10. Baño.

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Manuel se encontraba sentado a un lado de un dormido rubio vicepresidente de una de las compañías más grande del país, por no decir la más grande, tal vez. Aunque eso no importaba, en este momento no era más que alguna clase de bello durmiente que no despertaría por el beso de una princesa, sino que despertaría cuando la droga en su cuerpo dejara de hacer efecto.

El castaño tenía un libro entre sus manos, una lectura ligera para pasar el tiempo, aunque de tanto en tanto, cuando un párrafo le gustaba demasiado, lo leía en voz alta para Martín, no sabía si le gustaría como a él, pero al menos se sentía bien compartiendo un poco con su "esposo". A veces bajaba el libro y solo le contaba de cómo estaba el clima afuera, y en otros momentos solo se abrazaba a sus piernas y comenzaba a llorar en silencio mientras veía el rostro durmiente del mayor... solo quería que despertara y le explicara por qué trató desaparecer de su vida.

Secó unas nuevas lágrimas que se habían hecho camino por sus mejillas mientras leía, respiró hondo y trato de calmarse, se levantó y acomodó la manta de Martín, además de sus cabellos que no le gustaba que taparan su rostro. En los cuatro días que había pasado dentro del hospital cuidando del rubio se había dado cuenta de algo muy importante, su corazón no latía de modo normal al estar cerca del mayor, no estaba seguro de lo que pasaba dentro de él, pero tal vez... solo tal vez, estaba empezando a enamorarse y eso por ahora era muy malo.

— Mejor te hubieran abortado weón, feo culiao. —Le decía como siempre su hermana mayor, y no podía decirle nada, su hermana era una hermosa joven de ojos avellana y cabellos castaños casi rubios, él ni siquiera parecía de la familia, todos eran demasiado hermosos a su lado.

— Seguramente te caíste al piso cuando erai wawa y por eso quedaste asi de aweonao. —La chica se enfureció en gran manera por el remate de Manuel, iba a decirle cientos de garabatos más que él ya sabía, así que simplemente corrió escaleras arriba como todos los días, encerrarse en su cuarto era la mejor manera de escapar de todo aquello.

Se había quedado dormido en la camilla junto a la de Martín, un enfermero se lo permitía, solo volvía a su casa para tomar un baño y comer algo rápido, inconscientemente evitaba lo dulce, se sonría al darse cuenta de su tonta acción, pero aun así la respeto, Martín se molestaría si lo hacía aprovechando su ausencia.

— Che, flaco, desperta... tu marido está despierto. —Le dijo el mismo enfermero que le dejaba estar ahí moviéndolo un poco, tardó en reaccionar, al hacerlo se sentó en la camilla y talló sus ojos tratando de acostumbrarse a la jodida luz blanca de la habitación.

— Hola... che... perdona... —Habló en un tono bajo y débil el rubio mirando al menor con bastante dolor, pero aun así se le dibujaba una pequeña sonrisa en los labios, era bueno despertar y ver que no estaba solo.

— ¿Cómo dicen aquí? ... Sos un pelotudo, hijo de puta... —Dijo Manuel acercándose a la cama del mayor mientras el enfermero salía del cuarto, quería sostener la mano de Martín, pero no sabía si era correcto, así que simplemente aprovecho limpiar las nuevas lágrimas que se apoderaban de sus ojos.

— Soy eso... un hijo de puta, no debí dejarte solo... necesitaba un descanso. —Martín con cuidado, como leyendo los pensamientos del castaño, tomó una de sus manos y la apretó con la poca fuerza que tenía, eso solo logró sacar más lágrimas de los enrojecidos lagrimales de Manuel.

— He esperado cuatro días para que despiertes weón, cuatro días. Si tanto quieres recuperar a tu hijo no andi haciendo weas como esas po. —Manuel bajó su mirada apretando un poco más las manos del rubio, este también bajó su mirada apenado de su comportamiento.

Conveniencia (ArgChi)Where stories live. Discover now