18. La noche más larga

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Las manos de mi caperucita circulan por mi espalda y me abrazan, Siento las puntas de sus senos fríos sobre mi espalda, mientras sus manos circulan por mi cintura.

Yo solo suspiro ante esa agradable sorpresa, dejando que las manos pequeñas de mi mujer pasen por mi pecho y estómago, las líneas de mi cintura y rodean el inicio de mis piernas.

Es primera vez que baja tanto.

— Lucía ...— susurro pero ella me pide que me calle con un suave "shhh" cerca de mi oreja.

Yo acato su orden obedientemente mientras sus manos frías siguen recorriendo mi piel. Su pequeño cuerpo se acerca al mío, puedo sentir su cintura acoplándose a la mía mientras ella sigue masajeando cada vez más cerca de mi semidormida hombría sobre la tela mi pantalón de tela.

Su palma toca toda la longitud de mi entre pierna, desde su inicio hasta la punta sobre la tela de mi pantalón que ya dibuja una mancha húmeda causada por sus deliciosas manos.

— ¿Te gusta? — susurra en mi oído

Yo solo asiento gimiente y sumiso.

Su mano se atreve a pasar debajo de mis tirantes pantalones y siento ese tacto frío de su mano sobre mi caliente pene, la sensación es indescriptible, mi boca en sus balbuceos lo hace saber.

Retiro las frazadas que me dan calor y le ayudo a Lucía quitándome esa inútil prenda dejando que mi despierto miembro se vea levantado y consciente de las blancas manos de su única dueña.

¡Oh Lucía! Sígueme queriendo. Tantas veces tuve que tocarme pensando en ti y ahora me dedicas tus manos a esto.

Ella continúa su trabajo, sus dos manos tocan los rizos negros que coronan mi miembro hasta la punta mojada que comienza a llorar de felicidad, un lágrima comienza a caer de el y mi caperucita con sus labios, ¡por la Luna, sus labios! atrapan esa escurridiza gota.

Ella cierra los ojos y la besa con cuidado, ¡esos labios que he probado besan mi cuerpo! Lo hace con cuidado y despacio, suave y delicioso.

Sus ojos me observan y me pierdo en esos bellos tonos azules que idolatro tanto.

Su presión es mayor, haciendo que me arquee de placer.

— Mi amor, mi Lucía — gimo — ¡qué delicia!

Ella continúa con ese masaje sobre mi palpitante miembro, acariciándolo demandante, tocando mis piernas y mi pecho. Yo solo tiendo mis brazos atrás siguiendo con mis caderas sus movimientos y mi mirada nublada a los azules de Lucía.

Todo termina en un estallido tibio, que se derrama entre mi estómago y caderas dejándome ver el vacío y la respiración entre cortada.

Lucía me observa desde su lado de la cama, puedo sentir esos zafiros de sus ojos sobre mi. Logro mover mi rostro y me inclino ante ella, robándome un beso hambriento y ruidoso de su boca, ella lo sigue sin quejarse.

— Lucía, te amo.

—    Lucía, te amo

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El Cortejo de VelkanWhere stories live. Discover now