21. Una familia para proteger.

2.1K 190 78
                                    


Martín entró a su empresa junto a sus doce secretarios, todos los empleados se pararon derechos mostrando respeto al nuevo presidente de la compañía, con una sonrisa el rubio agradecía los saludos. Su paso era rápido, y no se dejaba detener por nadie, entró a su oficina presidencial y rápidamente todos sus secretarios se pararon en frente de su escritorio. Se acomodó en la lujosa silla presidencial y prendió el computador con una media sonrisa victoriosa.

—Ahora son los secretarios del presidente, ¿saben lo que significa? —Cuestionó a sus hombres que asintieron con una sonrisa igual de curiosa que la del presidente.

—Tenemos acceso a cualquier información de la empresa, inclusive la de los gerentes e inversionistas. —Respondió el más joven de los doce secretarios.

—Estoy seguro de que ahora si daremos con el autor de la plata sucia de la empresa. —Dijo el más alto de todos.

Compartieron un par de ideas más, y los que tenían otros cargos volvieron a sus respectivos lugares, aunque Bruno antes de volver a Inglaterra pasaría por el taller de cine para despedirse de Manuel, en poco tiempo le había agarrado un gran aprecio. Por otro lado, Martín ahora tenía que nombrar un vicepresidente para la compañía, si fuera por él, su prima Martina tendría ese puesto, pero tal vez tendría que darles una oportunidad a sus empleados.


—¡Manu! —Exclamó Gastón, su amigo, apenas lo vio entrar a la escuela de cine. Lo abrazó con fuerza y dejó un ruidoso beso en su mejilla, luego buscó algo en su mochila y lo dejó en manos del chileno al encontrarlo. — Feliz cumple, che. No es mucho para alguien rico, pero espero te guste.

Manuel no sabía cómo reaccionar a la repentina atención de su mejor, y casi único, amigo. Sonrió algo nervioso y abrió la cajita que tenía entre sus manos, al ver el contenido de la misma una gran sonrisa se adueñó de sus labios, sentía hasta ganas de llorar, jamás le habían dado un collar hecho a mano de la amistad, las piedritas de colores eran hermosas y el colgante era un encantador sifón de soda. Gastón tenía el mismo, pero su colgante era una divertida cajita de vino "termidor".

—Me gusta el vino tinto con soda, así que decidí que ese sea nuestro símbolo de mejoros. —Dijo bastante orgulloso el castaño de ojos azules, el chileno lo abrazó con fuerza, y las mejillas del argentino se colearon repentinamente. — Boludo, sos un pibe casado, no me ilusiones. —Agregó apartándole un poco.

—Gracias, weón. —Agradeció colocándose aquel bonito collar hecho a mano. — Por cierto, podrías dejarle de contarle a todos que soy casado, especialmente no digas con un "rubio re fuerte", eri un aweonao, no me dejan de molestar en Facebook ahora.

—Sorry, pero tenían que saberlo, no queremos que tu marido se ponga celoso, ¿o sí? Es mejor que todos sepan que estás casado con un pibe re fuerte. —El castaño soltó una corta carcajada y le dio un golpecito en el brazo, sin más entraron a la clase donde varios se acercaron a saludarlo por su cumpleaños y a preguntar sobre su marido.


Quince días seguidos hacía que Manuel iba al mismo lugar donde se encontró la primera vez que con el hijo de Martín, ya se le habían acabado las excusas para que Martín no sospechara de su repentino interés en aquel espacio verde de Palermo. Suspiró con tristeza, revisó la hora en su teléfono celular donde había mensajes sin leer del trío Hernández, su marido le preguntaba cuando regresaría, y los primos de este preguntaban si había vuelto a ver al pequeño con la mujer.

No respondió a ningún mensaje, se levantó del asiento que ya había vuelto parte de él luego de medio mes, se preguntó si era tiempo de resignarse y aceptar que en unos días sería el tercer juicio que afrontaría Martín intentando obtener la tenencia de su hijo. Jeremías le advirtió que un día antes debía decir toda la verdad, seguramente su pareja se molestaría por ocultarle algo tan importante para él.

Conveniencia (ArgChi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora