Capítulo 13: El fin de la evaluación

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Los meses de otoño pasaron velozmente en el internado. A la brisa de septiembre y al sol de octubre, pronto les siguieron las ventiscas de noviembre y los fríos de diciembre.

La primera evaluación llegaba a su fin, y a los internos sólo les restaba un día para el examen.

De su resultado dependerí­a su permanencia en Saint Martin o su supuesto traslado al "Mofo."

A aquellas alturas del curso, Joan y Pierre se habían hecho amigos inseparables. 

-No puedo creer lo rápido que se ha pasado la evaluación -le comentó Pierre a Joan de camino al aula.

-Aún queda el examen de evaluación.

-No me lo recuerdes.

-No le des la espalda a tus miedos, Pierre. Hay que afrontar los problemas con valor y coraje.

-Lo dices porque tú estás seguro de que aprobarás el curso.

-Porque estoy seguro de ello es por lo que aprobaré. Deberías aprender a confiar más en ti mismo, Pierre. Las dificultades que nos salen al paso no son más que una oportunidad para demostrar nuestra fuerza y nuestra valía. Es casi como un juego.

-Un juego que, si pierdes, mueres.

-Tranquilo, Pierre: todo saldrá bien.

Ya en clase, fray Mauricius repartió unas composiciones sobre la Francia de Napoleón que los internos habían escrito el dí­a anterior.

Pierre advirtió que el ejercicio de Curcuff estaba suspenso.

-Hágase a la idea de que acabará en el Módulo de Formación si no pasa el examen con buena nota -oyó que le advertía el maestro a su compañero.

Cuando Pierre se encontró con él en el dormitorio, le habló claramente:

-¡Curcuff, escúchame: tienes que aprobar la evaluación!

-¿Ya estáis otra vez con el cuento de la leyenda? -protestó el chico.

Pierre extrajo el diario de Caroline Tourner de debajo de la almohada de Joan y se lo mostró al incrédulo.

-¡Y qué más me da a mí­ lo que escribiese esa loca! -contestó Curcuff al verlo-. Además, ¿quién me dice a mí­ que ese diario no lo ha escrito el propio Joan?

Al oí­r aquello, Pierre dudó por un momento de su amigo. Su personalidad insegura le hizo pensar si no serí­a todo un complot en su contra elaborado por Joan para ridiculizarle y desbancarle del grupo. Dudó de si la calavera que hallase en el caserón no la habría puesto allí­ el propio Joan. Y de si libros de Máxime no serían invención suya, pues, a fin de cuentas, él no los habí­a leído. 

No obstante, sus dudas se disiparon en cuanto vio a su amigo entrar en el dormitorio y reconocer su mirada noble.

-¡Joan, díselo tú! -le suplicó Pierre a continuación.

-¿Decirle qué?

-Dile a Curcuff lo de las advertencias que te hicieran los monjes y lo de los huesos que hallamos en el caserón... Háblale de las maletas, y de los libros de Maxime. ¡Convéncele para que apruebe, por favor!

Joan no habí­a querido advertirle por temor a ponerle nervioso y hacer que perdiese la concentración durante el examen. No obstante, viendo que las sospechas respecto al caserón se hacían tan firmes, pensó que habí­a de hacer algo para ayudar a Curcuff.

-Tenemos sospechas muy firmes para creer que algo extraño sucede en el internado -le dijo al cabo-. Ya es tarde para que te pongas a estudiar, pero te ayudaremos a hacerte las chuletas que necesites, ¿verdad que sí­, chicos?

El Internado de Saint MartinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora