Capítulo VIII: Trampa perdida.

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N/A: Tuve que hacer una larga investigación sobre la caza de brujas, y para no confundir, comenzaron a practicarse en el siglo XIII, pero tuvo significado en el siglo XVIII, y ya existían las armas de fuegos.

Y recuerden, la historia está situada en el siglo XV.

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Fijar su vista en los árboles que pasan a toda velocidad, le hacía sentirse familiar; correr como si su vida dependiera de eso –Aunque ese sí es el caso– y huir de nuevo. Eso ya le era muy familiar, como se dijo antes. Pero lo contrario a lo anterior, era que, no sigue siendo una niña en los brazos de su madre; sino, tomando la mano de su ya ahora amante, quién también huía con ella.

— Huele... a humo, White... —Comentó entre jadeos Pink, gracias al maratón que hacían; mientras acomodando sus guantes y capa, para que ninguno que resbalara.

— ¿Cómo? —Se volteó confundida, mientras que la más joven la imitaba; y en concreto, se veía casi a lo lejos, como se formaba grandes capas de humo negro, gracias a un obvio incendio—Lo que faltaba... ahora están quemando el bosque

Pink observó perpleja ese aire tóxico elevarse con vigor, sintiéndose aún más nostálgica. Pero su vista se fijó de nuevo al frente, a sentir como White corría aún más rápido.

Los hombres las perseguían con unas armas negras en sus manos; balas perdidas iban por doquier, tratando de atinar aunque sea a una de las adolescentes; aunque siempre el tiro fallaba. Y eso era por el hecho de que no estaban tan cerca de las mencionadas, y disparar algo en movimiento con un arma lenta, era muy complicado.

White no sabía a dónde se dirigían, pero su desespero por salir de allí le ganaba; no podía pensar algo con claridad, se sentía perdida, y solo quería que Pink no saliera herida.

— ¡Vamos por aquí! —Indicó la pelirroja, tomando ahora el mando de la corrida, desviándose por un lado. Ahí White recordó que Pink conocía ese lugar perfectamente, pero no sabía que tanto le iba a ayudar, en cualquier momento si podrían perderse y terminar en una situación muy grave. Pero su sorpresa fue que, ya no sentía los gritos y pisadas de los aldeanos acercarse, y menos los disparos fallidos de los leñadores y cazadores.

Pero no todo fue hecho de flores... Apenas unos minutos después del desvío, escuchó un fuerte quejido y grito por parte de Pink. Asustándola de que le hayan disparado; porque, un instante después, dejó de sentir el tacto de su mano -guantes-.

Gritó alarmada su nombre, girando a verla, encontrándola en el suelo, obviamente tirada, gimiendo del dolor, tocando su pierna.

— Una trampa para osos... —Murmuró asustada, pero de inmediato, tratando de ayudar a abrirla, para liberar la pierna.

¿Cómo terminaron así?

¤Tiempo indefinido antes¤

La extraña relación entre ambas, se fue volviendo más estrecha con el pasar del tiempo; no había día en que la albina no la visitara. Algo que dejaba muy al gusto a la pelirroja. Hoy no era la excepción; la ya nombrada se encontraba como siempre, observando la vegetación que había a su alrededor. Pero esta vez estaba sentada en la orilla del lago donde había caído anteriormente cuando White se presentó. Y observando el agua moverse, que le hacía recordarla, por alguna razón.

— Hola —Escuchó como la saludaban a sus espaldas, dando un pequeño brinco por le repentina aparición, volteando a ver quién era.

— White, me asustaste...

El color de la Muerte... |·Whink Diamond·|Where stories live. Discover now