28.

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Draco y Snape se encontraban terminando la poción mensual que le permitía a Remus Lupin pasar por su licantropía sin tantos problemas. El rubio cortaba los ingredientes de manera delicada y precisa, con paciencia y devoción mientras Severus pesaba el resto de los ingredientes. Aquella poción no podía fallar, el más mínimo error podría costarle la vida a cualquiera que pudiera cruzarse con el hombre lobo en luna llena. E incluso, arriesgar la vida del mismo profesor de defensa contra las artes oscuras.

Malfoy terminó de cortar las algas y observó como la poción burbujeaba lentamente mientras su padrino ajustaba los últimos detalles.

—Parece que todo está en orden —Dijo Snape con su gélida e indiferente voz.

—Por supuesto que todo está en orden— Replicó Draco —Jamás me he equivocado haciendo una poción y tú tampoco.

Snape mostró una muy diminuta sonrisa ladina y suspiró divertido.

—¿Cuándo vas a dejar de portarte como un mocoso? Creo recordar que pronto cumplirás catorce.

—Soy bastante maduro, si es a lo que te refieres, por ejemplo, no le he dicho a nadie de la condición de Lupin, por muy mal que me caiga.

—Al menos puedo estar seguro de que Lucius hizo de ti un hombre de palabra— Le respondió el profesor mientras recogía todo el desastre que habían causado.

—¿Has hablado con él? Parece demasiado ocupado, como siempre, como para responder mis cartas.

—Si yo fuera tu padre tampoco te contestaría, no haces más que quejarte de todo y hablar de Harry Potter.

Draco se sonrojó ligeramente.

—Yo no me la paso hablando de Potter y mucho menos me la paso quejándome.

—Lo haces, mocoso malcriado; Potter y sus amigos esto, Potter y sus amigos, aquello, Potter, Potter, San Potter, el cara rajada, cuatro ojos y Potti Potter el otro día... Créeme, lo haces.

Draco bufó con fastidio y se recargó en la barra donde había estado trabajando.

—¡Es que es insoportable! —Mintió.

—Créeme, Draco, lo detesto tanto como tú, pero no por eso me la paso hablando de él. Al contrario, entre menos piense en ese pequeño bastardo mejor.

—Nunca me has dicho porque lo detestas —Snape que terminaba de acomodar unos cuantos frascos en las repisas se detuvo y se quedó quieto.

—Su padre y yo tomamos clases juntos. Son idénticos y no solo físicamente, Harry es tan malcriado e insoportable como James Potter lo fue.

—¿Potter padre te rompió el corazón o algo así? —Preguntó Draco con una sonrisa burlona —Porque en realidad no parece haber razón para... —Pero no terminó su frase, Snape ya lo había golpeado con un grueso libro en la cabeza —Ya... ya... era broma, lo entiendo, simplemente los Potter son insoportables.

Snape lo miró fríamente y con un movimiento de varita vertió el contenido del caldero en una botella de cristal.

—Vamos, que Lupin tiene que beber ésto esta noche.

Los dos caminaron hasta el despacho del hombre lobo, en silencio.
Draco conocía a Snape de toda su vida, era íntimo amigo de sus padres, su padrino y una de las pocas personas a las que realmente quería y, estaba casi seguro, de que Severus lo quería de la misma manera.

Severus Snape siempre había estado en su vida, le había enseñado pociones desde los cinco años y defensa contra las artes oscuras desde los diez. Su padrino era el hombre que llenaba el agujero que su padre dejaba al no tener tiempo para él, era quién le había enseñado muchísimas cosas sobre la vida y de quién había copiado el gesto indiferente con el que se paseaba por el colegio.

Draco Malfoy y el príncipe de GryffindorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora