20. El secreto de Iris

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Seth no podía moverse. Se encontraba de pie, rodeado por una oscura bruma que imposibilitaba la visión. La angustia lo invadió. Batallaba contra su cuerpo, intentando obligarlo a reaccionar, pero era en vano.

Delante de él, la neblina comenzó a disiparse, y detrás de ésta se vislumbró la figura de un muchacho arrodillado, con la mirada vacía y dirigida al suelo. Era alto y con cabello castaño, además lucía una barba incipiente.

—¡Bres! —intentó gritar Seth. Las palabras resonaron en el aire, a pesar de que no podía mover su boca.

El muchacho levantó la cabeza en dirección a Seth. Se escuchó un leve sonido que aumentó en intensidad hasta aturdir a Seth.

—¡Cobarde! —decía.


—¡Vamos despierta! —exclamó Mórrigan, visiblemente exacerbada.

Seth abrió los ojos abruptamente. El muchacho estaba acostado en un pequeño camastro. Rápidamente advirtió que se encontraba en casa de Dadne y Mórrigan. Esta última lo zarandeaba mientras él aún se incorporaba.

—¿¡Qué ocurrió!? ¿¡Dónde está Iris!? —preguntó Mórrigan.

—Se la llevó, un Inmortal se la llevó —musitó Seth sin poder asimilarlo.

—¿Un inmortal? ¿Será obra de Lórent? —la mirada de la chica traslucía ira.

—Lo dudo, está aislado en los calabozos. Piensa, Mórrigan, no intuyas disparates —arguyó Dadne.

Seth volteó en el momento en el que escuchó su voz, pues no se había percatado de su presencia hasta ese momento.

—Entonces, ¿por qué se la llevaría un Inmortal? —inquirió Mórrigan.

—Ese hombre la perseguía desde hace un tiempo, quizás porque posee una extraña habilidad. Pero, no estoy seguro de que esa sea la razón, es poco probable que la vieran usándola —declaró Seth. Su voz era endeble.

Mórrigan respingó.

—¿Es una bruja?

—No lo sé, probablemente. Es decir, ¿cuántas personas conoces que puedan aplacar a un Etrel?

—¿¡De verdad puede hacer eso!? —inquirió Dadne sorprendida.

Seth asintió. Mórrigan se sintió tan sorprendida como su hermana, sin embargo, no lo exteriorizó.

—¡Pues sugiero que preguntemos a Lórent al respecto! Realmente no perdemos nada intentándolo —adujo Mórrigan.

—En eso tienes razón —comentó Dadne con un tono tan calmado como acostumbraba.

Seth se levantó con un recién manifestado apremio, pues recordó algo importante.

—¿Dónde está Lyra? —preguntó.

—En el recibidor. Ella llegó aquí llorando y nos indicó exactamente dónde estabas, ¡vaya que es lista! —explicó Dadne.

Salieron al recibidor con premura y allí se encontraba la niña, sentada frente a la mesa con una desolada mirada. Se levantó de golpe y corrió hacia Seth.

—¡Se han llevado a mi hermana! ¡Tráela, por favor! —suplicó entre lágrimas.

Seth se agachó y, una vez a la altura de la niña, la miró a los ojos.

—¡Volverás a estar con tu hermana! ¡Lo prometo!


La luz que se coló a la oscura celda deslumbró a Lórent Rid, debido a que sus ojos ya se habían adaptado a aquella penumbra. Una vez cerrada la puerta, el tenue resplandor de la vela que llevaba Dadne no fue suficiente para molestarlo.

El Origen de un InmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora