18. Fotografía.

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Faltaban cuatro días para el cumpleaños de Manuel, así que el padre de Martín se encontraba planeando todo detalle por detalle, nada debía ser dejado al azar, el chileno se merecía una fiesta a todo trapo como dirían allí, que se sienta casi un príncipe mimado, aunque el castaño se había negado a algo tan ostentoso, pero no le quedo de otra que solo callarse y dejar a su suegro hacer lo que quisiera para su día.

Esa mañana pudo usar ropas más livianas, con unos jeans negros, una remera y un suéter con cuello en “v” de color gris fue suficiente para salir de la casa, el calor por fin estaba llegando a esa parte del país. Miró su teléfono para revisar la hora, eran cerca de las nueve de la mañana cuando llegó al edificio principal de la compañía Hernández, Martín lo había llamado, aunque se hizo el misterioso y no le dijo para que, igual iría sin tener alguna razón en especial solo para poder verlo antes de ir al taller de cine.

— Mar… — Trató de llamar a su esposo al entrar a su oficina, pero fue sorprendido con una docena de hombres trajeados con un regalo cada uno en las manos, todos extendieron el regalo hacia él con delicadeza y elegancia, eran hombres bastantes atractivos, unos de ojos verdes, otros ojos miel y otros ojos azules. Manuel no entendía que estaba ocurriendo, no podía ni hablar de lo sorprendido que se encontraba.

— Te presento a mis doces secretarios, creí que sería bueno que los conozcas. — Dijo Martín acercándose hasta el castaño que continuaban en una clase de shock. — Ah, y los regalos en sus manos son todos para vos, como supieron que tu cumpleaños es en unos días, quisieron hacerte un presente cada uno. — El menor seguía sin responder, así que iba tocarlo para asegurarse que aún estaba consiente, pero entonces saltó sobre él agarrándose de su cuello.

— ¡Esto parece como una telenovela coreana! ¡Muchas gracias! — Exclamó el castaño con una gran sonrisa, en ese momento se sentía como un plebeyo que había enamorado a un gran príncipe, pero él no era ningún chico pobre y Martín no era precisamente un príncipe, pero, aun así, se sentía en una escena mágica.

— En realidad no fue mi idea, se les ha ocurrido a ellos. — Repitió el rubio algo avergonzado de llevarse un crédito que no le correspondía.

— Lo mismo… gracias Rucio. — El menor dejó un sonoro beso en su mejilla, y soltó su cuello, sin poder dejar de sonreír, se acercó a los secretarios para saludar y agradecer a cada uno de ellos por el gesto tan atento que tuvieron hacia él.

— ¿Bruno? —Cuestionó bastante sorprendido al reconocer al hombre de cabellos castaños claros de ojos azules. — ¿Qué haci aquí weón? — Agregó abultando sus labios en una expresión de confusión.

— Es que soy uno de los secretarios de Martín, él me hizo gerente de su shopping en Inglaterra, pero nunca dejaré de ser uno de los secretarios de él, se lo debo. — Se explicó entregándole un peluche gigante de una calabaza de Halloween, había visto que le gustaban mucho, así que pensó en que sería el regalo perfecto y vaya que le había atinado, porque el chileno estaba con una sonrisa de oreja a oreja abrazando aquel peluche.

— ¿Qué tal si Bruno te lleva a tu taller de cine? Yo no puedo llevarte, tengo cosas que hablar con mis secretarios, inversiones y esas cosas, viste. — Sugirió el vicepresidente Hernández señalando la puerta de salida, Manuel asintió sin ninguna objeción a la idea, Bruno tampoco presentaba quejas, así que luego de que el castaño dejó un beso en los labios de su esposo, ambos se retiraron de la oficina.

— Se lo ve muy feliz al jefe che. — Comentó uno de sus secretarios bastante divertido codeando al secretario que tenía al lado.

— El jefe está enamorado de su lindo esposo chileno. —Agregó otro en el mismo tono burlesco.

— ¿Y ahora el patrón estará estúpido por pensar todo el día en su media naranja? — Cuestionó otro aparentando seriedad mientras aguantaba las ganas de reírse.

— Si pudiera les daría una patada en el culo a todos. — Soltó entre dientes Martín cruzándose de brazos dándole la espalda para ignorarlos completamente, a veces era mejor no tener secretarios y hacer todo solo.

...

Manuel caminaba por aquel hermoso parque de Palermo, recordaba cuando Marcos lo trajo allí escapando de su molesta fiesta de boda, recordaba cómo había negado sentir algo por su esposo y ahora su corazón latía con fuerza con tan solo pensar en él, una sonrisa tonta se iba apariencia en su rostro, y su amigo se reía de solo verlo.

— Baja de las nubes enamorado, ponete hacer lo que tenes que hacer. —Le habló su compañero codeándolo para sacarlo de sus pensamientos, afilo su mirada y con molestia lo empujo para después reír tomando su cámara profesional, ese día tenía como actividad tomar buenas capturas del lago y todo lo que lo rodeaba.

El trabajo no era difícil, el lugar era de por si era una postal viviente con sus cisnes, patos y árboles. La gente también se veía bonita en aquel paisaje, solo debía tomar la foto y ya, ni siquiera se estaba esforzando.

De pronto una de las fotografías llamó demasiado su atención, en ella se veía un grupo de gansos, pero en medio de ellos un niño de preciosos cabellos rubios se asomaba mirando hacia el lago como si algo mágico fuera a salir de allí, simplemente quedo encantado con aquella expresión.

Miró hacia todos lados, buscaba al protagonista de aquella escena capturada, y no tardó en dar con él, el niño continuaba metiéndose entre medio de los grupos de aves mirando hacia el cuerpo de agua, no dudo en inclinarse y capturar de mejor manera aquella escena; pero de pronto el pequeño miró hacia él, y unos preciosos ojos verdes esmeraldas lo dejaron sin aliento, ni siquiera se dio cuenta que había tocado el botón rojo hasta que oyó el sonido del obturador avisándole que la fotografía había sido tomada, miró la cámara y al volver sus ojos a donde estaba el niño, este ya no se encontraba.

El chileno estaba confundido, juraba que por un segundo vio los ojos de Martín en los del pequeño, y al pensar en la apariencia del mismo, se daba cuenta que tenía un enorme parecido y no solo en la mirada, sus cabellos brillaban de igual manera y ambos tenían una presencia encantadora como algo melancólica. Se sentó en unos de los bancos del parque y se quedó mirando aquella fotografía donde quedó una hermosa mirada guarda.

— ¿Puedo ver la foto, señor? — Le preguntó una aguda y dulce voz a su costado, volvió a tierra rápidamente y giró su cabeza para ver quién era el dueño de la misma.

— Recién… usted, me tomó una foto. — Volvió hablar señalándole el grupo de gansos que se acicalaban a unos metros de ellos.

Manuel sintió que el corazón se le salía del pecho, tenía al pequeño niño rubio de ojos esmeraldas a su lado, y ahora más que nunca podía ver cada rasgo y detalle de este, y no tenía duda alguna en que era el retrato viviente de su marido. Sin darse cuenta sus ojos se humedecieron, sintió unas ganas incontrolables de abrazarlo, y fue ahí que su cuerpo actuó sin su mente, porque antes de poder entender lo que sucedía, estaba apretando al niño con fuerza contra su cuerpo.

— ¿Señor? — Cuestionó confundido el pequeño dejándose abrazar, podía escucharlo sollozar en su hombro. — ¿Se siente mal? ¿Por qué esta triste? — Le preguntó con inocencia, siendo como un ángel a ojos y oídos del extranjero.

— No, no estoy triste, solo que… entendí algo, solo eso… — Respondió separándose un poco para tomarle el rostro y grabarse cada facción del niño en su mente. Era un pequeño precioso, encantador y te hacia quererlo solo con cruzar una mirada con él, ahora entendía porque Martín despreciaba su vida sin aquel ángel a su lado.

— Usted habla chistoso. — Dijo el niño habiéndose dado cuenta que el castaño no hablaba igual que él o las demás personas que en sus cortos cinco años de vida había conocido.

— Es porque yo soy de Chile, este mi acento... ¿y como qué es chistoso? —Preguntó haciéndose el ofendido, el niño rio por la expresión del castaño, y ahí es cuando Manuel sintió que ya le había robado el corazón por completo.

— Chile limita con Argentina. —Dijo el pequeño con gran seguridad, sorprendió al chileno, era raro que un niño de cinco años ya supiera cosas como esas.

— Eres muy inteligente, ¿estudias mucho? — Preguntó soltando su rostro, aunque su diestra se fue hacia los hermosos cabellos rubios que el viento acariciaba con delicadeza.

— Si, me gusta leer, mi tía siempre me regala libros muy grandes y de bonitos colores. —Le contaba con gran emoción moviendo sus manos tratando de darle una imagen al joven de lo que decía poseer.

— Y decime, ¿Cuál es tu nombre?

— Lucas Diego Hernández.

Manuel aún no podía creer lo que estaba pasando, tenía el hijo del hombre que amaba en frente suyo, no sabía que debía decir y que no, todo se volvía sumamente complicado y delicado en su cabeza y en su corazón, quería llevárselo y dejarlo en los brazos de Martín donde en verdad pertenecía, pero tal vez solo empeoraría todo ante el juez, así que se resignó a estar sentados en un mismo banco viendo ambos las fotos de su cámara, hasta que el niño reconoció un rostro en una de ellas, y se le hizo un nudo al garganta al percatarse de a quien señalaba.

— ¿Lo conoces? —Preguntó viendo la foto de Martín con el pequeño cachorro llamado Tincho en brazos.

— Si, lo vi una vez en el patio del jardín, él se veía muy triste… ¿el señor sigue triste? — La pregunta inocente del niño partió su corazón en pedazos, sus labios no podían pronunciar oración alguna, todo en su mente se nublo y solo pudo volver abrazarlo y mover levemente su cabeza en un “no” como respuesta conteniendo algunas lágrimas que querían escapar de sus ahora brillantes ojos miel.

— ¡Lucas! ¡Lucas! — Gritaba una mujer de mediana edad a los lejos, Manuel soltó al niño, secó el borde de sus ojos y le dedicó una sonrisa al pequeño para que no se preocupara.

— Lucas, no te vayas así. — Dijo la mujer de cabellos y ojos café tomando la mano del pequeño, se veía bastante preocupada. — Espero no le haya causados molestias, es un niño muy hiperactivo y le gusta mucho hablar con la gente.

— No se preocupe, es buen niño, estábamos mirando unas fotos juntos. — Habló tratando de mantener la calma, tenía tantas cosas que gritarle en la cara, pero tampoco tenía derecho a sentirse así, no sabía exactamente todo lo que había ocurrido entre esa familia y Martín, podría meter la pata como coloquialmente se diría.

— Muchas gracias por cuidarlo… aún soy como madre primeriza, hace poco que esta mi cargo. —La mujer parecía ser una buena persona a simple vista, dudaba que fuera de la vieja que hablo Jeremías, era una joven adulta de no más de treinta y algo de años.

— ¿A su cargo? Disculpe que me entrometa, pero, ¿le paso algo a la madre? — Preguntó por curiosidad, tal vez sería bueno escuchar la historia desde el otro lado de la cancha.

— Bueno… Lucas, anda a jugar con los gansos. — Le dijo la mujer al niño, el pequeño sin quejas fue a jugar con las aves. — Su madre se suicidó cuando él tenía cuatro meses de vida, y mi madre se hizo cargo de él, va, lo quitó prácticamente de los brazos de su padre, y hace un mes que falleció, así que ahora está a mi cargo… dios, no debo contarle todo esto a un desconocido, pero… creo que estoy colapsada, mi hermana debió pensar mejor las cosas antes de quitarse la vida por un hombre, era una loca.

Manuel no supo que responder, ¿cómo es que los abogados de Martín no se habían enterado de la muerte de la abuela del niño? ¿Qué juez le había pasado la tenencia tan fácilmente a aquella mujer? Algo no estaba bien, las cosas no estaban yendo por donde debían ir, es como si aquella señora no hubiera sido tan humilde y corriente como se la habían pintado todo ese tiempo.

— Perdón, no estaba bien contarle todo esto a cualquier persona, pero usted no me conoce, yo no lo conozco, solo puedo saber que es chileno por su acento, pero más de eso no sé, y eso me genera confianza para decirle lo que pienso… raro, ¿no? —Agregó con una media sonrisa sarcástica.

— En realidad, creo que es algo común de los argentinos. — Soltó casi como un comentario para sí mismo, la mujer le observó un momento y rio por lo bajo.

—… Quiero que su padre lo vea, pero tengo miedo de que me lo quite, este niño es toda mi familia. — Decía apretando sus manos conteniendo las lágrimas que amenazaban mojar sus mejillas.

— ¡Debes dárselo a su padre! — Gritó de pronto Manuel sin darse cuenta, estaba siendo controlado por sus impulsos, por todos los sentimientos y preguntas que se arremolinaban en su mente.

— Yo… digo… — Trató de calmarse, espantaría la chica, y tal vez la única oportunidad de ser verdaderamente útil para su esposo, al menos, en lo que a él respecta.

— ¡Ya sé! — Gritó ahora la castaña dejando salir unas cuantas lágrimas. — ¡Pero tengo mucho miedo!

La mujer no lo soportó más, no había llorado desde el entierro de su madre hace unos meses, y hace cinco años atrás enterró a su hermana menor, no podía pensar con claridad, el dolor, el miedo, la tristeza, la angustia y otros sentimientos más la dominaban cuando los abogados decidían por ella cual sería el siguiente movimiento en aquella pelea por la tenencia del niño.

...

Una mujer de cabellos rubios y ojos verdes esmeralda se sentó junto a Martín quien miraba tranquilo los niños jugar en los columpios de aquel verde parque, ambos se quedaron en silencio, hasta que la mano de la mujer se apoyó en el hombro del joven adulto y en una mirada le trasmitió todas las palabras que en sus labios se encontraban y así ambos parecieron viajar por un momento en el tiempo.

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— ¡No te acerques a ella, pelotudo! ¡Es mía! ¡Yo la vi primero! — Gritó enfurecida la muchacha de no más de quince años, su cabello rubio platinado se encontraba alborotado de una pelea con su primo lejano, el futuro presidente de las compañías Hernández.

— ¡Ella está enamorada de mí, boluda! ¡Vos no te acerques a ella, tortillera del orto! — Soltó el muchacho con más o igual enojo que su prima, Martina. Él también se encontraba con sus cabellos rubios completamente desordenados, y su labio inferior partido, su prima tenía una mano bastante pesada.

Ambos adolescentes se encontraban cansados, pero, aun así, ambos estaban dispuesto a un segundo raund por el corazón de una joven castaña de ojos café que atendía la cantina de la escuela junto a su madre; y dicha muchacha se apareció en la escena regalándoles una bofetada a cada uno que resonó por todo el solitario patio trasero escolar donde se encontraban.

— ¡Los dos son unos pelotudos! ¡Ni uno ni otro me va tener! ¡Mogólicos! — Exclamó la joven antes de salir corriendo con lágrimas en su rostro, los primos sintieron de vergüenza de sí mismos y esa misma tarde hicieron una tregua entre ellos para conquistarla limpiamente.

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Los dos rubios se rieron al volver al presente, no podían creer ellos mismos las pelotudeces que habían hecho de jóvenes, pero al menos Martina, no se arrepentía de nada; pero Martín era otra historia, tenía una lista muy larga de arrepentimientos, pero había dos cosas en su vida de las que no estaba arrepentido ni por un momento.

— Mi hijo y Manuel… — Murmuró con una gran sonrisa mirando a los lejos como el sol se iba escondiendo tras los altos edificios del gran Buenos Aires.

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Nota: Hola! Volví a tardar mucho? :c
Espero les haya gustado este cap, porque yo realmente ame como me quedo, es que... Tantas emociones. -se seca las lagrimitas locas- dios, muy conforme conmigo misma. (?)
Por otro lado, me encantaría saber su opinión. Creen que es buena o mala la tía del niño? La comprenden o solo quieren enterrarla? (?)

En fin! Gracias por sus comentarios y votos!!! Los hamo a todos. <3 ~

Conveniencia (ArgChi)Where stories live. Discover now