No quiero tener problemas.

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Capítulo 32.

No quiero tener problemas.

—La próxima semana será su cumpleaños— explicó Mauricio al ingresar a la habitación de Duncan; después del encuentro con Beatriz, en la enfermería, Julián le había acompañado hasta su destino y prometió asistirle en la revisión de las suturas.

—Entonces haré los arreglos para hacerle una visita sorpresa, aunque puedo asegurar que mis padres insistirán en enviar a alguien con nosotros— respondió Julián.

—No estoy seguro de que sea buena idea— la duda en la voz de Mauricio fue evidente, —Duncan ha mejorado, pero...

—¿Planean irse de fiesta sin mí?— tanto Julián como Mauricio miraron hacia la cama sobresaltados, donde Duncan permanecía inmóvil; ambos parpadearon asombrados y seguros de que las palabras anteriores no habían sido producto de su imaginación. Pero instantes después, el único ojo no vendado de Duncan se abrió de repente. —¿Cumpleaños, sorpresa? Es obvio que será algo divertido.

Julián sonrió con amplitud al escuchar de nuevo la voz de su amigo.

—Viejo, parecía que habían visto a un fantasma— declaró Duncan con claro tono bromista, pues había estado despierto desde el principio.

—Eres un idiota, ¿lo sabías?— atacó Julián.

—Tú y Bernardo se encargan de recordármelo cada vez que pueden— luego miró a Mauricio, sonriéndole, —y tú, veo que lo lograste.

Decir la frase explicita "veo que lograste escapar" habría sido algo incómoda, para todos los presentes.

—Sí, y todo gracias a ti— contestó el humano.

—No me des tanto crédito, hombre. ¿Qué no vez cómo me han dejado?— Duncan intentó incorporarse, pero la maniobra tuvo que ser más lenta de lo que imaginó, el cuerpo aún le dolía y el sonido gutural que dejó escapar dio fe de ello. Mauricio dejó la caja con los instrumentos médicos sobre la mesa de noche y se apresuró a asistirle, sosteniéndole de un brazo y la espalda desnuda, ayudándole a sentarse y apoyarse en la cabecera de la cama.

—Oye, tranquilo, no me toquetees, no quiero problemas con Julián— bromeó Duncan, pero su comentario fue ignorado por ambos.

—Deberías aprender cuando detener tus bromas absurdas— dijo con seriedad el joven alfa.

—¿Qué? ¿Acaso dije algo que les ofendiera? Si es así, mis más sinceras disculpas— expresó con solemnidad, llevándose la mano derecha al pecho e intentando hacer una reverencia.

—¿Ves a lo que me refiero?— Julián frunció el ceño.

—¿Y qué demonios quieres que haga? Siento como si hubiera sido atropellado mil veces por un camión, creo que el maldito humor es lo único que no tengo roto.

Y después de ello el silencio se prolongó por unos largos segundos, hasta que Mauricio tomó la caja con utensilios médicos de nuevo y comenzó a buscar algunas cosas.

—Debo revisar tus vendajes— informó el humano.

Duncan asintió y no opuso resistencia, trató de no quejarse cuando el roce de las telas y vendas en su costado y antebrazos le incomodó, entonces pidió algo que quería desde que recuperó la consciencia.

—¿Puedes quitarme la venda de la cabeza y de mi ojo? Es demasiado incómoda.

—Lo lamento, ésa todavía no— contestó Mauricio sin mirarle, prestando atención a su trabajo.

MoonlightWhere stories live. Discover now