Esto soy

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Una vez más voy aquí sentada en un carro último modelo, rumbo a una fiesta en la cual soy la más importante, acompañada solo del chofer y no importa, tantas veces ya he hecho esto mismo que no me importa estar sola. Miro por la ventana, mientras el carro llega a su destino, con mi rostro sin expresión alguna, solo pensando en las circunstancias que me convirtieron en lo que soy, que me llevaron a hacer lo que hago. Por fin el auto se detiene y mi rostro cambia repentinamente a una sonrisa de alegría total ante las miradas de repudio de algunos de los invitados y otras de deseo, no obedezco a ninguna, no tomo en cuenta y continúo mi camino hasta que por fin llego a la puerta del gran templo. Arreglo un poco mi blanco vestido y me paro derecha con la vista fija en quien me espera en el altar, con una sonrisa que casi no cabe en mi rostro; que fácil es fingir. Comienza la música y con ella mi recorrido hacia donde me espera mi flamante futuro esposo; un hombre con cerca de 80 años, alto, delgado, canoso, algo apuesto, pero eso sí, con mucho dinero. Me observa de una manera que es típica en ancianos, en quienes, hace tiempo ya nadie se fija, su orgullo brota por sus ojos y la envidia de algunos de los invitados también. Por fin llego al altar y comienzan las palabras del sacerdote; ya las sé de memoria. Termina la ceremonia y llega la fiesta. Todo bien, solo risas, besos, abrazos, en fin, toda la parafernalia que existe en una fiesta de bodas. Yo disfruto y sonrío como si fuera la novia más feliz del mundo, cuando en realidad quiero que la fiesta acabe pronto para poder concretar todo, como es costumbre para mí. Por fin los invitados comienzan a retirarse del salón de bodas y de a poco solo quedamos mi marido y yo, hasta que decide que es hora de ir a nuestro hotel. Al llegar me toma en brazos muy contento y me sube hasta la habitación, una vez allí comienza todo. Voy al baño y, tal como en todos los casos, me arreglo muy sexy, me perfumo un poco y marco mi maquillaje desgastado por el ajetreo de la noche anterior. Salgo y mi esposo se encuentra sobre la cama esperándome. Lo observo con una mirada seductora que nunca falla y me dispongo a preparar primero un par de copas para comenzar y aplico un poco de polvos mágicos a la suya. Se la doy, y como de costumbre se la bebe de un sorbo sin siquiera sentir la diferencia de sabor. Yo bebo la mía con la misma rapidez y comienzo a hacer tiempo con los típicos "Es mi primera vez" o "bailemos un poco, quiero que este momento sea mágico" esto me viene muy bien ya que solo tengo 21 y demuestro mucho menos. Como es obvio accede y exactamente 5 minutos cuento, 5 minutos en que su vida se va de a poco solo con un baile, y su inofensiva esposa que desesperada lo mira mientras su vida se le va. Cae al suelo, compruebo que su corazón ya no late y entonces me dispongo a llamar a la ambulancia y policía, en fin, cosas de rutina por las que hay que pasar en estas situaciones. Los familiares comienzan a llegar de a poco a la morgue en donde se le hacen las últimas pericias a mi reciente y difunto esposo. Mi rostro no demuestra otra cosa que no sea amargura, esperando que me entreguen el cuerpo de mi difunto marido. Mis lágrimas caen solas mientras el odio aumenta en el rostro de los familiares con cada una de ellas. Solo uno de sus hijos me apoya; Fred, el hijo mayor de Raymond era el único que aprobaba que estuviésemos juntos, le gustaba ver a su padre feliz. Por fin los peritos terminan la autopsia y concluyen algo que para mí no es nuevo "...El señor sufrió de un paro cardiorrespiratorio, quizá fue por la emoción..." Este diagnóstico se me hace tan repetitivo.

—Por lo menos podemos pensar que murió feliz—dijo Fred tratando de darme algún consuelo.

Yo solo fingí más dolor y continué mi llanto desesperado, ante la mirada asesina de los familiares ahí presentes.

Han pasado ya dos días, y como es de costumbre, llega el momento más importante de la historia; la lectura del testamento. Toda la familia se reúne, justo después de los funerales, para la lectura de este. No me pongo para nada nerviosa y ensayo los rostros que debo hacer en cuanto me nombren como heredera del mayor porcentaje de todo. No importa la casa, solo me importan las acciones de sus empresas para luego venderlas y quedarme con el dinero, no me importa lo demás. Comienzan las palabras del notario y enseguida procede a leer el testamento

Hermosa MentiraWhere stories live. Discover now