánico, no tenía su libreta de apuntes.

—Busco algo donde apuntar, un segundo.

—No, no, toma una hoja de acá, un lapicero. —Señalaba la impresora a un lado de su escritorio, y después le extendía el lapicero. Rochel caminó hasta allí, viéndolos ahora a los dos de frente.

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