Me empujó hacia abajo y el agua me entró en la garganta y en la nariz. Traté de gritar, pero el líquido amortiguaba el sonido que me rasgaba las cuerdas vocales. Forcejeé, pero mi rival era fuerte y me presionaba el cuello y la espalda hacia lo más hondo. Continué revolviéndome de manera violenta, tragando agua y sintiendo los pulmones como bolsas llenas de brasas, pero en uno de esos bruscos movimientos le propiné un potente codazo a la figura que se cernía sobre mí y sentí cómo sus costillas se doblaban bajo el impacto. El hombre se tambaleó pesadamente y aprovechando la oportunidad chillé tan fuerte que los tímpanos me dolieron incluso a mí. Quise darme la vuelta y levantarme, pero la masa de carne humana volvió a abalanzarse sobre mí a la vez que la puerta comenzaba a temblar.

– ¿Lizzé? – La voz de Rona me llegó justo cuando el hombre me hacía girar sobre mí misma y se sentaba a horcajadas sobre mí, sujetándome la garganta con una mano y haciendo descender el otro puño hacia mi cara. Alcé ambas manos y lo sujeté, pero él tenía tanta fuerza que me partiría la muñecas si continuaba ejerciendo tanta presión.

– ¡Socorro! – Grité de manera entrecortada, ya que los dedos se cerraban cada vez más alrededor de mi gaznate. La madera de la entrada volvió a sufrir una repentina sacudida. Aún con el proyectil de nudillos entre mis palmas, siendo incapaz de aguantar durante más tiempo, me aferré a su extremidad con violencia y lo hice bajar hacia un lado rápidamente. Ante el súbito cambio de dirección él se inclinó hacia delante, yo alcé la cabeza con brusquedad y su nariz estalló contra mi frente. El hombre dejó escapar un profundo y grave lamento al mismo tiempo que la puerta caía y hacía retumbar el lugar.

– ¡Kane! – Bramó Rona, con la punta de su espada apoyada contra la nuca de la bestia humana que aún estaba sobre mí. El enemigo alzó las manos, liberándome por fin de su agarre, y me dedicó una mirada de profundo odio mientras la sangre salía a borbotones de sus fosas nasales.

***

Mis huesos parecían estar a punto de resquebrajarse cuando me dejé caer con lentitud en la destartalada y oxidada silla metálica frente a Cuervo. El asiento no se ajustaba al tamaño de la mesa, que estaba a la altura de mi pecho, por lo que, visto desde allí, él parecía medir tres metros, sus hombros se expandían por la habitación al completo y todo mi campo visual estaba ocupado por él. Abrí la boca para hablar, con la intención de aclarar lo que había sucedido, pero la volví a cerrar cuando me topé con los ojos marrones que me escrutaban desde la oscuridad de su capucha. A pesar de ser la única persona del lugar que todavía no había amenazado con matarme, era él quién más respeto y temor me transmitía, más incluso que Rona o Shiloh. Sin embargo, traté de evitar el aire temible que me transmitía y quise sostenerle la mirada, pero tuve que apartar la vista cuando se inclinó unos centímetros hacia delante. Se sentó al otro lado de la mesa, depositando sus manos sobre la superficie, y pude intuir un trozo de piel pálida entre el borde del guante y el inicio de la manga de su abrigo negro. Me dediqué durante unos instantes a observar el espacio entre el paño que constantemente cubría su boca y la capucha que proyectaba extrañas sombras sobre su rostro: los ojos fríos e inexpresivos, las cejas oscuras y rectas; la tela cubría todas las partes de su cuerpo, sin dejar nada a la vista. ¿Qué mutaciones tendría para que él, el líder de la comunidad, tuviera la necesidad de ocultarse por completo de la vista de quien lo rodeaba? Durante el tiempo que había estado en aquel lugar subterráneo, había descubierto, por la forma en la que se movía durante los entrenamientos, que Shiloh tenía problemas en la parte derecha de su cuerpo, y también había llegado a la conclusión de que la mandíbula, la boca y la nariz eran las partes del cuerpo que Rona tapaba con un tejido similar al de Zay. Había visto incluso personas que dejaban aquellas partes deformes de su cuerpo al descubierto, sin prejuicios ni vergüenza ya que todos allí habían sufrido los males de la contaminación durante generaciones; pero solo Zay parecía esconder su cuerpo por completo.

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