Gala (De Charité)

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...mos es cómo pudo hacerse con una pistola sin que lo viéramos, el control de nuestro centro es estricto y nuestra política como centro estipula el chequeo de todos los visitantes antes de entrar. Mis más sincero pésame por...

De nuevo ese sueño recurrente que me desvelaba todas las noches desde la muerte de mi preciosa pintora. Me levanté desnudo y las gotas de sudor me caían por el pecho mientras iba a la ducha a refrescarme y descargar toda la tensión de aquellos días.

Seis días sin ti, mon chéri.

Volví a la habitación sin ganas de dormir, el ambiente había refrescado así que tapé a le petite Gala. Dormir con ella y cuidarla era como hacerlo con la de verdad, salvo que esta preciosidad de porcelana no me abandonaba, se dejaba hacer a mi antojo y nunca había una mirada hostil o de incertidumbre hacia mi persona. Adoraba a mi nueva y especial adquisición y así se lo mostraba con todo mi afecto.

Miré por el gran ventanal de mi habitación. Otro día encapotado amenazaba a los parisinos con un día de tormenta y frío. Desayuné mirando el periódico y una noticia captó totalmente mi atención. En una de las columnas, estaba la cara de mi hermosa pintora, sonriendo mientras enseñaba una de sus obras frente al Sena, lugar en el que tuvo lugar nuestros pequeños encuentros. Me levanté con el diario en el puño y comencé a dar vueltas por mi lujosa habitación, dejando que el calor del café se disipara en el ambiente.

Volví a mirar la cara, ahora medio arrugada, de una Gala que me devolvía la sonrisa y la mirada.

"Gala benéfica en honor a la pintora parisina Gala Rosso, su pérdida ha conmocionado al sector de las artes entre otros y se le hará mención honorífica subastando sus obras junto con la de otros artistas como última voluntad de la joven promesa."

Algo parecido a una inyección de adrenalina recorrió las venas de todo mi cuerpo, mi respiración se tornó forzosa y mi corazón parecía haber acelerado el ritmo para alcanzar una meta que enseguida se instaló en mi mente: Si no tengo su cálido cuerpo, al menos tendré el alma de sus obras.

Alcancé unas tijeras y recorté la noticia, su preciosa y menuda cara había hecho los más grandes estragos en mi ser. Su final había sido trágico, pero al fin tendría algo tangible y eterno, sus obras me acompañarían en las noches más oscuras, cuándo hasta la Luna quisiera renovar su papel y me dejara con mi ruin oscuridad, aquella que me iba embargando día tras día, como si el coste de respirar no lo pudiera pagar pese a todo el esfuerzo que me costaba.

El teléfono de la suite comenzó a sonar, sin apartar mi mirada un sólo segundo de esos dulces ojos del papel que tenía entre mis manos, contesté.

  —Buenos días señor Mancini, mi nombre es Christine, como portavoz del pequeño gremio de artistas parisinos, le llamo para invitarle a la Gala benéfica que daremos en honor a la señorita Gala Rosso. 

Una media sonrisa asomó a mis labios, no pensé que fuera tan fácil entrar y conseguir sus obras, no había manjar que igualara a la suculenta invitación. Por fin el alma de mi ninfa pelirroja me pertenecería. 

Esperé un tiempo prudente por las anteriores circunstancias, la línea se quedó en silencio hasta que la dulce voz volvió a atravesar el auricular.

—Entenderíamos que no asistiera, pero su presencia sería más que bienvenida, pese a su final, Gala era una gran persona que no tomó las decisiones más acertadas.

No podía más que darle la razón, había decidido abandonar su forma corpórea antes que ser mi pequeño colibrí alimentándose del néctar del arte que yo estaba dispuesto a ofrecerle. 

Me apoyé en el alféizar de la ventana de mi habitación, del café ya no salía ni un ápice de calor, mirando desde mi rascacielos particular miré el pequeño bulto que aún yacía en mi cama.

  —Lamento la demora, mademoiselle Christine... todo esto ha sido trágico para mí pero debo despedirme como es debido y no habrá mejor ocasión que un acto de tal magnitud, cuente conmigo.

El silencio volvió a reinar entre nosotros, ¿por qué no hablaba?, estaba claro que le había respondido correctamente. Abrí mi mano, cerrada sin querer en un puño con la cara, ahora irreconocible de mi Gala.

  —Gracias por sus palabras, le esperaremos entonces el domingo en un pequeño local situado en el VI distrito, al lado del Louvre, pase un buen día señor Mancini.

La línea se cortó y mi sonrisa pudo asomarse y reflejarse algo distorsionada en el reflejo de la ventana.

Gala, ya eres mía. Incluso muerta necesitas de mi presencia. Esta vez no me fallarás. 





Muñecas De Porcelana [Wattys2018]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora