Capítulo 5

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¿Alguna vez has imaginado un mundo en dónde no exista el dolor? Un mundo sin sufrimiento, sin soledad, donde todos se comprendan.

Esto y más se ha preguntado Keith, cuando el caos no sólo se hizo parte de su vida, sino también de aquel que lo acompañase. Las pesadillas le atormentaban cada noche, dejándolo completamente sudoroso y con la respiración agitada; a pesar de que habían empezado desde hace mucho tiempo, no terminaba de acostumbrarse a ellas. Los días lluviosos se volvieron su mayor odio y, por otra parte, le dejaba el amargo sabor de boca de aquella última tormenta en la que desapareció su padre.

La alarma sonaba por toda la silenciosa habitación, lo que provocó que el azabache detuviera sus pensamientos de rutina. Desconectó el aparato y se sentó sobre la orilla de la cama para colocarse sus pantuflas.

—"Otro día más."

Recorrió las cortinas, para encontrarse con la 'desagradable' vista nublada y fría que hacía afuera. Sí, estaba lloviendo, lo que le daba a conocer que sería un día fatal.
El azabache chasqueó la lengua e hizo una mueca, para luego de ello salir de su habitación e ir al baño para asearse. No iría todo sudado y con mal olor a la escuela.

Al bajar ya arreglado, fue directamente hacia la cocina en donde se encontraba Shiro, con el mandil puesto y preparando lo que era el desayuno. Keith sólo sacó del refrigerador el cartón de leche y lo bebió directamente.
—"Buenos días, bella durmiente." Le dijo Shiro, sin apartar la mirada del sartén.
—"Que tiene de buenos." Contestó Keith, dejando el cartón de leche en su lugar y cerrando el refrigerador de una.
Shiro sólo negó con la cabeza, disimulando una sonrisa bajo ella.
—"He preparado hot cakes, más te vale que no los dejes como la otra vez."

Keith levantó una ceja y le dedicó una mirada que daba a decir las palabras '¿es en serio?' a su hermano mayor. Ya que, ese día había decidido levantarse tarde para la escuela e irse sin desayunar, lo que enojó mucho a Shiro por el hecho de que se había esforzado en no quemar la masa de los hot cakes.
—"Vamos, supéralo." Contestó Keith.
—"Si sigues así jamás conseguirás novia." Respondió Shiro.
—"Ni que la necesitara para respirar. Además, se las diste a Allura, ¿no?"

Allura era la novia de Shiro, la conoció en la universidad; cuando la vio por primera vez, cayó profundamente enamorado de ella. Ojos azules como dos diamantes, cabello plateado, y aquella tez oscura que parecía ser suave como la seda. Desde que Keith se enteró, no ha dejado de molestar a Shiro sobre el tema.
Keith tomó asiento y devoró sus hot cakes, mientras que Shiro fallaba épicamente en ocultar su sonrojo.
—"Te han quedado bien, por cierto. Gracias por el desayuno."
—"No ha sido nada, hermanito."

Y así, los dos hermanos continuaron comiendo y echándose bromas entre sí.


Keith, luego de llegar con Pidge a la secundaria, estuvo un buen rato esperando las listas de los salones respectivos para cada uno de los llegados. Este comenzaba a desesperarse al ver que a cada rato que volteaba a ver el mural no se encontraran las listas pegadas, mientras Pidge jugaba con su pequeña consola de videojuego; ella se había vuelto un poco más cerrada después de la desgarradora noticia de que su padre había fallecido en un accidente en el trabajo, se involucró en varios conflictos con la misma compañía al intentar obtener información.
Él, en cambio, ya se había rendido hace mucho tiempo con su padre.

Keith creía que el concepto de soledad era de lo peor, pero luego vio que no era tan malo como parecía; porque al final, uno queda completamente solo, y se tiene que aprender a vivir con ello.
Sin embargo, el ser humano por naturaleza es social, y eso implica que siempre buscará un grupo en el cual pertenecer.
Tiene que admitir que debe dejar de quemarse la cabeza con tanta cosa, los maestros a veces se sorprendían que a su tan joven edad pudiera procesar todo aquello. Lo cual le parecía muy estúpido, porque existía aún más gente que trataba de comprender lo que pasaba su alrededor.

Al cabo de un rato, Pidge lo jaló de la manga de su suéter y lo llevó hasta lo que eran las listas, interrumpiendo sus pensamientos. Afortunadamente, lograron ser los primeros en verlas, aún mejor cuando descubrieron que habían quedado en el mismo salón de clases. El cielo estaba más oscuro que en la mañana y los truenos la acompañaban junto a la lluvia, Pidge tomó su paraguas y se preparó para salir del lugar techado.
—"Vamos, también podremos escoger nuestros asientos si llegamos antes que todos." Dijo Pidge, nuevamente jalándolo de la manga bajo su paraguas.

Keith, le echó una última vista a lo que era la lista, coincidiendo con el apellido 'Mcclain'.

Un apellido que se le hizo tan familiar en ese momento.

Keith eligió el asiento del fondo de la clase, justo en la esquina, luego Pidge se encontraba justo en la banca delante de él. Mientras esperaban a que llegara el maestro, la pasaron platicando sobre teorías de que existiese Pie Grande, Drácula, entre otros cosas. Fue así que ellos se volvieron tan amigos cercanos, a Keith le gustaba oír las teorías de Pidge cuando era un poco más pequeño.

Poco a poco se iba llenando la clase, pero restaba una banca, y esa era la que se encontraba justo a lado de él. Pidge comenzó hacer bromas sobre que apestaba tan mal que el propio olor ahuyentaba a la gente.
—"Que graciosa, no sabes cómo me haces reír." Luego de esto, Keith imitó como debía ser la risa de Calamardo, aquel personaje de una serie que transmitían en la televisión, con un toque de sarcasmo.
—"Keith, qué pasa contigo." Pidge empezó a reír por aquello último. Cuando alguien se aclaró la garganta de forma exagerada de modo que todos en el salón se dieran cuenta, y se trataba del mismísimo maestro, mirando directamente a la dirección en la que se encontraba Pidge y Keith.
—"La clase empezó ya, mocosos."

Keith aguantó la risa y emitió un pequeño sonido gracioso, rápidamente se sentó adecuadamente y Pidge giró por última vez hacia Keith para decirle:
—"Ya veo que te vas a divertir el resto del año."

Keith negó con la cabeza con una pequeña sonrisa dibujada en el rostro, para después desconectarse de la clase y sumergirse en sus pensamientos. Pero ni siquiera había comenzado cuando escuchó como alguien se caía detrás de la puerta del salón, y el mismo maestro abría la puerta para ver de qué o quién se trataba.
El resto del salón cuchicheaba durante que el maestro estaba distraído, hablando con alguien, pero parecía más que lo regañaba.

Al cabo de unos segundos, el maestro se hizo a un lado permitiendo el paso al que se encontraba fuera.
—"Que no vuelva a ocurrir, por favor."

Con ello, un chico de tez morena y ojos azules oscuros entró al salón; su cabello estaba mojado, su respiración parecía estar agitada, lo que decía que seguramente se había quedado dormido y tuvo que correr para llegar a tiempo bajo la lluvia. Con la mirada buscó un asiento libre, y primero se había posado sobre Keith por mínimos segundos, pero él se sentía tan incómodo y pensó que era por una eternidad. Al final, el moreno se acercó a la única banca vacía, a lado de Keith, pero el maestro llamó su atención antes de que pudiese sentarse.
—"Como consecuencia, será el primero en presentarse."

El moreno se quejó disimuladamente y prosiguió a dejar caer su mochila en el piso, luego dejó sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón.
Keith no sabía por qué pero, algo dentro de sí le decía que lo conocía de hace mucho tiempo; también le recordaba un sentimiento de decepción y tristeza, que poco a poco salían de una pequeña caja llena de polvo que estaba escondida en lo más profundo de su ser. Pidge observaba con preocupación a Keith, ya que este tenía una mirada de nostalgia y confusión a la vez.

—"¿Y bien, cuál es su nombre? "

—"... Lance."
—"¿Lance qué?"
—"... Lance Mcclain."

Y con ese nombre, Keith logró recordar aquella persona que había conocido hace mucho tiempo.

Sin duda alguna, la lluvia era el significado de un mal día y de mantener presente lo que aquello que una vez estuvo contigo, desapareció.

Dibujos a crayola [Klance].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora