Capítulo 9

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Si están conscientes de que cada que alguna de mis novelas llegan a un momento cumbre se me van las cabras al monte, ¿no? xD

Hagamos que la espera haya valido la pena :) quiero verles comentar cada punto y coma y, de esa forma, hacerme saber qué impresión les causa esto xD

Listos o no, aquí vamos...

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Mantengo mis codos apoyados sobre un mostrador que tiene en exhibición tocados para novias, hace un minuto estaba escribiendo un listado de lo que nos hace falta, según tía Su; pero ahora hago girar el bolígrafo que sostengo en mi mano mientras mis ojos, con temor, se deslizan de mi cuaderno hasta el aparador de la tienda. Hoy más personas caminan por los corredores del centro comercial Pradera.

Trato de controlar mis movimientos para no verme ansiosa, pero en lo que va de la mañana he fallado en muchas tareas. Solamente necesitas que esto pase para poner un punto final, me animo en silencio. ¿Qué va a pasar? La duda hoy más que nunca me carcome hasta los huesos y solo pienso en que necesito ávidamente que el momento, bueno o malo, llegue ya.

¿Qué hay? —lo saludé la primera vez que visité su casa.

Qué hay —respondió él, nervioso, viéndome entrar sin pedir permiso para hacerlo.

En el vestíbulo le entregué una cazadora, un gorro y una bufanda que acomodó sobre un perchero, comprobando yo, de reojo, lo nervioso que le ponía mí presencia.

—¿Estabas limpiando?

—Sí, algo así... —Sus ojos miraban el piso.

El agitar de su voz, movimientos torpes y transpiración leve me indicó entonces que con solo escuchar mi voz su ritmo cardiaco aumentaba... Sin embargo, era demasiado ingenuo y despistado como para notar que aparatosamente provocaba lo mismo en mí.

Amé a Oliver por ser él, por ser yo... porque había algo más que atracción entre nosotros. Era algo anímico. Lo necesitaba. Me necesitaba. Nos reconocimos en los ojos del otro.

—Andrea —Cuando escucho a mi abuela llamarme aparto mis ojos del escaparate y la miro. Me pilló poniendo atención a la gente que llega al centro comercial—. ¿Quieres ayudarme con estos listones de celoseda? —pregunta y asiento obediente, recordando la cantidad de veces que me puso tareas cuando recién me mudé a su casa y aún pensaba mucho en Oliver. Como hoy—. Vendrán por estas cajas mañana —me explica, acomodándolas una sobre la otra; son color celeste, contienen invitaciones de boda y a todas debo colocarles un lazo blanco.

Me entretengo con eso hasta que vacilante vuelvo a dirigir mi atención al reloj que está en la pared a mi derecha. 11:13 a.m. Niego con la cabeza conteniendo un nuevo episodio de ansiedad.

11:14.

11:15

Simplemente no lo mires, Andrea.

11:20

El ding dong de la campanita que colocamos en la puerta atrae mi atención, rescatándome, y sonriente veo entrar a una nueva clienta que, con timidez, sujeta una bolsa de papel en una mano y a una niña pequeña en la otra. Mamá, que está ocupada con una pareja, nos indica a tía Su y a mí que atendamos.

—Tú... debes ser Andrea —se dirige a mí, directamente, mientras su hija da saltitos junto a ella.

—Sssi —digo, desconcertada. ¿La atendí antes o... de dónde me conoce?

—Queremos conocer a Julia —aclara la pequeña.

—¿A Julia? —Miro de una a otra sin comprender.

La buena reputación de Oliver Odom ©Where stories live. Discover now