Epílogo.

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Harry Potter no era una persona feliz, pero sobrellevaba las cosas mucho mejor ahora que habían pasado tres años desde que la guerra había terminado, sus amigos le habían ayudado a sobrellevar la crisis por la que había cruzado, una que había tardado casi un año y medio en menguar, Hermione, Ron, Sirius y Remus habían sido su ancla a la vida, su familia y su apoyo emocional.

Hermione le acompañaba todos los miércoles por la mañana a ver al psicomago quién lo atendía por su grave caso de depresión y sus episodios de desesperación, después se despedía para dirigirse a su trabajo en el departamento de regulación de creaturas mágicas. Ron era quién le hacía compañía por las tardes, trabajaban juntos como aurores novatos, al terminar sus turnos iban directo a Grimmauld Place y pasaban la tarde tomando cerveza de mantequilla y jugando ajedrez, Hermione a veces los acompañaba y veían películas al mero estilo muggle. Sirius y Remus llegaban por las noches y le mimaban como su fuesen sus propios padres, Lupin, a pesar de haber retomado su empleo en Hogwarts como profesor de defensa, no se quedaba a dormir en el castillo a menos que tuviera mucho por hacer y Sirius que se dedicaba al negocio de las motocicletas mágicas podía pasar más tiempo con su ahijado.

Aquella era la vida que Harry siempre había deseado, aquella que había imaginado durante mucho tiempo, llena de amor, comprensión y cariño, una familia que, aunque no estaba conformada por personas con las que compartiera lazos de sangre, sí que se sentía como una de verdad.

Con el tiempo, el asunto de Draco había comenzado a evaporarse de su mente, como agua, poco a poco se olvidaba de él, de su cabello, de su rostro, de sus ojos, de sus finos labios, de su esbelto pero torneado cuerpo, de la diferencia estaturas entre los dos, de su voz, de su forma de hablar o de expresarse, de sus gestos, de las cosas que amaba o detestaba, hasta que un día simplemente despertó con un enorme vacío en el pecho, no sabía que lo causaba, pero ahí estaba.

Aquel fue el acontecimiento que marcó la diferencia entre la depresión que lo atormentaba y el inicio de su nueva vida, sin recuerdos no había dolor y Harry Potter pronto se volvió como todos los demás, ya nadie recordaba a Draco Malfoy.

Harry se despertó muy temprano como todos los miércoles, Hermione llegaría en más o menos una hora para desayunar, y luego, juntos partirían hacia el Londres mágico donde Harry tenía su cita mensual con el psicomago.

Se levantó perezosamente y se estiró cual largo era para destensar sus músculos, la noche anterior había dormido bastante bien, había tenido un sueño bastante extraño sobre él en Hogwarts jugando al quidditch, un clásico partido Gryffindor contra Slytherin, un partido emocionante, recordaba, el buscador del equipo contrario (a quién no podía verle el rostro) le estaba dando batalla, era un gran jugador y en cuanto a quidditch, Harry amaba los retos. Al final nunca pudo adivinar si había ganado o perdido el partido, pero se despertó con tal sensación de ligereza y alegría que cuando encontró una snitch dorada sobre su colchón no se cuestionó demasiado que hacía ahí.

Salió de su habitación solo en calzoncillos, dejando al descubierto su espectacular cuerpo de auror veinteañero y caminó hasta el final del pasillo donde se encontraba el baño compartido. La puerta de la habitación de Sirius y Remus estaba entreabierta, cuando Harry pasó frente a ella no pudo evitar negar con la cabeza, se suponía que era su trabajo recoger las habitaciones y al parecer Lupin ya lo había hecho.

Harry cargaba con su ropa entre brazos, su ropa muggle sobre la cual le gustaba colocar la túnica de auror, iba a cambiarse dentro del baño, únicamente porque así estaba acostumbrado a hacerlo. Entró a la ducha y abrió las llaves de la regadera, colocó su ropa sobre el lavamanos (hecha bolita) y encima la túnica.

Tomó una ducha rápida pero a conciencia, tallando por aquí y por allá, enjabonando su cabello y enjuagando todo hasta que todo rastro de jabón desapareció de su moreno cuerpo. Salió de la regadera veinte minutos después, se secó con su toalla personal, una color verde esmeralda y que olía a lilas por él suavizante con el que Sirius las lavaba.

Draco Malfoy y el príncipe de GryffindorOù les histoires vivent. Découvrez maintenant