Capítulo 21: J x Z

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Al dí­a siguiente, Joan trataba de levantar el ánimo de sus amigos.

-¡Vamos, chicos! ¿A qué vienen esas caras tan largas? Tal vez el prior haya pensado que sería demasiado arriesgado llevarnos con él y decidiera partir sin nosotros. No podemos desanimarnos.

-Tienes razón: tal vez vaya a pedir ayuda... -dijo Pierre, contagiándose de la ilusión de su compañero.

-Tengamos fe, muchachos; no perdamos la esperanza.

-¿Tú crees, Joan? Todo esto es muy extraño... -opinó Simonet.

-No os preocupéis. Me dijo que tardaría unos días en dar la voz de aviso y regresar con ayuda. Aguardemos hasta entonces.

-Joan tiene razón: no perdamos la esperanza -concluyó Legrand.

Aunque débilmente, el grupo recuperó la esperanza.


Tras el almuerzo, Joan acudió a su cita con Juliette en el jardín prohibido.

Le debí­a una explicación por no haberla recogido la noche anterior para escapar del internado.

Por la cabeza del chico ni pasaba la posibilidad de que Juliette no creyera sus palabras.

En cambio, las dudas de la niña no habían hecho sino incrementarse tras la nueva decepción:

-Joan, te estuve esperando despierta toda la noche y no viniste -le expuso visiblemente dolida.

-¡Fray Anselmus nos dejó plantados! ¡Es la verdad! -se excusó su amigo.

-No sé qué creer, Joan. Siempre me vienes con excusas, y yo necesito hechos. Primero me dicen que te ves con chicas por las noches en el caserón, y tú me cuentas la historia ésa de que la leyenda es cierta. Y ahora que al fin puedes demostrármelo para que salga de dudas, vas y me dejas plantada. ¿Te sorprende que dude de ti?

-Pero... si es la verdad.

-Me resulta muy difícil creerte, Joan. Me resulta casi estúpido creerte.

-Pero, ¿cómo iba a mentirte? Yo te quiero, Juliette.

-No sé, Joan... Igual deberíamos dejar de vernos un tiempo.

-¿¡Qué!?

-Va a ser lo mejor. Todo esto me está haciendo mucho daño. Preferiría olvidar.

-¿Olvidar qué?

-Olvidarte a ti, Joan. Pensé que serías diferente. Me ilusioné contigo y ya veo que no se puede confiar en nadie. Fui una ingenua.

Juliette se levantó del banco en el que se sentaban.

-¡Juliette, espera! -suplicó Joan agarrándola del brazo.

-Déjame, Joan.

La niña se alejó hacia un grupo de chopos.

Joan la siguió desesperado.

-¡Juliette, Juliette!

Enseguida le dio alcance.

-No, Joan; déjame.

Juliette se revolvió hasta deshacerse de su insistencia.

-Juliette, déjame que te explique...

-Lo siento, Joan. Tus palabras no me bastan.

La impotencia rindió a Joan, que dolido apartó la mirada.

El destino quiso entonces que reparara en una inscripción tallada en el tronco de uno de los chopos.

-¿J x Z? -dijo, leyendo la inscripción-. Jota por zeta... Juliette por Zapic -adivinó con sagacidad.

El Internado de Saint MartinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora