Gala Rosso

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Caminaba disfrutando de la lentitud de mis pasos rodeando el río Sena. 

París, la ciudad del amor, los artistas y la inspiración. Todo el cómputo englobaba una sola esencia: El arte en estado puro.

Amaba cada rincón de esta ciudad. No era nativo de aquí pero, desde que vine, me acogió con los brazos abiertos y a ojos cerrados, como a tantos otros artistas.

El ambiente ese día tenía un sabor agridulce. Observé por unos instantes el tranquilo río que travesaba París y el reflejo del agua evocó la fina silueta de Amélie. Tan cálida por fuera y por dentro y ahora tan fría como el fondo de mi alma.

Seguí mi recorrido, algo nostálgico, hacia el pont des Arts. Mis pasos siempre me llevaban hacia mi cuna, mis raíces. La razón de mi existencia.

Pequeñas joyas se escondían en el barrio más bohemio de París y yo amaba las piedras preciosas.

Fui travesando el puente y vi, como en tantos otros días bajo el manto grisáceo del día, a varios pintores sintiendo la inspiración que la ciudad les ofrecía con las grandes vistas. Algunos aún con lienzos en blanco, otros sin espacio para puntear más y poco a poco fui sumergiéndome en sus mentes trazando su visión del mundo con tinta de colores.

Tras una cabellera roja como el fuego, me quedé sin aliento al captar como unas finas manos cogidas a un pincel delineando los más pequeños detalles, estaba la viva imagen de mi Amélie.

Sin pensarlo dos veces, me acerqué a aquella pelirroja de cuerpo menudo para observar más detenidamente el cuadro. Era Amélie sin ninguna duda, bailando con un hombre en el agua.

 Era Amélie sin ninguna duda, bailando con un hombre en el agua

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Su realismo me impactó y miré a la desconocida artista. Ésta, a su vez, me devolvió la mirada. Unos ojos grandes y verdosos esperaban, pacientes, a que formulara una pregunta que aún no había surgido en mi cabeza.

Bonjour mademoiselle, ¿puedo tener la buena fortuna de saber el nombre que está tras esta obra de arte indudablemente perfecta? —pregunté, ganando así algo más de tiempo y de información.

Su repuesta se hizo esperar lo que se me antojó una eternidad, me observó durante lo que me parecieron horas hasta que por fin vi como sus pequeños labios rosados se abrían lentamente y su dulce y pecaminosa voz me paró el corazón y me la puso dura en cuestión de segundos.

—Bonjour monsieur, mi nombre es Gala Rosso y para mí no existe la perfección y menos al tratarse de arte. 

Me quedé sin palabras, observándola como si no hubiera visto antes nada igual y puede que así fuera. 

Debía hacerme con ese cuadro, era como ver a Amélie viva de nuevo, su expresividad, su increíble detallismo...

—Encantado de conocer a una artista como usted, señorita Rosso. Su talento ha opacado el resto de pinturas. —Dije, con pura galantería. —Me haría el hombre más afortunado si pudiera poseer ese lienzo junto con mis otras pinturas, sin duda.

De nuevo esperé que la respuesta saliera de esos sensuales labios que me habían hipnotizado tanto como su manera de plasmar la belleza.

 —Lo lamento, señor Mancini, pero mis obras no están en venta, el valor es meramente sentimental y no creo ser poseedora de ningún don que otros no puedan ofrecerle. Si quiere, puede mirar tanto como guste. Estoy aquí todos los martes y jueves.

No podía creer que me rechazara así, sin saber ni siquiera la cantidad que podía ofrecerle. Era un volcán de imaginación, inteligencia, arte y puramente ardiente.

Mis instintos cobraron vida propia. No hacía falta hacerme con la pintura... si tenía a la artista. 

Me quedé observando durante hora y media sin mediar palabra como terminaba el cuadro. Cada trazo, cada pincelada más gruesa, más fina... embelesado con su maestría y sus movimientos decidí quedarme hasta verla terminar.

Era un espíritu rebelde y libre, una bohemia. Sólo ese tipo de almas podían captar mi atención. Era dura y perseverante consigo misma, se notaba en la perfección y cautela a la hora de ejecutar sus técnicas. Mi polla estaba dura desde que la vi.

Tenía un bello tatuaje de unas alas en su hombro derecho.

Sólo yo gozaría del placer de ver su arte, mi dulce colibrí... enjaulado en una casa de cristal. Podría pintar el mundo, pero éste no le devolvería el favor.

¿Podría quitarle las ganas de volar a un ángel como ella?

 Mientras recogía sus otras obras, una oleada de excitación y pánico se aferró a mi ser. Una imagen que me atormentaría toda la vida.

Delante de mí tenía, sin lugar a dudas, a mi pequeña Amélie flotando en el río Sena, y ésta misma, en una de las cinco posiciones básicas de ballet que tanto había admirado oteaba, con el rostro corrido en lágrimas y máscara de pestañas, su reflejo muerto.

Delante de mí tenía, sin lugar a dudas, a mi pequeña Amélie flotando en el río Sena, y ésta misma, en una de las cinco posiciones básicas de ballet que tanto había admirado oteaba, con el rostro corrido en lágrimas y máscara de pestañas, su reflej...

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Con alas y unos zapatos diminutos de danza que colgaban de su cuello hasta llegar a su vientre. Sentí que mi corazón se paraba.

No podía ser.







Muñecas De Porcelana [Wattys2018]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora