Ahora comprendo por qué estaba tan distraído al subir yo al entarimado, ¡intentaba preparar todo aquí!

—Pi... Pimienta, comino y sal —prosigue, afligido. Sus manos, frente y cuello están sudando.

—Aquí está el vino —escucho decir a alguien a mi costado y le veo extender su mano hacia mí sosteniendo en esta una botella, la alcanzo y aproximo a Oliver para que la vea.

—Buena idea —asiente él, atrapándola para, a continuación, abrirla y beber un trago.

Un largo trago.

Prácticamente la está empinando sobre su boca...

La gente continúa riendo.

—¡Es para cocinar! —rechina sus dientes Karin.

—¿Saben qué? —dice Oliver, terminando de beber. Otra vez mira a la gente—. A la mierda el pollo... —Las carcajadas no se hacen esperar—. En vez de eso vamos a preparar unos deliciosos huevos revueltos.

Llevo una mano hasta mi cara y Karin, de pie frente a nosotros, simplemente no puede creerlo.

—Sí —agrega Oliver, empezando a preparar todo—. Eso nos tomará cinco minutos o menos.

Yo soy un bulto a su lado, sin saber en qué intervenir. Simplemente miro su mundo caerse a pedazos sin –y me duele– poder evitarlo.

—Al menos pregúntale su nombre a la chica —le señala Karin a Oliver, ya molesta.

Oliver, ahora vertiendo aceite sobre una sartén, me mira de reojo y balbuceando un poco le contesta:

—Su nombre es Andrea.

Eso deja un poco estupefacta a Karin. Se preguntará cómo demonios lo sabe, creo. Por otro lado, escucharlo decir Andrea con tanta seguridad me hace querer verle otra vez, lo que atrae su atención, volviéndose a concentrar en mí y no en lo que está haciendo.

De pronto es como si el tiempo jamás hubiera pasado y ambos todavía estuviéramos en la cocina de su casa hablando sobre Cleopatra.

Me recuerdas.

¡ME RECUERDAS!

¿Le van a echar tomate? —escuchamos que pregunta alguien a lo lejos, distrayéndonos. La gente ríe otra vez.

Oliver vuelve a dirigir su atención a la sartén, dándose cuenta en el acto que prácticamente vació la botella sobre esta. Dios, no. Me apresuro a alcanzar un recipiente que veo cerca y le digo "Yo me ocupo", y vuelco la sartén sobre este para vaciarle otra vez.

—Claro que le vamos a echar tomate —dice Oliver a la gente, sonando un poco más tranquilo—. Cebolla también. Y procede a rebanar ambas verduras sobre una tabla.

Lo hace tan rápido que termina antes de que yo acabe con el aceite, de modo que ahora se ocupa en romper tres huevos sobre otro recipiente más pequeño, para luego batirlos con un tenedor.

—Aquí está —le digo, mostrándole la sartén ya sin mucho aceite. Él apretuja ligeramente sus labios denotando todavía nerviosismo, la toma y la coloca sobre el fuego.

Me da su atención a mí por momentos, como si constantemente quisiera asegurarse que no me he marchado. En respuesta, mi boca se curva hacia arriba en sonrisas suaves. Si pudiera reunir el coraje diría algo para alentarle.

En lo que Oliver se ocupa de empezar a mezclar todo, estoy pendiente de Karin. Ella ahora lo está mirando a él de forma diferente. Ya no hay ansiedad en su semblante. Esta vez le examina con aprensión. ¿Por qué le afectó escuchar "Andrea"? ¿Sabe quién soy?

La buena reputación de Oliver Odom ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora