Capítulo V: La curiosidad mató al gato.

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La luna, una hermosa esfera que remplaza al sol en las noches, pero quién al no tener un brillo tan potente como la gran estrella, no es capaz de resguardar a los seres vivos en sus pequeños y escasos rayos.

Una joven de tan solo dieciséis años, observaba la luna en su mayor resplandor. Estaba acostada en una roca plana y algo alta, a su alrededor no habían tantos árboles, por lo que su vista era perfecta.

Ella hacía eso cada vez que sufría una etapa de insomnio; pero había que decir que lo disfrutaba mucho. Porqué de cierta forma, el brillo se la luna le recordaba a su madre; ya que cada vez que la veía sonreír, esa hermosa luz se reflejaba en sus azules ojos.

Tenía una mano detrás de su cuello, como almohada, y la otra libre, estaba reposaba en su plano estómago. Una pierna estaba levemente levantada, formando una V invertida, mientras que la otra estaba estirada.

Pasaba casi todas las noches de esa misma forma; tanto, que hasta se puede decir que se sabía la ubicación de cada estrella. Y cuando notaba que faltaba una, sentía una leve lastima. Todo eso, sin exagerar.

Sus ojos sin aviso, se fueron cerrando, dando boleto para el mundo de los sueño.

— ¡No! ¡Suéltenme! —suplicó una adolescente de corto cabello azabache y unos hermoso ojos azules.

Unos campesinos la tenían sometida a cuerdas alrededor de casi todo su cuerpo, era arrastrada mientras recibía múltiples insultos y amenazas de los que para ella, eran sus vecinos.

"Bruja"

"Hija del mal"

"Debes volver de dónde viniste"

Y entre otros hirientes insultos.

Atrás de la muchedumbre estaba otra adolescente -aunque unos años mayor que la acusada-. Estaba sostenida por otros hombres, para que no escape.

Pero lo contrario a la primera, es que, ella simplemente trataba de defender a su pareja.

¿Acaso estás involucrada con ese demonio, Jasper? —preguntó un adulto canoso, arrugada piel, y aspecto adinerado, quién era de vital importancia en ese lugar.
Acercándose con enfado en sus ojos.

— ¡A ella déjenla, no tiene nada que ver conmigo! —Rogó la de ojos azules, con lágrimas bajando por sus lastimadas mejillas.

Mmm haré de que te creo —respondió el mismo adulto, con una cínica expresión.

La gente siguió empujando y arrastrando a la jovencita, quién tropezaba con múltiples piedras, y sin ayuda alguna -algo que no la sorprende- se levantó con mucha dificultad. Hasta que finalmente llegaron a una pequeña pradera en el bosque dónde habitaba Pink Death, pero como estaban casi en la entrada, su temor no era muy grande en ese tipo temas.

Y hablando de dicha oji-rosas, ésta misma se hallaba escondida entre unos arbustos y árboles. Todo el ruido le había llamado la atención, que decidida, fue a investigar por sí misma; encontrándose con dicha escena.

¡Suéltenla, ella no ha hecho nada malo! —exigió la de vitíligo, forzando el agarre de los hombres que la sostenía.

¡Aún no! ¡Pero puede destruirnos! —Gritó una mujer seria y enojada— ¡Puede secuestrar a nuestros hijos y matarlos! ¡Nos puede maldecir con sus embrujos y más!

Los pueblerinos, a palabras de la mujer, alzaron sus antorchas. Los leñadores cortaron rápidos troncos y pusieron el más largo de manera vertical, mientras que otros tomaban las piedras que encontraban y las tirabas al pie del grueso árbol cortado.

El color de la Muerte... |·Whink Diamond·|Where stories live. Discover now