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Los Slytherin habían sido reunidos por Snape, el jefe de su casa en la sala común, todos los alumnos a partir de cuarto debían asistir esa noche, sin excepción. Por ello, Draco se encontraba en una silla individual frente a la chimenea, rodeado de sus amigos. Pansy estaba sentada en el brazo izquierdo del sillón y Blaise en el otro, Vincent y Gregory los flanqueaban atrás de pie, parados como soldados.

Aquella imagen le daba a Malfoy el aire de un príncipe rodeado de sus más fieles consejeros y todos en la sala común podían notarlo. Y al contrario de lo que muchos pudieran pensar, los Slytherin no lo envidiaban, todo lo contrario, lo admiraban, era un honor para ellos tener a su príncipe.

Snape entró a la abarrotada sala común con el mismo aire de frialdad de toda la vida. Caminó hasta estar justo frente a la chimenea, donde todos podían verlo y se aclaró la garganta solo porque si (nadie en la sala se atrevía a hablar si Severus estaba por decir algo).

—Buenas noches a todos —Hizo una pequeña pausa para asegurarse de que todos estaban presentes. —El comunicado de esta noche es de poca relevancia, al menos para mí, pero estoy obligado a comunicárselos. Como ustedes ya sabrán, navidad está cerca y con él, el clásico baile por el torneo de los tres magos. —Suspiró con fastidio. —Nuestro querido director no solo lo ve como un baile para celebrar el torneo, si no como una forma de hacer que Hogwarts cree relaciones con las otras instituciones mágicas y por lo tanto espero la participación de todos ustedes, aunque sé que probablemente muchos quieran volver a casa con sus familias. —Miró a Draco y luego prosiguió. —Por supuesto que al baile solo pueden asistir alumnos de cuarto en adelante, pero si desean invitar como su pareja a un alumno más joven no hay problema —Dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la salida de la sala común —Es todo, buenas noches.

El bullicio no se hizo esperar, ni las miradas complices entre los estudiantes, aquellas que decían "tenemos que ir juntos" o "ya sé a quién vas a invitar".

Draco recibió bastantes miradas de esperanza por parte de varios chicos y chicas de todos los cursos, claramente esperando ver un poco de interés por parte del rubio, fallando olímpicamente, pues Draco Malfoy solo asistiría con la única persona que sabía, jamás lo invitaría.

—Bueno, ya me esperaba esto —Dijo Pansy. —Supongo que ya todos saben a quién van a invitar ¿No?

Blaise le lanzó una mirada rápida a Draco, mirada que nadie notó.

—En realidad yo solo voy a esperar a recibir todas las invitaciones que sea posible y contemplaré las que mas me convengan —Contestó Draco con indiferencia.

—¿Por qué no me sorprende? —Dijo Parkinson, divertida.

—Tengo que irme —Anunció el rubio y sin esperar respuesta tomó su túnica.

Salió de la sala común dejando atrás a una pensativa Pansy a unos indiferentes Crabbe y Goyle y a un esperanzado Blaise Zabini, quién por primera vez desde que se había dado cuenta que estaba enamorado de Draco, sintió un pequeño dejo de esperanza.

Aún faltaba algo de tiempo para que el toque de queda diera inicio, por eso, Draco no tomó precauciones ni intentó esconderse de nadie, simplemente caminó con toda la altivez y aristocracia que lo caracterizaban por los pasillos, alzando mucho la nariz de manera prepotente y no mirando a absolutamente nadie.

—Harry, ¿Irías al baile conmigo?

Escuchar el nombre de Potter hizo que se detuviera en seco, sin importar que varias chicas estuvieran a punto de chocar contra él y que lo esquivaran apenas por muy poco.

—No... así no... —Se aclaró la garganta. —¡Eh, Harry! ¿Escuchaste lo del baile? ... No eso suena estúpido.

Draco miró al lugar de donde provenía la voz, la voz de Colin Creevey para ser exactos. El pseudo fotógrafo, como lo llamaba Draco, estaba dentro del baño de chicos, muy cerca de la puerta, pensó Malfoy, por el volumen de la voz.

Draco Malfoy y el príncipe de GryffindorWhere stories live. Discover now