Capitulo 17: De vuelta a la realidad.

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El lunes Rochel estaba de vuelta a la rutina, pero un tanto diferente. Aún estaba lastimada por la forma en que Jorge no le volvió a hablar. Cuando pasó el tiempo pudo sopesar las consecuencias de sus acciones, salió a la gala y se desapareció. Tal vez él estuvo muy preocupado. Pero no reclamó como debía, ni siquiera le importó saber dónde ella estuvo en todo ese tiempo, y eso le reveló a ella que tal vez no era tan importante para él.

Ella simplemente era la otra. Una segunda opción, para cuando su mujer no pueda estar presente, el compromiso era casi nulo, por lo que parecía que no le importaba si ella salía y no daba explicaciones.

Esa mañana, mientras entraba a las instalaciones, echó a un lado todos sus deseos de querer hacer caer a Margaret. Solo quería un respiro y olvidar todo lo acontecido con Jorge. Pero era casi imposible. Se acordaba constantemente de él.

Subió hasta el piso de Erín y arreglo su estación. Fior llegó. —Hola, Ro. La señora Margaret dijo que vaya directo a su oficina.

Rochel sintió los usuales sentimientos en su pecho de miedo a ser descubierta. Pero en ese momento, le importaba un comino. Su esposo era el peor.

Tomó su bolso y volvió a bajar hacia donde la señora Margaret.

Como siempre, se veía despampanante. Solo ese día se dio cuenta que tal vez ella no era afortunada por tener a Jorge, sino que Jorge era afortunada de tenerla a ella. ¿Qué más se podía desear?

Su cabello rubio caía en cascadas casi a la cintura y su vestido café era hermoso. Sus tacones negros y sus joyas. Era una exquisitez mirarla y no podía quitarle los ojos de encima.

—¿Cómo te fue viendo a tu familia? —preguntó Margaret. La verdad era que, al contrario de ella, Rochel no se veía tan bien. Tenía bolsas debajo de los ojos, como si no había dormido bien, y sin maquillaje, no podía disimularlas—. Como que necesitas dormir mejor. —Margaret también pensó que necesitaba maquillaje.

—Me mudé y no logro acostumbrarme. Con mi familia me fue bien, ya los extrañaba demasiado. Estuve al quedarme. —Sonrió débilmente. Recordó lo de las mentiras, ¿hasta cuándo nadaría sabiendo que se va a ahogar?

—Ojalá te acostumbres.

Idiota. Pensó Rochel, es tu culpa que tuviera que mudarme.

—Quiero que me ayudes a organizar un poco por aquí.

—Con gusto lo hago, cuénteme un poco del sistema que le gustaría.

Margaret le mostró su antigua agenda. La estaba llevando una muchacha que se llamaba Stacy en el recibidor. Desde que Miranda fue despedida, ella había tomado el control. Pero no lo hacía muy bien.

Margaret se entrevistaba con algunos clientes que querían hacer negocios importantes, y también dirigía otras empresas subsidiarias de la compañía, tenía que manejar su día y que le sobrara tiempo para ir a sus sesiones en el spa antes de las cinco de la tarde.

Cuando Rochel terminó de organizar todo le dolía la cabeza. Margaret se había pasado el mayor tiempo del día contestando llamadas y salió en tres ocasiones. Cuando volvía de la tercera ocasión, Rochel estaba colocando unos folders en su escritorio bien apilados y observaba una foto familiar de hace unos años atrás.

—Rochel, no me has contado nada de ti.

Ro se espantó. Dejó los folders abajo y levantó la mirada, se pasó las manos repetidas veces por su falda lisa y miró los grandes ojos avellana de su interlocutora.

—Señora Margaret, he terminado de organizarlo todo. Encima están los clientes con cita mañana, y ya revisé los dos cierres en las dos compañías, todo estaba en orden, en cuanto a las personas que ya decidieron si realizarían el contrato, quieren saber si es posible realizarlo como una promesa de venta y no como una compra.

—Santo Dios, ¡que gente más complicada! Un día que sí, otro que no. —Caminó hasta su escritorio al lado de Rochel—. Saca el expediente, dámelo, se lo pasaré a la asistente de Jorge, yo no atenderé a esa gente mañana, me llenan de estrés. Son peores que los italianos de Erín.

—¿Qué paso con los italianos de Erín?

Margaret buscaba algo entre los folders que Rochel acababa de colocar. —Le han quitado un diez por ciento de la promoción para otorgarlo a otra empresa.

—Pobre Erín. —Rochel comentó aun mirando a Margaret buscar entre los folders. Algo le molestó y se apartó, caminó hacia el centro de su oficina y Rochel sacó el expediente de los clientes—. Aquí tiene.

—Gracias Rochel. —Se acercó tomando el folder—. ¿Qué estudiaste en la universidad?, ¿administración de empresas o algo así?

—No señora...

—Ay por favor, no me digas señora Rochel. Me recuerdas mi cumpleaños. Margaret dime.

—No estudié aún, estaba trabajando para ahorrar, pero no conseguí mucho dinero allá.

—¿Allá? —Pareció curiosa. De Rochel no sabía mucho, la había contratado Erín sin consultar con nadie.

—Vivía en los Estados Unidos. Bueno, solo por un par de meses.

—Oh, ¿algún familiar de allá?

—Mi papá es noruego, pero vivía en California. En un viaje en crucero vino a la isla y se enamoró de mi mamá, se quedó viviendo aquí hasta que decidió vender todo y volver, esta vez están en Manhattan.

Margaret se sorprendió, se fijó en los rasgos de Rochel, y se dio cuenta que sí, que la muchacha tenía sangre blanca, aunque por el sol ya del caribe y tal vez los genes mezclados de su madre, ya su piel se había bronceado lo suficiente. —No entiendo que haces aquí entonces.

—Yo tampoco. —Rochel se alzó de hombros sonriendo. Por ese momento se olvidó de con quien hablaba—. Pero no tenemos mucho dinero y una carrera universitaria en Estados Unidos es muy cara, no me daban los grados para solicitar una beca, y con mi pésimo trabajo no podía costearme...

—¿Dónde trabajabas? —Margaret la interrumpió. Entendió que su padre podría ser noruego, pero seguro estaba en bancarrota.

—Una cadena de comida rápida. En fin, decidí volver, ahorrar un poco y me hago profesional después... después podría volver donde ellos. Casada con hijos o no.

Margaret asintió. —Tú eres muy jovencita aún.

—Sí, pero es lo que todas deseamos, ser felices con una familia bonita, como la suya.

Margaret le sonrió tocada por el halago de Rochel. —Rochel, no te quito más tiempo, ve a casa y vuelve directo hacia acá mañana. Ya hablé con Erín.

—Está bien. —Buscó su bolso. Ya la oficina estaba arreglada. Margaret se despidió con un beso de ella y salieron de la oficina al mismo tiempo.

Rochel se detuvo en la recepción para registrar su salida, mientras lo hacía, Jorge salía del ascensor, cruzó una mirada fugaz con ella y siguió hasta la salida. La muchacha terminó de poner sus datos y tomó su bolso.

Caminó una cuadra hasta la parada del bus. Había sido un día extraño.

Margaret no era desagradable como se pintaba, como Miranda quiso decir, o como ella había mal interpretado. Estaba muy ocupada en los asuntos de la empresa y en llegar temprano a su casa.

Se sintió culpable por unos segundos. Por todas las cosas que le había hecho, estaba segura que ella no lo merecía.

Abrazó su bolso estando en la esquina oscura. Ni Fior ni Miranda podían ahora acompañarla, una estaba despedida y otra aún no salía del trabajo. Esperó el bus y se subió adelante, recostó la cabeza del asiento y cerró los ojos.

Le lastimaba a Rochel que ahora Jorge le ignorara. Y era contraproducente, pero no podía dejar de sentirse así.

Se bajó y caminó hacia su edificio. Era horrible como todas las luces estaban apagadas en la calle y solo las luces de la casas alumbraban afuera.

Estaba molesta de tener que llegar todas las noches allí. No le gustaba para nada su situación.

Pero debía aceptarla.

¿Podía hacer algo para cambiarla?

Tragarse su orgullo y pedirle a su papá un boleto de avión y volver a su hogar con sus padres y familia.

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