6. El duelo

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Cayó la noche; Seth se encontraba permanentemente nervioso. No tenía un caballo y, debido a la necesidad de mantener su anonimato, no podía auxiliarse con nadie, de manera que tuvo que recorrer el camino hacia la costa a pie. El muchacho evitó reflexionar demasiado durante el trayecto, pues eventualmente esto empeoraría su temor. Vaciló constantemente pues no sabía qué esperar de aquel encuentro; la realidad era que la lucha era inevitable ya que, aunque intentará evitar su enfrentamiento, su peculiaridad ya había sido revelada.

El sendero hasta la costa del Mar Plateado era uniforme, no había más que la amplia y verde llanura cuyo césped apenas se agitaba por el viento nocturno. Seth se preguntó si seguía el camino correcto en más de una ocasión, pues a pesar de sus habilidades de orientación a través de las estrellas, la realidad era que todo el trayecto era similar, lo cual creaba dudas en cualquier mente extranjera. Para su suerte, justo cuando empezaban a dolerle los pies, alcanzó su destino.

Róderick estaba en lo cierto, quince minutos aproximadamente fueron los que necesitó Seth. El Inmortal ya estaba allí, aunque parecía no tomarlo muy en serio; se encontraba sentado tranquilamente en el suelo, reclinando la espalda en una enorme roca, con una botella en la mano.

El lugar era hermoso. Las plateadas aguas del mar bañaban constantemente, aunque con suavidad, la costa de fina arena que aparecía a unos cuantos metros del agua, alternando el uniforme y verde suelo que Seth había visto desde que partió de Nido. Era un cambio abrupto e inusual en cualquier tipo de paisaje; a Seth aquello le pareció mágico. Sobre la arena residía la enorme roca y el Inmortal. Ésta no era la única gran roca del sitio, pero eran escasas y mediaba gran distancia entre las mismas.

—¡Vaya, así que decidiste aparecerte! Debo admitir que estoy sorprendido —dijo Róderick con rostro aliviado y burlón.

El escenario era ideal. El mar estaba sereno, por lo que apenas se escuchaban las olas; la luz de la luna era más que suficiente para que Seth pudiese observar claramente a su oponente. El muchacho sentía que extrañaba el pasto, pues ahora era reemplazado por la incómoda arena que ocasionalmente le entraba en las botas.

—Comencemos —continuó el hombre. Seth asintió.

Róderick se levantó del suelo y colocó con cuidado la botella a un lado de la roca, parecía poner mucho esmero en mantener intacta su bebida. Se alejó lo suficiente de Seth, luego se quitó la capa y la arrojó al suelo; colgada al cinturón llevaba un sable con hoja curva larga que desenvainó. Un arma extraña pensó Seth. Éste también desenvainó, aunque su arma era un sable más delgado y corto.

Seth observó con detenimiento, intentando discernir por qué se sentía tan inseguro ante aquel extraño hombre. De improviso Róderick sonrió y se mostró, si era posible, aún más relajado, lo que desconcertó a Seth. Había escuchado afirmar a Brígid que aquel era un hombre jocoso y despreocupado, sin embargo no había mostrado ningún signo de dejadez hasta ese momento.

Observó la capa sobre el suelo. La famosa indumentaria de los Inmortales estaba presente frente a él, provocándole que la piel se le erizara. Había escuchado cuantiosas historias de la valentía de los Inmortales, pero también de su crueldad y sus prodigiosas habilidades en el campo de batalla. Aquel era un oponente más que correcto para medir sus capacidades, y en el peor de los casos su enfrentamiento le permitiría hallar sus flaquezas y carencias en la lucha contra un brujo.


Leo había decidido seguir a Seth en el momento que lo encontró conversando en privado con Brígid luego de haber dejado atrás la plaza de Nido. Esto había ocurrido hace ya unas horas, pero dado que recelaba completamente de él, aquel sospechoso comportamiento era suficiente motivo para no perderlo de vista. Ahora se encontraba a cierta distancia de la costa, agazapado detrás de una de las escasas rocas de gran tamaño del lugar. Después de los movimientos recientes, al fin logró discernir qué se disponía a hacer el sospechoso muchacho. Observaba impaciente y de golpe sintió un escalofrío que recorrió su columna, no estaba seguro si se debía al frío viento que acariciaba la tranquila playa o si, en cambio, lo provocaba la evidente tensión que causaba ver en acción a un Inmortal. Había escuchado asombrosos rumores.

<<¿Qué puede hacer ese muchacho contra un Inmortal? A menos que...>>


—¡Muy bien, veamos qué puedes hacer! —gritó Róderick con una curiosa sonrisa.

Seth replanteó su táctica en cuando analizó mejor aquella extraña arma. Envainó el sable y comenzó a correr hacia su oponente mientras su mano derecha se rodeaba de una intensa llamarada que le provocó un escozor al que aún no se acostumbraba. Lanzó un violento puñetazo a Róderick que éste evitó fácilmente con un hábil movimiento. Seth incrédulo se exasperó y soltó una retahíla de infructuosos golpes, sin embargo Róderick los esquivaba con precisos desplazamientos y luego, sin aparente necesidad, saltó.

Leo dio un respingo al notar, casi al mismo tiempo que Seth, que el brujo permanecía en el aire. Luego de un instante fue capaz de discernir, no sin un intenso escudriño, que Róderick no flotaba sino que caía con ritmo parsimonioso, como si apenas le afectara la gravedad.

<<¡Qué habilidad tan extraña!>> pensó.

Sin previo aviso el Inmortal comenzó a caer vertiginosamente. Con un violento golpe con el lado sin filo de su espada desbarató la defensa de Seth, sus brazos cruzados, y lo hizo caer con violencia.

Leo permaneció pasmado, y no fue hasta luego de pasados unos instantes que reaccionó y decidió volver al pueblo antes de que los contendientes notaran su presencia. Sintió entonces un extraño orgullo al ver que sus sospechas estaban justificadas. Seth no era un simple viajero, era un brujo.

—Debes ser un poco más inteligente, muchacho. Pero tu habilidad es muy interesante, tienes potencial —arguyó Róderick mientras tendió la mano a Seth para ayudarlo a levantarse.

Seth estaba sumamente frustrado. Sentía una impotencia que evocaba tristes recuerdos. Agradeció la asistencia de Róderick, por lo que tomó la mano del hombre y se levantó.

—¿Sigues con la idea de ir a Karián? No pensé que fueses tan callado la primera vez que te vi —bromeó Róderick.

—No lo soy, sólo estoy algo tenso—hizo una pausa—. ¡Por supuesto que iré, no pienses que esto me amedrentará! —levantó el rostro con orgullo.

—Excelente —dijo con una sonrisa—. Permíteme sugerir que busques algún acompañante, siempre es más llevadero viajar con un amigo —Róderick parecía sugerir algo.

—¿A qué te refieres? —preguntó Seth con curiosidad.

Róderick resopló antes de comenzar a hablar.

—Conozco a Brígid. Sé que eventualmente se marchará en busca de su hermano, aunque no precisamente debido a su preocupación. Es una chica aventurera, y no perderá una oportunidad semejante para emprender un largo viaje —Róderick hablaba de la joven como si se tratara de su propia hija.

Seth creyó deducir lo que estaba por pedir el Inmortal, sin embargo esperó a que este lo confirmara.

—Me gustaría que, en ese viaje, estuviese acompañada por alguien que pueda cuidarla. ¿Que debes hacerte más hábil para poder resguardarla totalmente? Sí, eso lo sé, pero creo que podrán colaborar provechosamente —dejó de hablar brevemente—. ¿No lo arruines, sí? —concluyó Róderick antes de hacer un gesto burlón.

Seth, hasta ese momento, no había considerado aquella posibilidad. Le encantaría que alguien lo acompañase en un viaje tan complicado, sin embargo era difícil prever si era una buena idea.

Repentinamente notó que elInmortal ya se había marchado. Miró en derredor y pudo ver al hombre caminandotranquilamente en dirección a Nido. Corrió hasta alcanzarlo y caminó junto a élen silencio.

El Origen de un InmortalWo Geschichten leben. Entdecke jetzt