7. Recuerdos.

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La mañana era fría, nada nuevo en aquella época del año, pleno otoño casi invierno. Manuel se abrazaba a sí mismo, Martín negaba lentamente con su cabeza y saco del asiento de atrás una campera más abrigada para el menor, aunque era suya, así que al ponérsela le quedaba bastante grande casi como si fuera esos "raperos" afroamericanos que tanto abundaban en películas yankees, pero estaba "calentito" y eso era lo más importante.

— ¿Cuándo vas aprender como abrigarte? —Cuestionó el rubio al volante que fumaba un cigarrillo sin mucho apuro en lo que iba a su trabajo, el castaño esa mañana quiso acompañarlo antes de ir a sus clases de cine.

— ¿Para qué, weón? Tengo un esposo que me dará siempre su campera. —Y ahí estaba el chileno con sus típicas indirectas de que no era culpa de él ser así últimamente, sino que estaba siendo muy mal criado por el mayor.

— Pero... hace lo que quieras, boludo. —Martín quiso hacer el comentario de que un día no estaría para darle su campera, pero sin entender porque, luego de ya casi tres meses con él no tenía intenciones de hacer ese comentario, tal vez simplemente no venía al caso.

Las puertas de vidrio de la empresa se abrieron al detectar la presencia de personas a través de sus sensores de calor, el vicepresidente y su "esposo" entraron al edificio, las mujeres que trabajaban en lugar no podían apartar su mirada de Martín, algo de todos los días, aún así el castaño no parecía acostumbrarse.

— Las weonas pelah. —Comentó Manuel por lo bajo ya dentro del ascensor con el rubio, este solo soltó una ligera risa negando nuevamente con su rostro, los comentarios del menor siempre le sacaban una sonrisa.

— Son minas viendo a su idol, pero en vez de cantar, yo hago plata, mucha plata, ese es mi gran talento. —Agregó Martín mientras salían de la caja de metal rumbo a su oficina, el chileno se quedaría un rato leyendo o haciendo algunas de sus tareas.

Al estar dentro de la oficina, el vicepresidente tomó su respectivo lugar, comenzó a revisar varios archivos de proyectos futuros, y principalmente las notas de seguimiento de su proyecto en Inglaterra, todo marchaba a la perfección, en un mes debería viajar para allá y hacerse cargo personalmente de los últimos detalles.

Manuel no hacía nada de lo planeado, estaba jugando en su computador portátil con un video juego que había descargado antes de ayer, se llama "Don't Starve", le había parecido algo simple al principio, pero a medida que jugaba descubría lo envician te que era tratar de sobrevivir la mayor cantidad de días posibles en el juego.

— Te vas a volver más boludo de lo que sos con ese jueguito. —Comentó en voz baja el mayor mientras comparaba algunos libros contables a mano con los del computador, varios números no daban como debían dar, las sumas en varias columnas no era iguales, le comenzaría a doler la gastritis, pero gracias a un almohadón que se estrello en su cara olvido por un momento lo que lo sacaba de sus casillas.

— ¡Voh eri el weón má acá! — Gritó el chileno luego de tirar aquel objeto hacia el rostro de su "esposo".

— Te vas a arrepentir. —Sentenció el rubio levantándose de su silla, se agacho y tomó el almohadón que yacía en el suelo, se acercó al contrario, que quiso escapar, pero el agarre en su brazo del más alto no le permitió y comenzó a ser golpeado en la cabeza con aquel cojín sin darle tiempo a defenderse.

— Para... weón... Sorry... no lo hago más... —Decía como podía en medio de sus risa. —¡Se me muere el Wilson, dale, weón...! —No le había puesto pausa a su juego y ya llegaba la noche allí, y si no ponía una fogata se lo terminaría devorando cualquier "monstro culiao" como decía el mismo Manuel.

Conveniencia (ArgChi)Where stories live. Discover now