7. Despedidas

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Al día siguiente Róderick ya se había marchado. Brígid se sintió un poco ofendida, aunque ya estuviese acostumbrada a que el hombre ignorara la omnipresente costumbre de despedirse. El Inmortal era un hombre apacible que no tomaba demasiado en serio las costumbres. De hecho, a excepción de su labor de Inmortal nada parecía preocuparlo o alterar su permanente estado de jocosidad. Esta característica del hombre solía incomodar a Brígid cuando lo conoció, pero la vida, y Sam, los siguieron reuniendo hasta que se percató del lado valeroso del Inmortal. En más de una ocasión, cuatro veces para ser preciso, Róderick había intervenido en conflictos de Nido, siempre partidario de Sam, siempre asegurando su integridad.

Era mediodía y el sol recién alcanzaba su cénit. El calor era ciertamente molesto, pero Brígid apenas lo aquejaba pues su mente estaba consumida por los nervios. No había mucha gente en las callejas, algo entendible si se tomaba en cuenta que las festividades habían finalizado; la gente de Nido disfrutaba de un más que merecido descanso.

<<Es hora de almorzar, quizá debería regresar a casa>> pensó.

Agitó con fuerza la cabeza para mantener la mente en blanco; era evidente que intentaba maquinar alguna excusa que le permitiera eludir la petición a Seth. Observó a un pequeño niño que la observaba con curiosidad desde dentro de una casa, asomando su pequeña cabeza por una ventana suficientemente alta para deducir que el niño debía estar de pie sobre alguna plataforma. Aunque normalmente la mirada de un infante la invitaría a saludar a la tierna criatura, su ansiedad le indujo la necesidad de continuar caminando, y así lo hizo.

Era loable la manera en la que los habitantes de Nido ya casi finalizaban con las reparaciones; apenas encontró a algunos rezagados que, o bien no contaban con los materiales, o bien se habían retrasado por otros quehaceres. Nido contó con la fortuna de que los bandidos de Blain no eran más que eso, bandidos que sólo buscaban arrebatarles algunas pertenencias e irse; si el objetivo hubiese sido otro, las reparaciones habrían de ser mucho más exhaustivas.

Decidió apresurar el paso, deseaba acallar los nervios y esto resultaría imposible si extendía demasiado el asunto.

<<"Quiero ir a Karián". Eso es lo único que debes decir>>

Su mente no dejó de vacilar y reflexionar hasta que se encontró en frente de la posada donde Seth se hospedaba, según él le había indicado. Ya había visto al muchacho en la mañana mientras éste ayudaba a Sam con algunas reparaciones, ella, no obstante, no había sido capaz de decidir si deseaba hacer tan peligroso viaje en aquel momento, por lo que no le comentó nada al respecto.

Oportunamente, el muchacho estaba saliendo del edificio y llevaba un delgado hatillo colgado al hombro. Brígid se le acercó con premura.

—¿¡Ya te vas!? Pensé que no te irías durante un par de días más —inquirió la joven.

—Decidí que lo mejor era partir cuanto antes, mi cuerpo se recupera velozmente; lamento no habértelo dicho, Brígid, pero deseaba irme con discreción —se disculpó Seth, mientras mantenía su típica sonrisa en el rostro. Sostenía con fuerza su collar en forma de S.

—Entiendo, pues... ¡Quiero ir contigo! Yo necesito comprobar que mi hermano se encuentra bien.

—¡Vaya! Resulta que Róderick tenía razón —comentó casi para sí mismo.

Seth se mostró pensativo, Brígid en cambio muy nerviosa y confundida. La muchacha, ansiosa, observaba cada gesto de Seth, intentando dilucidar cuál sería la respuesta del joven.

—Partimos en dos horas, así que haz lo que tengas que hacer. ¡El grupo crece velozmente! —continuó sonriente Seth.

Brígid sonrió emocionada, gesto que duró unos cuantos segundos. En ese momento enarcó las cejas.

El Origen de un InmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora